Aunque a medio kilómetro hay otros pequeños, él es el único crío en un pequeño lugar de Campo Lameiro
15 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«Son Balbino, un rapás de aldea, como quen dis un ninguén». Así empieza uno de los libros más vendidos de la literatura gallega, el inolvidable Memorias dun neno labrego, de Neira Vilas. Balbino, en su época, era un niño de tantos en aquella Galicia rural llena de críos por todas partes. Años arriba, años abajo ha pasado un siglo desde su existencia. Y en los concellos rurales, en las aldeas, cada pequeño vale ahora su peso en oro. Ocurre en Mullerboa. Esta aldea de Campo Lameiro tiene varios núcleos, no demasiado distantes, con distintos nombres. En el que únicamente se conoce como Mullerboa, de cuatro o cinco casas, ya solo queda un crío: se llama Adán y tiene 3 años. Recibe él en su casa, con mucha timidez, escondiéndose entre los brazos de su mamá. Pero a los cinco minutos demuestra que le encanta hablar con los mayores. Y que lo hace divinamente, sobre todo cuando se le pregunta por su perro Tobi, gran compañero de juegos.
Junto a Adán está Mari, su madre, y sus abuelos, Claudino y Mari Carmen. Estos últimos recuerdan perfectamente cómo era la aldea cuando ellos eran jóvenes. «Aquí cando eu me criei había o demo de rapaces, nalgunha casa catro ou cinco. Incluso cando o meu fillo [refiriéndose al padre de Adán] era pequeno, aínda que el non tiña irmáns, tiña unha chea de rapaces ao arredor».
Los tiempos fueron cambiando, se juntó el bajón de la natalidad con la marcha de muchos vecinos de la aldea -cuentan que los fines de semana regresan al lugar algunos niños que viven en Vigo o en el núcleo urbano de Campo Lameiro- y el último chaval que nació en Mullerboa antes que Adán ya es un adolescente en edad de instituto. Sí quedan pequeños en los núcleos próximos. Una de las niñas que vive más cerca, a algo más de medio kilómetro, es Alicia. Adán no deja de hablar de ella: «Viene a jugar aquí y yo voy a su casas», informa. «Aínda que no noso lugar non hai rapaces cerca si quedan algúns, como a súa amiga Alicia, e si que vai xogar con eles. Sería moito peor se estivésemos nunha aldea que non tes a ningún outro meniño cerca», cuenta la madre, que indica también que en la parada en la que Adán coge el bus todos los días para ir al colegio de Campo Lameiro, la más numerosa de su ruta de autocar, se suben y bajan actualmente cuatro niños. En ese momento, la abuela Mari Carmen remacha: «Catro nenos... e cando eu ía a escola tiñámola aquí ao ladiño, na mesma aldea, e eramos unha chea de rapaciñas».