El incendio de la química Brenntag en Caldas de Reis causó un vertido contaminante que obligó a una gran obra de ingeniería para tratar las aguas, garantizar el abastecimiento y recuperar el cauce
24 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Viernes, 1 de septiembre del 2006 en Caldas de Reis., un estruendo que estremeció a los vecinos e hizo temblar, a primera hora de tarde, el suelo de las casas y de las empresas cercanas a la nave de Brenntag en el lugar de As Veigas de Almorzar, en la parroquia de Bemil iba a tener graves consecuencias medioambientales.
La explosión fue tan fuerte que hizo temblar el suelo de las casas y de las empresas cercanas a la nave de almacenamiento y distribución de productos químicos Brenntag, en el polígono industrial de la localidad pontevedresa de Caldas de Reis. Solo unos minutos después, sobre las dos de la tarde, los habitantes de una docena de viviendas y los trabajadores de cuatro naves eran ya desalojados. Los treinta metros de altura de las llamas que devoraron durante horas la nave industrial y sus alrededores hacían presagiar lo peor. La Guardia Civil y la Policía Local cerraron la carretera N-640 y se recomendó a los vecinos de Caldas que permaneciesen en sus casas con puertas y ventanas cerradas, por precaución.
Entonces aún no se sabía qué podía deparar aquel incendio. La multinacional alemana almacenaba y distribuía, a orillas del río Umia, productos químicos. Las llamas destruyeron completamente la planta, los coches de los trabajadores de Brenntag, una docena de turismos, y los camiones. Todo calcinado. Las llamas dieron paso a un vertido que contaminó varios kilómetros del Umia y que tiñó el cauce de un intenso color azul turquesa.
A la mortandad total de peces se sumó un grave problema de abastecimiento de agua para O Salnés, que se salvó con éxito con la rápida construcción de una conducción alternativa de diecisiete kilómetros entre Caldas y Ponte Baión. Pese a la inversión millonaria, esta tubería, que sufrió más tarde los efectos de las riadas, se quedó sin uso.
Hubo construir a lo largo del cauce balsas y plantas de depuración de cero, barreras de carbono activo y una gran obra en tiempo récord para mitigar la contaminación.
En un primer momento se cerró la ría de Arousa al marisqueo, en previsión de que el vertido pudiese afectar a la ría y que los productos químicos acabasen en la cadena trófica. La situación de emergencia que vivió en los días siguientes el río Umia llevó a acelerar todos los trabajos.
Uno de los retos era saber qué era exactamente lo que había ido a parar a sus aguas. Los primeros análisis, realizados por Labaqua, un empresa con sede en Santiago de Compostela, y a los que tuvo acceso La Voz de Galicia, determinaban la presencia de al menos ocho compuestos orgánicos que viajaban en las aguas
El de mayor concentración hallado era el estireno. Según los expertos consultados para realizar las informaciones que aquel mes de septiembre se sucedían a diario en la prensa, el producto se utiliza en la fabricación de productos como cauchos, plásticos y materiales aislantes. En contacto con el aire, el estireno se degrada con cierta rapidez, en uno o dos días, aunque en el agua su eliminación natural puede resultar más compleja. Como así fue. Porque en superficie la degradación fue más rápida. El reto era saber qué iba a pasar en aguas más profundas o incluso en las subterráneas. Allí podía permanecer hasta seis o siete semanas.
El cauce del río Umia adquirió un color turquesa que atrajo a decenas de curiosos en los días siguientes, por muchas advertencias que se hiciesen acerca de los riesgos. Un olor dulzón se instaló en la zona del incendio que tardó tiempo en disiparse. Luego vinieron los trabajos de descontaminación, el cierre definitivo de la planta y un incierto panorama laboral para la plantilla, que acabó siendo objeto de un expediente de regulación de empleo. Brenntag trasladó su actividad a Portugal.
«Saímos todos correndo»
El estruendo fue descomunal, pero su origen estuvo en una simple chispa coincidiendo con la descarga de productos químicos en la planta. «Saímos todos correndo, non nos deu tempo de coller nada», relataba un vecinos solo unos días después con el miedo todavía en el cuerpo. «Todo fue muy rápido, entró la Guardia Civil vociferando: “¡vamos, vamos, todos fuera, todos fuera!”, y nosotros salimos como pudimos», recordaba otro. Y es que en un inicio se temió lo peor.
Además de a la nave incendiada, las miradas también se dirigían a la gasolinera contigua a la empresa siniestrada. Afortunadamente, el fuego, pese a su violencia, no consiguió alcanzarla, pero los bomberos de O Salnés pasaron horas luchando para dominarlo y evitar que se acercara a los depósitos de combustible. Lo lograron, pero no sin que antes se consumiesen las instalaciones del lavado de coches.
Han pasado ya trece años desde aquel episodio que dejó en la retina el recuerdo de un río con un inverosímil color azul turquesa