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El regalo del Día del Padre le enseñó a remendar los calcetines

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

PONTEVEDRA

MARTINA MISER

Los Reyes Magos le trajeron un kit de costura y San José, un curso para manejar hilo y aguja; Marcos probó y lo recomienda

24 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Marcos Escudeiro Vieites ya puede coser unos calcetines agujereados a cuenta del Día del Padre. A él no le regalaron una colonia, ni una camisa ni una experiencia gastronómica; su hijo Martín le obsequió con un curso para aprender a remendar y zurcir que se impartió el sábado en la Casa das Formigas de Cambados. Compartió curso con tres mujeres y la experiencia no pudo ser más positiva. «O tempo pasoume moi rápido», cuenta, de modo que ya está pensando qué va a ser lo primero que va a arreglar por casa y recomienda la experiencia.

Todo empezó en Navidades. Marcos es de esas personas que se lamentan de que se tire una prenda porque le sale un descosido así que los Reyes Magos tomaron nota y le dejaron uno de esos kit de costura que prepara y vende la artesana textil Ío Morales; ya tenía la bola de madera en forma de seta para apoyar el tejido, agujas, hilos y un librito-guía sobre los tipos de puntos que se utilizan para coser un roto, pero el regalo no era completo si no incluía una clase práctica, y el sábado llegó el momento. Fueron cuatro horas por la mañana que no dan para convertirse en el sastre que fue su abuelo, pero sí le confieren una seguridad que antes no tenía. Marcos no partía de cero. Sabía ya lo que es coser un botón porque la vida de estudiante obliga, de modo que en su neceser nunca faltaba el kit de costura del hotel de turno para salir de un apuro. Siempre fue apañado a la hora de arreglar las cosas, planchas incluidas, «e se non queda ben tampouco se perde nada, polo menos hai que tentalo», explica. En casa su madre cosía y su padre era zapatero (la de Julio era un clásico en Cambados), de modo que creció viendo remendar prendas y zapatos para darles una segunda vida. Aquel aprendizaje dejó huella. Por economía, por ecología y por filosofía de vida, Marcos es de los que apuesta por reutilizar, y así se lo quiere transmitir a su hijo de seis años dando ejemplo.

La suya es una experiencia que se repite en los talleres que lleva impartiendo Ío Morales desde hace un año. Sus alumnos-clientes quieren aprender a zurcir por varios motivos: para ser autosuficientes, como medida de ahorro desde el punto de vista económico y medioambiental —el consumismo desaforado está enfermando al planeta— e incluso por motivos sentimentales. «Para moita xente hai unha compoñente emocional porque recordan as súas nais e avoas cosendo ou traen algunha peza que queren recuperar». La artesana se refiere a aquel chal que vio tantas bodas de la familia, al abrigo con el que llegó un tío emigrado en las Américas, la sábanas de los antiguos ajuares..., de todas esas prendas, casi siempre heredadas, de las que uno no se quiere desprender y que se acaban deteriorando en el armario.

El zurcido también es útil para tapar una mancha que no sale ni con un lavado concienzudo, para las salpicaduras de la lejía y para los calcetines de lana que enseguida se rompen por las puntas. Paradójicamente, en estos tiempos de vaqueros rotos, a los talleres de Ío también acuden con pantalones que quieren zurcir a su gusto o siguiendo la tendencia de la moda de turno.

Como ocurrió en Cambados, la mayor parte de las personas que acuden a estos talleres son mujeres y el abanico de edad va de los 20 a los 70 años. Las veteranas ya saben lo que se van a encontrar entre manos, pero, entre las más jóvenes, Ío ya estuvo en la tesitura de tener que enseñarle cómo se enhebraba una aguja. Pespuntear no es una de las habilidades de la generación Z. Frente a lo que aprendían sus madres y abuelas siendo niñas —cuando coser, calcetar, bordar y hacer ganchillo formaba parte de su educación y ocio cotidiano—, la mayoría de los veinteañeros y treintañeros del 2025 no saben lo que es una bastilla o que las cremalleras se pueden cambiar. Para los disfraces de carnaval o de Halloween se las apañan con las abuelas y los bazares chinos y los arreglos de la ropa los dejan para las profesionales, aunque con la moda fast fashion apenas sale a cuenta ir a la modista.

Con iniciativas como la llevada a cabo en la Casa das Formigas quizás cambien algunos hábitos y hasta salga algún maestro da la costura como los que veía Marcos en la televisión. «Crear é bonito e a costura, como a fotografía, é algo artístico», comenta este economista cambadés de 48 años que lamenta que aún sea noticia ver a un hombre dispuesto a ponerse el dedal.