Concepción Crespo Rivas recibe el homenaje de sus compañeros
18 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.Cuando en 1997 la Consellería de Educación le puso su nombre a la Escuela de Educación Infantil de Campolongo y pasó a llamarse Concepción Crespo Rivas, a ella, a Conchita, que había sido su primera directora, le dio cierto pudor. «Lo hicieron a escondidas, yo no quería, pero cuando me enteré ya estaba hecho». Dice que ahora ya perdió algo la timidez, «pero entonces era de un tímido subido y pensé que se podía armar un lío». Se jubiló hace 24 años y sigue muy vinculada a su escuela, que suele visitar en ocasiones especiales, como las fiestas de Carnaval o de Navidad. Mantiene una magnífica relación con todas las profesoras que han pasado por el centro en sus 34 años de historia, con las que están ahora en activo y con sus antiguas compañeras también jubiladas, con las que se reúne una vez por semana. Todas ellas le rindieron ayer un homenaje a Concepción Crespo con motivo de su 90 cumpleaños, una fiesta sorpresa a la que sus sobrinos la llevaron engañada.
Sus inicios
Conchita, como todos la llaman, es soltera y no tuvo hijos, pero sí cientos de alumnos, sin olvidar a sus 25 sobrinos. Es una maestra forjada en las antiguas unitarias rurales, que comenzó su carrera docente en Rodeiro, cuando allí todavía había que alumbrarse con candil. Después la destinaron a la escuela de Donón, en Cambados, y ya con luz eléctrica pudo ampliar sus estudios para especializarse en párvulos -antes había que hacer una oposición especial para dedicarse a la educación infantil-. Ejerció también en A Guarda, en Seijo y en Marín, su villa natal, hasta que en 1981 se vino a Pontevedra para dirigir la recién abierta Escuela Preescolar de Campolongo, hoy Escuela de Educación Infantil Concepción Crespo Rivas. «Éramos un gran equipo, trabajábamos muy bien y esa fue la clave de que el colegio cogiera después tanta fama». De aquella había ocho aulas de 3 y 5 años y no había límite de plazas. «Cogíamos a todos los niños que venían y llegamos a tener casi cuarenta por aula; después se fue reduciendo, tenían que ser de la zona y ahora las clases no pasan de 25».
Conchita reconoce que al principio tuvieron problemas económicos, las administraciones no eran demasiado generosas a la hora de realizar obras de mantenimiento y mejora y había que presionar. Recuerda con sus compañeras cuando compraron las cortinas para las ventanas en Clarita. Las pagaron a plazos, con la ayuda de la asociación de padres, «siempre muy implicados» y antes del comienzo de cada curso las propias profesoras las llevaban a lavar a sus casas. Pero nada como aquel frío invierno en el que se estropeó la calefacción. «Casi todos los niños se pusieron enfermos y apenas había cinco en las clases». Aquello motivó la primera huelga en la escuela y los padres colapsaron el Registro del Concello presentando escritos, uno por uno. Ya jubilada, Concepción visita el colegio de vez en cuando y lleva una vida tranquila y de calidad. Está en buena forma y a sus 90 años va a nadar habitualmente a la piscina.