Creció en un entorno rural rodeada de verde, piedras, cantería, libros, cultura autóctona, ingeniería y arquitectura. Así que ella no lo sabía, pero de pequeña ya era paisajista. Fue esa preocupación por el entorno lo que la llevó a diseñar proyectos de recuperación de espacios naturales, y ahora, a coordinar el nuevo grado interuniversitario de Paisaxe.
21 abr 2019 . Actualizado a las 05:07 h.Cristina García Fontán (Cotobade, 1977) se crio en la parroquia de Viascón, familiarizada con el mundo de las obras a las que acompañaba a su padre y a su abuelo, canteros de profesión. Así que cuando tuvo que elegir carrera se decantó por Ingeniería de Caminos. Pero ese año no pudo entrar y se matriculó en la Escola Técnica Superior de Arquitectura (ETSA), en A Coruña. Y ya no se cambió. Fue el destino.
-A usted nunca le faltó trabajo, ni con la crisis. ¿Cuál es el secreto?
-Siempre tuve trabajo, fui muy afortunada. Fue con la crisis de la construcción que empecé a mirar otro tipo de proyectos e interesarme por el paisaje, pero siempre estuve ocupada, nada más acabar la carrera ya me encargaron un proyecto.
-¿Dónde se formó en paisaje?
-Fui premio extraordinario de carrera y obtuve una beca de la Fundación Barrié que me llevó dos años a Holanda, donde hice un máster de arquitectura avanzada con los mejores profesionales del mundo. Viví en un entorno multicultural que me hizo entender lo amplio que era el mundo y abrió mis perspectivas.
-¿Cómo empezó en el campo de la investigación?
-Antes de irme ya investigaba en la universidad y al volver tuve la oportunidad de seguir trabajando con el profesor Xosé Lois Martínez. Entonces ya tenía mi estudio y en paralelo monté una empresa de rehabilitación con unos compañeros, Galicia Dreams, pero la investigación siempre la centré en el ámbito urbanístico y supramunicipal, sobre todo en el área de A Coruña. Era el 2005 y se empezaba a desarrollar el concepto de las áreas metropolitanas.
-¿Cuándo empezó a dar clases en la universidad?
-Fue en el año 2007, accedí a una plaza de ayudante con el compromiso de hacer la tesis doctoral, y siendo todavía ayudante ya me ofrecieron la subdirección de la Escola Técnica Superior de Arquitectura, porque estaba de baja la titular y querían que me encargase de la coordinación de relaciones internacionales, porque hablaba inglés. Coincidí con la adaptación del plan Bolonia y aprendí muchísimo.
-Ahora es usted la coordinadora del nuevo grado de Paisaxe. ¿Por qué se creó esta especialidad universitaria?
-Empecé con el máster de Arquitectura de Paisaxe Juana de Vega, que ya era interuniversitario. Y el grado debía ser así también porque yo tenía claro que había que involucrar a la Politécnica de Lugo, a Xeografía de Santiago y a la ETSA de A Coruña. Su necesidad la vemos todos los días en nuestro entorno, donde muchas veces, y sobre todo en las ciudades, más que urbanizar hay que desurbanizarlas para recuperar el verde. Cuando un modelo tradicional de base agraria se agota se ve la necesidad de reordenar el paisaje, restaurar espacios ambientales, recuperar zonas degradadas...
-¿Es una nueva profesión?
-En Portugal ya existía en los años 40, y en Chile o en Francia son profesionales muy demandados. En España hasta ahora, no. Pero España se adhirió al Convenio Europeo de Paisaje y en Galicia entró en vigor la Lei de Protección da Paisaxe. Había profesionales que estaban esperando por este grado, y tenemos 18 matriculados, que no está mal para el primer año.
«No hago proyectos para ganar dinero sino como práctica para la docencia»
Cristina García Fontán compatibilizó siempre la investigación y la docencia con la práctica profesional, tanto en su estudio como a través de la empresa Galicia Dreams, si bien reconoce que no es su principal fuente de ingresos. Le interesa, sobre todo, para estar al día y seguir en contacto con la profesión: «No hago proyectos para ganar dinero sino como práctica para la docencia».
-¿De qué manera participa en la recuperación del proyecto del Monte do Gozo?
-Hubo un proyecto inicial con mis socios en la Almáciga, en Santiago, que consiguió un premio de la USC. Aprendí mucho porque hubo también que contarlo, convencer a los vecinos y a los cuatro concejales de Urbanismo que pasaron por Santiago mientras se desarrolló. Lo del Monte do Gozo se está haciendo por fases , ya que son 54 hectáreas y es inabarcable como proyecto único. Colaboré en el proyecto principal de Joao Nunes y ahora estoy con la restauración de los módulos del albergue y de la plaza central, que servirá de nexo de unión con el parque y el Camino, y me llamaron también para la dirección de obra. Todo tiene que estar acabado para el Xacobeo.
-¿Es uno profeta en su tierra?
-Se ve que sí. Un día coincidí en el avión con el alcalde de Cotobade, Jorge Cubela, al que conozco desde niña, y me habló de que quería rehabilitar los Baños de San Xusto, un proyecto muy bonito que conecta con el lugar donde nací. Las obras van a empezar este año.
La herencia del abuelo y la del prócer ventura figueroa
Su abuelo, hombre culto y galeguista, la llevaba al campus de Santiago a ver la estatua de Ventura Figueroa y le decía: «Nós somos dos Figueroa». No se equivocaba. El influyente político del siglo XVIII creó una fundación para ayudar a sus familiares y Cristina pudo beneficiarse de una beca de estudios por ser su descendiente, como Montero Ríos. «Mucha gente de nuestra parroquia pudo estudiar gracias a esas becas». Eso marcó su trayectoria. Hoy, vive con su pareja y con su hijo en una casa del casco histórico de Santiago que tiene un capitel de Francisco Asorey, y está empeñada en recuperar la ciudad para el uso de sus vecinos. «Xerardo Estévez me dice que soy una superviviente». Hasta hizo una performance para reivindicar el uso y disfrute del parque de Fonseca para los niños. No quiere un escaparate turístico, quiere un barrio.