En los años 90 los marineros de O Morrazo usaban la motosierra tanto como los aparejos de pesca. Con ella cortaban eucaliptos, hacían barricadas en las carreteras y llegaban a cortar las vías del tren. Decían que era «un arma cargada de futuro». Y la empuñaban para pelear por él.
Aquellos eran tiempos más civilizados. Sin redes sociales. Sin multimillonarios dueños de empresas tecnológicas jugando a crear una internacional de la ultraderecha.
Los marineros nunca imaginaron que aquella herramienta de protesta y «loita» iba a convertirse en un icono de la ultraderecha más embravecida y despiadada, la que desguaza servicios clave sin mirar si dejan sin control el arsenal atómico de Estados Unidos, como Elon Musk o. La que clasifica los discapacitados en rangos como «idiotas», «imbéciles» o «débiles mentales», como hace Javier Milei.
En un reciente aquelarre ultra, el argentino regaló al dueño de Tesla y X una motosierra. Al sudafricano se le vio incómodo con ella. Como si nunca hubiera manejado una herramienta así. Él controla mejor otra tecnología, la de los bots que infectan su red social. Y la del algoritmo tramposo que favorece sus mensajes. No le iba tan bien con su inteligencia artificial, Grok. Identificaba sin complejos a Musk como uno de los grandes desinformadores del mundo.