El dilema del erizo

Cristina Gufé
Cristina Gufé VENTANA ABIERTA

OPINIÓN

ANA GARCIA

05 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Es un relato escrito por Arthur Schopenhauer en 1851, y forma parte de uno de sus libros. A través de esta narración, el autor expresa su punto de vista sobre la complejidad de las relaciones humanas, para lo cual se sirve de la siguiente historia:

Un grupo de erizos sentía mucho frío en invierno, lo que les llevó a buscar la aproximación entre ellos con el fin de hallar calor, pero si se acercaban mucho se hacían daño; las púas que configuran sus cuerpos servían de aguijón para los otros. Había dos opciones: o soportar el frío, o los daños causados por la cercanía. Estaban obligados a calcular la distancia.

El autor nos plantea una situación irresoluble, a pesar de que no será difícil que nos sintamos reflejados; seguramente hemos experimentado la lucha y ambivalencia entre los sentimientos ante el deseo de preservar nuestra libertad y la necesidad que tenemos del afecto de los demás. Se observa en los niños lo difícil que les resulta aceptar el grado justo de separación de sus padres para poder desarrollar su propia vida y evolución. El dilema es estudiado por la psicología.

Sigmund Freud se refirió a él. Cree que no existen afectos puros, sino que debemos aprender a vivir entre la ambigüedad. Desde un punto de vista psicológico nos vemos obligados a mantener un equilibrio para no caer en ninguno de los dos extremos: el aislamiento —ante la dificultad que encierra el trato— o la falta del distanciamiento exigido por el respeto, la cortesía y los buenos modales.

A través de este dilema se muestra las dificultades que lleva consigo una vida humana, la ardua tarea que cada uno de nosotros emprende en busca de la felicidad. Tal vez no sea posible eliminar el dolor; en algún grado será inevitable. El ejercicio de la resistencia logrado por el autodominio —como un músculo que se fortalece con la práctica— podrá ayudarnos, también la empatía, que nos va a permitir entender otras perspectivas que no son las nuestras.

Mientras haya estaciones como el invierno, hombres, mujeres, relaciones, afectividad, decepciones, ilusiones, erizos… no parece posible eliminar los daños. Fue doloroso nacer, sentir el crecimiento, sobrellevar las penas, superar las crisis, etcétera. Invitados a perseverar con el ejercicio malabar, de vez en cuando se podrá saborear el brillo derivado de haber logrado una bonita escena en el teatro de la vida, que no se cansa de configurar nuevas representaciones, algo que explicó Arthur Schopenhauer en su principal obra que lleva por título El mundo como voluntad y representación.