Mónica Gundín, instructora del proyecto YAM: «Es una aproximación muy neutral y cercana a los chavales, de ahí el éxito»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

La trabajadora social Mónica Gundín, a la izquierda, en una actividad del programa YAM de prevención de suicidios en jóvenes
La trabajadora social Mónica Gundín, a la izquierda, en una actividad del programa YAM de prevención de suicidios en jóvenes M.G.

La trabajadora social del Sergas explica la dinámica de trabajo en las aulas para prevenir conductas suicidas en jóvenes

21 ene 2024 . Actualizado a las 19:14 h.

Mónica Gundín Rey (A Coruña, 1973) es trabajadora social del Sergas e instructora del proyecto YAM para prevenir conductas suicidas en jóvenes en la provincia de Pontevedra. Esta profesional da algunas claves del programa que se desarrollará este curso en Galicia y pone el acento en el protagonismo de los chavales.

—El proyecto se está dando a conocer en los centros que participan, 27 en la provincia y 5 en la comarca. ¿Qué se busca?

—Primero se están haciendo charlas con las familias para que de una manera más cercana entiendan lo que van a firmar del consentimiento informado y cómo se va a aterrizar el YAM en los institutos.

—El método sueco YAM está considerado como el más eficaz para intervenir con jóvenes. ¿Cuáles son sus fortalezas?

—Para mí, en cuanto te empapas, primero lo aprendes como instructora y después lo aterrizas, porque ya hicimos una práctica piloto con una clase pequeña, con trece chavales cuyos padres estaban dispuestos. Y lo que vi y por lo que creo que tiene este éxito es porque aporta como un balón de aire a los temas candentes de los que los chavales quieren hablar a esa edad, 13-14 años. Es una aproximación muy neutral, muy cercana, no es como una charla magistral como si como instructora les dices, te tienes que cuidar, tienes que hacer esto o no tienes que comer dulce, como a lo que están acostumbrados.

—Hablando de forma coloquial, sería ponerse a su nivel...

—Se les habla con su lenguaje, con cercanía, y se les da el protagonismo. Ellos mismos eligen los dilemas y situaciones tipo que se les dan y eligen cuál prefieren abordar. Con el mismo material o dilemas, te sale diferente una determinada clase que elige un par de dilemas que otra que ha elegido otros que les interesan más. Está como muy consensuado la manera de trabajarlo con ellos. Por otro lado, se les deja hablar sobre cómo se sienten en esas situaciones, qué piensan, qué deciden hacer, pero no se les dice lo que es correcto o incorrecto, así entre ellos ven cómo lo abordan unos compañeros y cómo lo abordarían ellos. Entre todos se ven así como reflejo y aprenden, uno a identificar y otros a ver cómo otra gente actúa ante esas situaciones.

—¿Con los jóvenes pasa lo mismo que con los adultos respecto al suicidio, es un tema tabú, del que casi no se habla?

—No te podría decir porque no me gusta hablar de los jóvenes como generalidad. Depende mucho de su cultura y de su formación a nivel social y familiar, depende un poco más de eso. Habrá chavales, por ejemplo, que hayan oído de un familiar, aunque sea lejano, que se haya suicidado, y otros que no tengan información al respecto y que sean nuevos en el sentido de aproximarse a esta información. Ya no es tanto directa, de hablar de suicidio con ellos, sino esa posibilidad que hay y a la que se llega para hablar de situaciones cotidianas de la vida que pueden llevar a su malestar emocional. Saben porque ellos preguntan y son muy activos con las dinámicas. A nivel familiar sí puede haber tabúes, si ha pasado un problema muy gordo y no se habla, ellos pueden tener ese reflejo de aprendizaje.

—¿Se habla menos de suicidio si las víctimas son menores?

—A los chavales, en cuanto les ofrecemos los temas de una manera preparada, los veo con esa frescura que les caracteriza. Los veo muy dispuestos a hablar de lo que se les diga.

—La receta de trabajo del YAM es escuchar y verbalizar...

—La receta es eso, justo. Primero, que se pueda hablar, los vas preparando un poquito para que vayan diferenciando determinadas situaciones. Por ejemplo, no es lo mismo sentirse estresado que después tener una crisis más larga, sostenida en el tiempo; no es lo mismo decir, entre comillas, estoy depre que tener realmente una depresión. Lo primero que aprenden con estas dinámicas es a identificar las diferentes particularidades, sin ser tampoco súper dramáticos, sino en su justo punto, para ver después las diferencias. Una vez que identifican eso, se sienten más libres para hablar de estas situaciones. Por ejemplo, qué les provoca estrés. Puede ser que tenga un examen y me haya olvidado, ver cómo enfrentan eso, cómo lo preparan, lo digo o no lo digo en casa. Ellos debaten mucho y razonan sobre cómo lo haría cada uno y ven las distintas soluciones. A partir de ahí viene un poco la conciencia de ver cómo determinadas cuestiones, que a los adultos les pueden parecer más triviales, a ellos sí les afecten emocionalmente en el día a día, los problemillas de la vida cotidiana y ver cómo los solucionarían otros compañeros. Y ver que de esas elecciones que hacemos en la vida hay una consecuencia.

«A veces se detecta justo a los 12 años, cuando salen de primaria» 

En estudios a nivel nacional la prevalencia de intentos de suicidio en jóvenes de 14 a 19 años es del 4 %, llegando la ideación suicida grave al 7 %. Porcentajes que, según el Sergas, han aumentado tras la pandemia. Con datos del Imelga, en el 2022 se produjeron en Galicia 16 fallecimientos de personas menores de 30 años y cero de menores de 15 por suicidio. Mónica Gundín incide en que lo fundamental es que vean que, en el momento en que sientan que no son capaces de afrontar un problema, pidan apoyo o para sí mismos o lo pidan para un compañero.

—Galicia es pionera en España en aplicar el proyecto, que aquí se enfoca a edades más tempranas. ¿Está bien empezar a esas edades?

—Entiendo que sí. Es una colaboración entre los investigadores y las consellerías de Sanidade y Educación, y son ellos los que saben cuándo detectan estas necesidades. A veces se detecta justo a los 12 años, cuando los chavales salen de primaria. Quizá por alguna cuestión se detecta en el traslado a los institutos a los 13-14 años, creo que es una elección acertadísima en ese sentido. La demanda viene no solo de educadores, sino también de padres.

—¿Cómo se hizo la elección de los centros?

—Está fundamentado en el estudio, que es aleatorizado. Quiere decir que de todos los que se van a empezar ahora te toca por azar ser centro de intervención o de control. Hay un número equis de intervención y otro de control y es aleatorizado. Se supone que la muestra tiene que ser representativa entre todo el universo del alumnado gallego de 3.º de la ESO, por eso puede tocar rural, urbano, público, concertado o privado. Por eso se pusieron en contacto con los centros, y no al revés. Primero se les pasará una encuesta para los chavales en todos los centros, y a finales de febrero se empezará a intervenir.