El alcalde de Ponte Caldelas cambia el despacho por una furgoneta y hace él mismo la compra a los mayores
PONTEVEDRA
Andrés Díaz, que en su día fue casco azul en un país en guerra, esta mañana ya le acercó fruta a unos ancianos de Laxoso, que se alegraron de verle
18 mar 2020 . Actualizado a las 22:21 h.El alcalde socialista del municipio pontevedrés Ponte Caldelas, Andrés Díaz, es un regidor que no suele pasar desapercibido. Una vez más, y a cuenta del coronavirus, ha demostrado su carácter singular. Acaba de anunciar que abandona el despacho. O, mejor dicho, que lo cambia por una furgoneta. Y que será él mismo, acompañado de otro concejal, llamado Pepe Garrido, el que acuda a los domicilios de las personas mayores a llevarles la compra.
¿Por qué ha tomado esta decisión? Lo cuenta mientras se ajusta la mascarilla y los guantes para ponerse en marcha con su nuevo cometido: «Necesitábamos tener a alguien que fuese a casa de las personas mayores a llevarles lo que necesiten. Pensamos en que lo hiciesen operarios municipales, pero en los concellos pequeños el personal está contado. Y prefiero que se ocupen de lo más urgente, que son las desinfecciones. Entonces, pensé que tenía que ser alguien conocido por la gente mayor, para tratar de darles confianza, porque te tienen que dar su dinero, su tarjeta... y decidí que lo haría yo mismo».
Aprovechando que tiene una legión de seguidores en Facebook, colgó un comunicado en el que da cuenta de su nueva labor. E indica lo siguiente: «Dende hoxe serei eu mesmo o que se encargue de facer a compra de alimentos e medicamentos ás persoas maiores. Os operarios son poucos e é importante que os servizos básicos se manteñan: hai que desinfectar a fondo as rúas, realizar o control da auga potable e facer o mantemento das depuradoras. Por iso irei co concelleiro Pepe Garrido a recoller a lista de alimentos e medicamentos dos nosos maiores para facer a compra e entregarllos no seu domicilio. Son tempos duros e difíciles, sobre todo para as persoas máis vulnerables, ás que non podemos deixar de lado».
Su mensaje surtió efecto de forma fulminante. Y esta mañana ya empezó a hacer los recados de los mayores del municipio. Así, unos vecinos mayores de Laxoso pidieron que les hiciese llegar fruta. Y allá se fue Andrés Díaz con el pedido. Cuenta que, aún manteniendo una distancia de seguridad con ellos a la hora de dejarles el encargo, fue un momento muy emotivo: «Les había avisado su hija de que iba a ir yo y la verdad es que se pusieron contentos. Aprovechamos para echar una brevísima parrafada. Me decían que seguro que esto no era para tanto. Y yo les dije que sí, que hay que tener cuidado y les pedí por favor que no salgan de casa o de la leira que tienen al lado. Me pongo en su lugar y sé que no es fácil, como tampoco está siendo fácil convencer a mis padres para que se queden en casa. Pero así debe ser».
De Bosnia a los incendios
Lo cierto es que Andrés Díaz tiene en el currículo varias experiencias en situaciones extremas. La más reciente tuvo lugar el 16 de octubre del 2017. Aquel día, en el que Galicia ardió por los cuatro costados y el fuego entró hasta el mismo corazón de Vigo, Ponte Caldelas se convirtió en una pesadilla negra. El municipio quedó arrasado. Y el alcalde se puso al frente de un operativo enorme para acoger a vecinos en el pabellón y apagar el fuego aquí y allí, ya que era imposible que llegasen medios de fuera y había decenas de viviendas en peligro. Luego, organizaron una experiencia de voluntariado tremenda para echar paja en el monte.
Antes de todo esto, cuando la llegada a la alcaldía todavía le quedaba muy lejos, vivió una experiencia aún mucho más dura. De hecho, insiste en que no tiene comparación con nada de lo que se está viviendo ahora. No en vano, con 17 años se apuntó al ejército profesional y a los 18 se convirtió en el soldado español más joven en un país en guerra. Corría el año 1994 y él fue destinado como casco azul a Bosnia, en la misión de la ONU. Dice que por muy difícil que nos parezca la situación actual, no tiene nada que ver con la que pasa un ciudadano cuyo país queda destruido. «Allí veías los edificios como un queso gruyère, era terrible», recuerda.
Y, así, agarrándose a experiencias mucho más fuertes que ya vivió, encara la crisis sanitaria con la ilusión de hacerle un poco más llevadero el día a día a los mayores. Está convencido de que la unión ciudadana ayudará a que todo salga bien. Dice que trae el optimismo puesto de casa, que se lo insufla él mismo y sobre todo su familia. Y no es raro. Al fin y al cabo, en su día se hizo famoso también por lo enamorado y feliz que vive.