Mikel Reyes, paciente de cáncer de mama: «Me noté un bulto pequeño, como una lenteja, y hasta soñé que era malo»

ENFERMEDADES

Mikel Reyes muestra la cicatriz de su mastectomía.
Mikel Reyes muestra la cicatriz de su mastectomía. IOSU OLABARRIA

Mikel Reyes y Juan Arce ponen cara al cáncer de mama en hombres, una enfermedad todavía desconocida y estigmatizada

25 mar 2025 . Actualizado a las 11:30 h.

Se suele desconocer que, si un varón cuenta con antecedentes familiares de cáncer de mama, él también puede desarrollarlo. «Aunque los casos que se hayan dado en la familia sean mujeres», remarca Leticia Iglesias Rey, miembro de la junta directiva de la Sociedad Oncológica de Galicia (SOG), especialista en cáncer de mama y oncóloga médica en el Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO). Según apuntan desde la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) el 20% de ellos tienen un familiar de primer grado que también lo ha padecido y el riesgo de desarrollarlo se multiplica por más de cinco cuando aumenta el número de familiares diagnosticados, especialmente de aparición temprana. En nuestro país, por cada cien mujeres diagnosticadas con este tumor, hay un hombre que también lo padece. Al año se diagnostican entre 400 y 700 casos nuevos.

La falta de referentes es uno de los problemas que se encuentran los hombres que sufren esta enfermedad. «A veces, los pacientes preguntan: ¿pero usted tiene más casos como yo? ¿Soy el único al que le ha pasado esto? Cuando es muy importante saber que hay casos como tú que están pasando por lo mismo o lo han superado», confiesa la doctora. A nivel nacional, sí existe una entidad, la asociación Cáncer de Mama Masculino (INVI) que, precisamente, tiene ese objetivo: hacer visible lo invisible.

El diagnóstico de Mikel Reyes se produjo hace ahora un año. «Me noté una especie de bulto muy pequeño del tamaño de una lenteja, que se movía». No quiso darle importancia, pero «por si acaso», fue al médico de cabecera, porque había antecedentes: «Mi madre, en el 2013, también había padecido un cáncer de mama triple negativo». Su padre también había fallecido de un cáncer de estómago en esas Navidades y el médico, historial en mano, decidió pedir pruebas: ecografía y biopsia.

Aunque le habían dicho que podía ser un bulto de grasa, Mikel estaba intranquilo. «Tenía algo en la cabeza que me decía que era malo. De hecho, tuve un sueño, estando en cama, de que era malo». Y esa incertidumbre provocó que, un día, estando en su trabajo, acabase entrando en su carpeta de salud. «Me encontré con la sorpresa de que era un cáncer de mama ductal invasivo. Me enteré por curioso antes de que ellos me llamasen», confiesa.

A partir de ahí empieza «un periplo de incertidumbre». Le operan a las pocas semanas y, «como no hay metástasis ni ganglios afectados, deciden no darme quimio ni radio, solo tratamiento hormonal». El tamoxifeno, que sigue tomando a día de hoy y lo tendrá que seguir haciendo durante años.

A raíz de sus antecedentes, a Mikel también le hicieron un análisis genético. «Me lo ofrecieron, accedí y sí que salió positiva la mutación del gen BCRA 2. Era hereditario, genético», confirma. Él forma parte de ese 20 % de pacientes varones que tienen un familiar de primer grado —en este caso, su madre— que también ha padecido la enfermedad. 

«Es un shock, sobre todo porque tampoco conoces a otros hombres que lo hayan pasado. Hay mucha desinformación y eso juega en nuestra contra», lamenta. Cuando dice que padece un cáncer de mama «la gente te mira como las vacas al tren», bromea. «Tampoco se trata de asustarse y andar explorándose todo el día, pero sí fomentar la idea de la autoexploración». Además, subraya la importancia de consultar si se acaba encontrando un signo sospechoso. «De media, los chicos tardamos 19 meses en acudir al médico desde que nos notamos algo. Estamos hablando de un año y medio en el que la evolución y diagnóstico puede ser totalmente diferente». Al igual que profesionales médicos que, como el suyo, activen las alertas a tiempo.

Juan Arce: «Si no fuese médico, mi futuro hubiese sido diferente»

Juan Arce nació en Ourense, pero vive en Barcelona.
Juan Arce nació en Ourense, pero vive en Barcelona.

«Yo estoy jubilado, pero soy médico», dice Juan Arce. Nació en Ourense, pero se mudó a Barcelona con la idea de hacer la especialidad y volver. «Pero me encontré con una señora aquí que me dijo que no —dice en tono irónico— y me quedé». Se casaron y tuvieron tres hijos, y dedicó otra gran parte de su vida a la ginecología. En el 2016, Juan se notó un bulto en la mama derecha y esa experiencia profesional le hizo intuir que no era nada bueno. Unos malos presagios que confirmaron las pruebas que le hicieron. Habla con detalle del procedimiento a seguir, de las posibles vías de actuación que había en su caso. Pero a la pregunta de cómo lo llevó anímicamente, las palabras ya no salen con tanta fluidez de su boca: «Hacía cinco años que se había muerto mi mujer por cáncer de pulmón, así que, imagínate».

Con la información que tenía, Juan esperaba que el proceso no fuese complejo, ya que su tumor era de menos de un centímetro y medio. Mastectomía y recibir el alta a los cinco años. Si bien a los dos, apareció un factor con el que él no quería contar que lo complicó todo. En el 2018, empezó a sufrir dolor en la columna, «sobre todo, al acostarme y levantarme, al igual que caminando». Se lo trasladó a su oncólogo y este le dijo que podía ser efecto secundario del tamoxifeno. Pero Juan insistió. «No me acabó de convencer la explicación que me dio y, en la clínica donde trabajaba, pedí si me podían hacer una exploración. Salió que tenía sospecha de metástasis del mismo tumor en tres costillas y una vértebra de la columna». Fue necesario un tratamiento nuevo que también le dio efectos secundarios, una necrosis de maxilar que hubo que extirpar, pero el dolor desapareció. «Antes necesitaba tres o cuatro calmantes diarios y aun así, el dolor no se iba del todo. Fue empezar la medicación y, en un mes, prácticamente no necesitaba analgésicos, y al cabo de dos meses, vida normal».

Los últimos controles indican que la enfermedad está controlada. «Dormida, no curada, porque con las metástasis hay que tener precaución, puede volver a repetirse todo el proceso. Pero puedo hacer vida normal». Con todo, reconoce que «seguro que mi situación hubiese sido diferente si no fuese médico, porque la metástasis sería mucho peor». 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.