Considerado un icono de la intelectualidad neoyorquina, el matrimonio Toledo, ?de raíces gallegas, ha cambiado las reglas de la moda y el diseño
14 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.Definir al matrimonio formado por Rubén e Isabel Toledo no es una tarea fácil. Primero, porque la unión de estos dos artistas transgrede con demasiada frecuencia su relación personal para convertirse en un tándem creativo poco usual en el mundo artístico. Segundo, porque ambos han conseguido llegar a la cima de sus carreras sin resignarse a pasar por los filtros del mercado.
Unidos desde que se conocieron en una clase de español de un Instituto de Nueva Jersey, la vida y obra de esta pareja a lo Frida Kahlo y Diego Rivera ha sido recogida en casi todas las revistas de arte de Estados Unidos. A ella se la conoce sobre todo por su trabajo en el mundo de la moda, donde se ha convertido en una de las diseñadoras fetiche a pesar de su negativa a recorrer pasarelas. A él, un cubano de origen gallego -«mis abuelos maternos venían de allí y su apellido era Barrial»-, el éxito le llegaba de la mano de marcas como Estée Lauder o Karl Lagerfeld.
Polifacético «por necesidad» e ilustrador por derecho propio, The New York Times , The New Yorker o Haper's Bazaar son solo algunos de los medios en los que ha publicado. Cuando La Voz se entrevista con la pareja, están a punto de partir hacia Qatar. «Pero te prometemos que te atendemos». Una rareza más, estos artistas sí que cumplen su palabra.
Pregunta. Compartir casa y trabajo se ha convertido en seña de identidad de sus trabajos. ¿Hasta qué punto les influencia la creatividad compartida?
Rubén. Para mí esta colaboración forma parte intrínseca de todo lo que produzco. Una pieza de Isabel está siempre muy presente en todas mis creaciones.
Isabel. Yo creo que donde más se refleja es en la diversidad de nuestras obras. Como pareja, los dos amamos las cosas eternas, incluso aunque se transformen. Lo que nos aporta el otro es ser capaz de interpretar esta idea con unos ojos distintos.
P. Como ilustrador y modista, ¿cómo ven el ascenso del diseño en el mundo del arte?
I. Básicamente lo que ocurre es que durante años el arte ha sido concebido como un movimiento sagrado, elevado o elitista. Sin embargo, el diseño es el arte democratizado.
R. Todo el mundo puede tener una opinión respecto al diseño, aunque no sobre el arte. Esto enriquece las exposiciones, porque implica a más gente.
P. ¿Pueden existir hoy artistas sin que conozcan el éxito?
R. Sí, porque desde mi punto de vista el éxito no debe ser la meta, sino un puro accidente. Nadie que se dedique a esto debería basar su felicidad en los triunfos porque, en el arte y la moda, el éxito es elusivo. El único éxito reside en tu propia evolución y satisfacción.
I. Para mí el éxito es que el público te responda cuando tratas de comunicarte con él y, en ese sentido, ambos hemos cumplido nuestro objetivo.
P. Y en ese objetivo, ¿existe alguna fórmula mágica?
I. Seguir tu inspiración. Para mí, la inspiración es parte natural de mi vida, como el hecho de respirar o comer. Se basa en seguir tus instintos y en ser valiente como para seguir tu voz.
R. Para mí es todo lo contrario. La inspiración es solo el trabajo. Yo dibujo, hago moldes, escribo [Lagerfeld le acaba de publicar un libro] y en este proceso encuentro ideas.
P. ¿Recurre alguna vez a su pasado gallego en esta búsqueda de ideas?
R. Menos de lo que quisiera. Para mí, como para casi todos los cubanos nacidos tras la revolución, mis raíces españolas viven más en mi imaginación que en mi experiencia directa. Quizá por eso España es en mi mente una especie de fantasía surrealista llena folclore y fantasía. Sin embargo, espero poder hacer un viaje largo allá que me ponga en contacto con ella.