La embajadora pontevedresa que tendrá que seguir de cerca a los rusos
PONTEVEDRA CIUDAD
Teresa Orjales es la principal figura diplomática en Estonia, una de las fronteras de la UE con Rusia
13 feb 2017 . Actualizado a las 07:46 h.Hay imágenes que, aunque pequeñas y sencillas, nos cuentan infinitas cosas de quien sale en ellas o quien las ha publicado en determinado sitio. Ocurre así con la diminuta estampa que Teresa Orjales, Tata para los pontevedreses y para su familia, tiene como foto de perfil de WhatsApp. Es la foto de un desayuno de ella y su hija mayor, también Tata, en su casa de Madrid. El salón en el que están sentadas a la mesa tiene estanterías cuasi simétricas, igual que las sillas, que parecen estar perfectamente colocadas. En el centro, encima de lo que se intuye como una chimenea, hay un cuadro; es un retrato de la abuela de Teresa Orjales pintado por su marido, que fue matemático. Todo ello la define: porque Teresa es una apasionada de la arquitectura y también una entusiasta de la familia. Además, es una mujer de actualidad. ¿Por qué? Acaba de ser nombrada embajadora en Estonia, en un país estratégico por tratarse de una de las fronteras de la UE con Rusia.
Teresa Orjales primero dice que, en realidad, sus genes vienen de A Coruña. Pero, al segundo, aclara que ella se siente pontevedresa. En la ciudad del Lérez creció y estudió hasta que se marchó a la universidad, donde cursó Derecho. Ingresó en la carrera diplomática a principios de los años noventa y, desde entonces, atesora una larga y ascendente trayectoria. Por ejemplo, estuvo en representaciones diplomáticas tanto en Turquía como en Finlandia. En el caso turco, vivió allí uno de los terremotos más devastadores que sufrió el país. Señala que le impactó ver «la solidaridad que se genera en ese tipo de situaciones, ver que personas que lo perdieron todo o perdieron a sus familiares ayudan a los demás».
Orjales trabajó también para la OTAN. Fue una de las encargadas de seguir la misión de España en Afganistán. «Se hizo una labor muy importante en ese país, yo creo que muy positiva», dice. Durante años trabajó también codo con codo con distintos ministros de Exteriores y, hasta su reciente nombramiento, era asesora en la Dirección General de Europa del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
Señala que asume la misión de Estonia con ilusión, sobre todo, por «el reto que supone tener al lado al Rusia». Se ríe cuando se le pregunta en qué consiste exactamente el día a día de un embajador. Y no duda en contestar como la gallega que es, con una frase de lógica demoledora: «Pues en hacer cosas de embajador». Luego, aclara: «Estás muy al tanto de todo, tienes continuas reuniones con autoridades y vas informando a tu país de todo lo que está pasando. Además, a Estonia le va a tocar la presidencia de la Unión Europea, por lo que digamos que va a ser un poco protagonista un tiempo».
A Teresa, de irse al norte le gusta casi todo. Explica con entusiasmo que le apasiona cómo en esos países, inhóspitos «porque viven en el hielo pero cuidan el entorno, integran la arquitectura y adoran sus árboles y sus bosques»... es entonces cuando confiesa que, aunque contenta con la carrera diplomática, lo suyo sería ser arquitecta o urbanista. «Es algo que me encanta, sobre todo ahora que se le da tanta importancia al medio ambiente», subraya. Confiesa que su héroe es Renzo Piano y también Alejandro de la Sota. El urbanismo y el paisaje son una de sus desconexiones cuando no trabaja. Otra, los idiomas. Habla inglés, francés, italiano y portugués sin problema y se defiende en turco y en finés. Y advierte: «Algo más aprenderé en Estonia».
Trabajó para la OTAN y se encargó de seguir la misión de España en Afganistán
Estaba como diplomática en Turquía cuando
se produjo un
trágico terremoto