Miro Álvarez, tras superar un cáncer de laringe: «Para mis hijos es normal verme limpiar la prótesis»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Miro Álvarez, que superó un cáncer de laringe, con sus hijos mellizos Joaquín y Alberto, en una imagen tomada por su mujer, Olga
Miro Álvarez, que superó un cáncer de laringe, con sus hijos mellizos Joaquín y Alberto, en una imagen tomada por su mujer, Olga CEDIDA POR LA FAMILIA

Este vecino de Moraña aprendió a hablar y disfruta de esta segunda oportunidad viendo crecer a sus mellizos

05 feb 2022 . Actualizado a las 19:23 h.

Hace cinco años, Argimiro Álvarez, Miro, contaba a La Voz cómo había aprendido a hablar tras un cáncer de laringe diagnosticado en el 2012 que conllevó la extirpación de las cuerdas vocales. Le ayudó el programa Volver a hablar de la AECC, al que sigue vinculado todavía hoy. Este jueves se conmemoró el Día Mundial contra el Cáncer y este vecino de Moraña quiere dar su testimonio para decir, con todas las cautelas, eso sí, que se puede superar la enfermedad. En su caso todo comenzó por una afonía y nunca se le pasó por la cabeza que fuera cáncer, aunque fumaba cajetilla y media de tabaco al día.

¿Cómo está Miro y cómo es su vida? «Estoy perfecto. Tocando madera, se puede decir que superé aquel cáncer y si Dios quiere el próximo agosto cumpliré diez años desde la operación», cuenta. Ahora tiene revisiones cada seis meses, pero solo en la consulta de otorrino. «Solo me dan nitrato de plata para quemar un poco de mucosa, y tomo una pastilla pero la tensión. Nada más», explica desde su piso de Moraña. Miro es feliz porque puede comunicarse y hacer cosas. Algo que no siempre fue así. Durante un tiempo el no poder hablar lo aislaba socialmente y también dentro de su familia.

Se emociona al recordarlo. «Cuando me diagnosticaron el cáncer, tres meses antes había perdido a un primo por la misma enfermedad. Mis hijos mellizos tenían tres años y siendo tan pequeños la comunicación con ellos era imposible porque no sabían leer y no les podía escribir como a los mayores», cuenta. Esos pequeños van a cumplir 13 años este mes y ya están en el instituto. Son el orgullo de sus padres, Miro y Olga. Verlos crecer es el mejor de los regalos para Miro. «Son muy cariñosos, para ellos es normal verme limpiar la prótesis y a veces me dicen, ‘Papi, no fuerces’».

Miro, que de profesión era carpintero, tuvo que jubilarse por enfermedad. Ahora se cuida, ni fuma ni bebe y se encarga de muchas cosas de la casa. «Mi mujer trabaja a turnos. A veces llevo a los niños a Campo Lameiro, donde cogen el bus para Pontevedra, vuelvo a casa, hago las camas, friego la loza... Y si tengo tiempo me voy a mi paraíso».

Ese paraíso que relata es la casa donde nació. Está en Painceiros, en Campo Lameiro, y allí es feliz cortando el césped, apañando leña o plantando frutales. Los animales, leer el periódico o caminar por el monte son ratos que disfruta. Se ha acostumbrado a una compañera que no habría elegido, pero con la que ha aprendido a convivir: su prótesis. Miro hace hincapié en que al principio era más complicado. «Si bebes el líquido puede llegar al pulmón y te da la tos. Cada cierto tiempo hay que cambiar la prótesis, que dura entre ocho meses y un año, si es en consulta se hace en cinco minutos con una pinza, si hay que pasar por el quirófano son quince, pero después está la reanimación». Miro ha aprendido a quererse y a valorar esta segunda oportunidad de la vida. «Me defiendo como estoy. Las sesiones de grupo me ayudan, aunque, desgraciadamente, unos se van y vienen otros nuevos». Se refiere al programa Volver a hablar. Confiesa que desde hace más de dos años no va por necesidad, sino porque le hace bien. «Voy por ver a la gente, por hablar. Son 45 minutos». Y agradece todo el apoyo de la asociación y de Ánxela [Alonso, la logopeda], que sigue siendo «mi ángel».