Hoy, cuando hubiera cumplido los 45 tacos, seguro que lo habría celebrado con una Milnueve en alguno de los locales del casco histórico de Pontevedra antes de, siendo sábado, acudir a O Diaño para marcarse una jam session con sus Odiosos 5. Pero no podrá ser. En agosto se nos fue Dany Moure, un músico al que tuve la suerte de conocer siendo niños (el más niño que yo que para eso le quito cinco años) y del que tuve la fortuna de seguir su trayectoria musical antes si quiera de que se subiera por primera vez a un escenario con su primer grupo, Alquimia, cuyos integrantes, por cierto, abrirán el festival homenaje que se le dispensará este sábado impulsado por la asociación Nothing But The Blues en el paseo de Rosalía de Castro a partir de las 18 horas. Es lo que tiene haber vivido prácticamente enfrente de la casa del bajista del grupo, hoy en Chroma, Álex Pazos, donde ensayaban por las tardes.
Lo cierto es que, echando la vista atrás, solo puedo decir, parafraseando un reconocido título de Miguel Delibes, que me perdone el atrevimiento, que la sombra de Dany Moure es alargada, su huella musical en la escena local aún está por calibrar en su justa dimensión, pero que nadie dude de su repercusión. Prueba de ello la respuesta que ha tenido la convocatoria de este festival homenaje en el que participarán medio centenar de artistas de forma totalmente altruista, mientras que otros muchos me consta que se quedaron en la reserva.
Donde quiera que esté Dany Moure, quien reconocía que su única religión era el Surfing the Lérez, festival del que se podría considerar no un sumo sacerdote, sino un acólito ferviente y contumaz, seguro que abrirá una birra y brindará para que todos lo celebren como a él más le gustaría, divirtiéndose y sin lágrimas en los ojos. Y es que su relación con este festival se cimentó ya desde su primera edición. El propio Dany recordaba cómo la noche antes de aquel Surfing, Gold & Colt, el grupo que fundó junto a Roberto Fernández (Crazy Rober), ofreció un concierto en Santiago «al que solo fue una persona y llovía a mares. Al regresar, de madrugada, nos decíamos: ‘¿Y por la mañana tenemos que tocar? ¿Para qué nos hemos metido en esto?’». La respuesta siempre la tuvo en su guitarra, por la música.