«¿Calefacción? Algunas casas la tendrán, la mía no, hija, la mía no tiene nada de nada»

M. Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

maria hermida

La pobreza energética existe: en Galicia, hay hogares donde no se enciende la calefacción porque no se puede asumir el gasto que supone

07 feb 2018 . Actualizado a las 08:22 h.

Lo cuentan en numerosas ocasiones oenegés como Cáritas o la Cruz Roja: en Pontevedra persiste la pobreza energética y hay hogares donde no se enciende la calefacción porque no se puede asumir el gasto que supone. No hace falta buscar demasiado en los barrios de la ciudad para poner nombre y cara a eso que cuentan las entidades benéficas. Vayamos hasta la barriada de A Seca, a la zona de viviendas sociales de antigua construcción. Y preguntemos. Las primeras vecinas que aparecen en escena describen la situación de la barriada: «Las casas no tenían calefacción, pero mucha gente sí se la puso. Hay quien la tiene eléctrica y quien la tiene de gas. En mi caso, no tengo ninguna, sigo con mi estufa catalítica de toda la vida y me apaño. Lo que no sé es si todo el mundo tiene algo con lo que calentarse, habrá quien sí y habrá quien no», cuenta una mujer que cuida de una niña. Y cuenta bien. Porque, efectivamente, pronto aparece quien señala que de calefacción, nada de nada.

Una mujer entrada en años cuelga la ropa en un primer piso. Se llama Consuelo. Y explica que, aunque trabajó duro, no cotizó y, por tanto, no tiene pensión. Tira hacia adelante con la paga de viudedad que, por lo que cuenta, no es para echar cohetes. Aun así, está agradecida : «Si no es por mi marido, no tengo nada», dice. Consuelo se ríe cuando se le pregunta por la calefacción, y espeta: «¿Calefacción? Algunas casas la tendrán, la mía no, hija, la mía no tiene nada de nada». Para calentar su hogar tiene un pequeño calefactor eléctrico, pero lo enciende lo menos posible, aunque el día sea gélido como el de ayer. «Lo pones un poquito y el resto del tiempo no, si no cuando te vine la factura, menudo susto te llevas», cuenta mientras sigue tendiendo su colada.

En otra de las callejuelas del barrio unos chavales charlan, precisamente, de lo frío que está el día. Una es una joven, madre de dos niños, que vive en un pequeño inmueble. Cuenta que tampoco tienen calefacción eléctrica ni de gas como tal: «La casita la calentamos con la estufa de leña... la eléctrica cuesta mucho», dice, y muestra, efectivamente, una estufa redonda ubicada en el medio del pasillo. A media mañana de ayer permanecía apagada: «No la tengo siempre encendida porque si no también consume mucha leña. Caliento la casa, la dejo apagar y cuando hace falta la vuelvo a encender», indica. Afortunadamente no tiene que comprar la leña porque su familia tiene alguna propiedad donde se puede cortar. Ella trabaja unas horas al día en casa de una vecina y su pareja tiene empleo en un taller. ¿Le gustaría contar con calefacción de otro tipo? «Hombre, sería más cómodo y más caliente, seguramente, pero así vamos tirando».