Los turistas se aprietan el cinturón: «Si antes pedían una chuleta por persona, ahora es una para compartir entre tres»

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Agosto es sinónimo de colas para conseguir mesa en alguna de las terrazas del casco histórico de Santiago
Agosto es sinónimo de colas para conseguir mesa en alguna de las terrazas del casco histórico de Santiago MARINA FERRADÁS

El sector turístico de Santiago intenta exprimir un agosto hasta la bandera para salvar un verano que arrancó con un pobre julio, aunque reconoce que el gasto por persona ha caído considerablemente

23 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Caminar por la Rúa do Franco se ha convertido en poco menos que un imposible, en una especie de yincana del Gran Prix en la que se deben esquivar ciclistas, guías turísticos, grupos de peregrinos, camareros ofreciendo sangría y empleados de empresas de reparto. Es agosto y el casco histórico bulle de vida, abarrotado por miles de personas que llegan a diario a la etapa final del Camino. A ellos se agarra el sector turístico de la capital gallega para salvar un verano que vivió un mal julio y que aprovecha las últimas semanas de agosto para recuperarse de un golpe que pocos podían prever hace escasos meses.

«Cerramos julio con datos algo flojos, con una ocupación media de entre el 76 y el 77 %», apunta José Antonio Liñares, portavoz de Unión Hotelera, que estima que agosto se cerrará en una horquilla del 85 al 88 %. Explica que los establecimientos para pernoctar que se ubican lejos del centro, y que están más pensados para grandes eventos y congresos, registrarán los peores datos. El turista, al menos este mes, quiere estar lo más cerca posible de la Catedral. «Acabaremos con unos datos satisfactorios. Las primeras semanas flojeamos un poco, pero a partir del puente nos hemos recuperado», precisa Liñares, que desgrana el perfil del cliente típico de agosto: turista mayoritariamente nacional, que pasa pocas noches en la ciudad y que visita otras localidades gallegas. Hasta septiembre no volverán los extranjeros: «Para ahí ya esperamos ocupaciones cercanas al 90 %. Hay eventos, convecciones y mucho viajero internacional. Tendremos unas cifras similares a las de mayo».

Foto y a seguir

«Hay mucho visitante que no pernocta. Están hospedados en Sanxenxo o en O Grove y vienen de excursión un día a Santiago», afirma Liñares, que admite que el abarrote que se puede ver en las calles no repercute directamente en el sector: «Pudimos verlo varios días, porque incluso el párking de La Salle, que no se llena ni en el Apóstol, estaba completo. Lo mismo en el de Plaza de Galicia, donde era imposible aparcar. Eso es de gente que viene un día y no se queda, pero que satura las zonas, especialmente las más cercanas a la Catedral. Sacan la foto y se van».

Ramón García, gerente de Hostelería Compostela, confirma que fue a partir del puente de agosto que la ocupación de sus asociados se disparó, llegando a unas cifras del 93 %: «Agosto es un mes peculiar, siempre empieza muy flojo, hay reservas pero también cancelaciones. Si llueve, la gente decide venir, porque no puede ir a la playa». Admite lo que muchos confirman: las cuentas, especialmente en los restaurantes, son más pequeñas que en los últimos años: «El índice de gasto ha bajado. La gente se está apretando el bolsillo y si antes pedían una chuleta por persona, ahora es una para compartir entre tres».

Después de un mes de julio azotado por la lluvia, especialmente durante la primera quincena, el sector turístico se agarra a los últimos días de agosto para reflotar el barco. «Por suerte estamos a tope, y aún queda septiembre, que tampoco es malo», confiesa Carlos Suárez, de La Tita, templo de la hostelería compostelana cuyo personal aprieta los dientes ante un abarrote que viene a salvar el verano.

«La turismofobia está de moda en España, pero genera prosperidad y en Santiago el sector es sostenible»

José Antonio Liñares lanza varios mensajes que servirían para abrir un necesario debate sobre qué tipo de visitante le interesa a la ciudad. «La turismofobia está de moda en España, pero genera prosperidad y en Santiago el sector es sostenible», destaca el gerente de una asociación que agrupa a algunos de los mejores hoteles de la capital. «En el equilibrio está la virtud. Quizás también habría que estudiar cómo aplicarle la tasa turística a los grupos de excursionistas que visitan la ciudad y que llegan en autobuses o coches. Esa gente, que ni come ni pernocta, no genera un retorno, y la economía la mueve el gasto», apunta Liñares.

Cree que casos como el ocurrido en Mera, donde los propietarios de un bar afirmaron estar «libre de fodechinchos», es «convertir en norma la anécdota. No tiene sentido. Agosto es un mes diferente, donde se hace turismo más en familia y donde tienes mesas de seis a doce personas, que no acabas nunca de atender. Claro que no es sencillo, pero mucha gente vive de esto». Admite que ese tipo de visitante también llega a Santiago, pero defiende que la ciudad cuenta con un turismo de calidad: «Hay muchas personas que este mes viajan porque toca, pero no les gusta». Eso se termina en septiembre «con gente que viene a vivir la ciudad», cierra.

«Ha bajado un poco el consumo, pero está siendo un buen mes, sobre todo por el tiempo»

Aunque muchas de las personas que visitan Santiago lo hacen sin necesidad de quedarse a dormir, tienen más difícil marcharse sin comer. Pablo Cabana, del restaurante Marte, uno de los más concurridos del casco histórico, confirma que, a pesar del abarrote que se vive en las principales calles de la ciudad, «quizás hay menos gente que otros años». Admite lo que es un secreto a voces: «Ha bajado un poco el consumo, pero está siendo un buen mes, sobre todo por el tiempo, especialmente comparado con la primera quincena de julio».

Cree que la inflación comienza a apretar a muchos de sus clientes y «a lo mejor tienen menos dinero para salir. Cocinan en casa o compran cosas más baratas». Esa misma valoración llega por parte de Ramón García, que admite que «a pesar de que la afluencia es alta, lo que se gasta por comensal es menos».

En el otro extremo se encuentra Carlos Suárez, que explica que «nuestras raciones son grandes y tienen buen precio. No notamos que la gente se prive, aquí siempre hemos sido de compartir los platos para dos o tres personas. Subimos los precios hace poco, pero no hemos notado diferencia». Lo que ha desaparecido, al menos durante lo que queda de mes, son buena parte de los menús del día. «Si no, no estás ganando nada», admiten desde un histórico local compostelano.