En la era de Internet y la telefonía móvil, la UR de comunicaciones por radio agrupa en Pontevedra a 70 socios y estuvo alerta en la catástrofe de Nepal
07 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Tomás Abeigón Vidal trabaja en una entidad bancaria y cuando le cuenta a alguien que conoce su faceta profesional, pero no sus aficiones, que es radioaficionado, la reacción es casi siempre la misma. «Fruncen el ceño desconcertados y me preguntan extrañados: Ah!, pero ¿los radioaficionados todavía existen?». Su respuesta, obviamente, es que sí, que todavía están operativos y a pesar de que los avances tecnológicos tuvieron como consecuencia el abandono de muchos, «los de vocación de verdad seguimos activos». Él comenzó a los 17 años -ahora tiene 50- y quien le metió el gusanillo fue un primo de su padre que tenía una emisora montada en un Seat 600.
Antes de se que se universalizase Internet y la telefonía móvil, muchos se hacían radioaficionados como medio de comunicación con familiares que residían en otros lugares, que trabajaban en la pesca de altura o en la marina mercante y pasaban fuera largas temporadas. «Entonces, la radio era un medio muy accesible y de bajo coste». Ahora ha habido un cambio de tendencia, comienzan a crecer nuevamente gracias al asociacionismo y a que la nueva Ley de Reforma del Sistema Nacional de Protección Civil reconoce el papel de estos voluntarios en la resolución de catástrofes.
Pero, ¿cuántos son, dónde están y qué hacen los radioaficionados pontevedreses? En la provincia hay tres secciones comarcales de la URE (Unión de Radioaficionados Españoles) y en la ciudad la asociación más representativa es la Unión de Radioaficionados Rías Baixas (URRB), que cuenta con unos setenta miembros. Es una de las más veteranas de Galicia y de España, con casi cuarenta años de antigüedad.
Abeigón lo explica alto y claro. A pesar de las nuevas tecnologías, «los radioaficionados seguimos siendo necesarios en la sociedad de las comunicaciones», asegura. «Somos los únicos que estamos en condiciones de garantizar esas comunicaciones con todo el planeta en circunstancias excepcionales de emergencia». Y subraya que lo han demostrado en multitud de catástrofes a nivel mundial. «Nadie piensa que hoy en día puedan fallar los modernos y convencionales medios de comunicación, sin embargo en los últimos años hemos asistido a catástrofes naturales de magnitudes increíbles que han hecho reflexionar a los gobiernos de muchos países que tenían un problema muy grave con las transmisiones en esas excepcionales circunstancias, y volvieron la mirada a nuestro colectivo, que lo tenían olvidado».
Se refirió Abeigón al Katrina en Estados Unidos y Filipinas, como ejemplo. También a la reciente catástrofe de Nepal, en la que los radioaficionados pontevedreses colaboraron con la red de emergencias de la Unión Internacional (IARU). Desde aquí monitorizaron la transmisión de mensajes en la frecuencia activada, manteniéndose alerta y a la escucha como apoyo para pasar comunicados en caso necesario, aunque sin intervenir directamente al estar en una región distinta.
Otras contribuciones
Pero no solo en casos de catástrofes pueden ser de utilidad pública y de importancia vital. Efectúan otras contribuciones a la sociedad moderna. «De nuestro estudio y experiencias se siguen produciendo avances científicos -añade- que de otra forma no se podrían obtener». Colaboran con instituciones públicas y privadas ayudando al mantenimiento y conservación de señales como los vértices geodésicos (Instituto Geográfico Nacional), fomentan el conocimiento y el intercambio cultural de naciones con sus comunicaciones y aportan conocimientos y recursos en países del tercer mundo para ayudarles en su desarrollo (Radioaficionados sin fronteras).
También realizan actividades en colegios con los niños para que conozcan y se interesen por la radio y tengan de primera mano una experiencia única realizando conexiones con otros países del mundo, incluso con la Estación Espacial Internacional, como hicieron en este caso en un colegio de Ourense hace unos años, donde los escolares pudieron hablar con Pedro Duque, el español que formaba parte en aquel momento de la tripulación de la misma.