El peluquero de Santiago que peina a los místeres y mises nacionales

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Carlos Lima dirige el Salón Moema, abierto hace 7 años en la Rúa Nova de Abaixo (Santiago).
Carlos Lima dirige el Salón Moema, abierto hace 7 años en la Rúa Nova de Abaixo (Santiago). XOÁN A. SOLER

Carlos Lima, del Salón Moema, fue convocado por cuarto año entre el equipo de estilistas de un certamen de belleza

22 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces la propia vida marca tu camino. Si no, que se lo digan a Carlos Lima, quien asegura que «no quería ser peluquero», pero lleva casi 20 años en la profesión. Este brasileño, al frente del Salón Moema de Compostela, cuenta empezó en su país como auxiliar del que fue su maestro. Tenía buena mano y «sabía hacer los servicios sin haberme formado todavía», explica el esteticista nacido en Goiânia (estado de Goiás). Poco a poco fue aprendiendo los trucos del oficio, toreando en el ruedo y haciendo cursos de especialización. Llegó a dirigir su propio establecimiento en Brasil, pero emigró hace tres lustros y volvió a empezar de cero al otro lado del charco, en la lluviosa capital gallega.

«Llegué aquí el 11 de noviembre del 2008, trabajé en un par de peluquerías primero y luego decidí abrir mi propio salón, el 17 de marzo del 2017», recuerda con una envidiable memoria para las fechas un hombre que nunca temió arriesgar y hasta dirigió en su juventud una fábrica de confección de ropa. «Ojalá las cosas fueran más fáciles en España para emprender. No todos los emigrantes vienen a este país para coger dinero del Gobierno. Muchos lo hacemos para ganarnos dignamente la vida, trabajar y llevar a cabo una profesión», recalca un estilista conocido por ser experto en rizos y mechas. Desde hace cuatro años trabaja, además, con mises y místeres nacionales.

Los organizadores de un certamen de belleza se pusieron en contacto con él al ver su trabajo a través de las redes sociales y el mes pasado participaba de nuevo en Mister Global Spain como parte del equipo de estilistas que se encargan de peinar a los modelos. «Es divertido. Ellos hacen una concentración, que este verano se celebró en Granada, y yo voy para hacer el trabajo de peluquería con ellos, no hago nada de maquillaje», aclara. «A mí me encanta porque sales de la rutina, de estar detrás del tocador de tu salón. Trabajas con personas que cuidan mucho su imagen y cabello, lo que facilita todo y el resultado es muy satisfactor. A lo largo de la semana tienen actividades y eventos, para los que podemos inventar nuestros propios looks de una forma un poco más libre, cada uno en su estilo y adaptándonos al gusto de la miss o míster. Para el día de la gala y foto oficial, tenemos ya unas pautas que hay que seguir», indica un profesional acostumbrado a trabajar con un perfil de público muy amplio, tanto femenino como masculino, la mayor parte entre los 25 y 65 años.

Desde hace un tiempo, el negocio de este vecino de Boqueixón (se mudó a una casita en el concello vecino porque le apetecía «más tranquilidad») se ha hecho conocido por su corte curly y acuden cada vez a él más personas de pelo rizo desde otras ciudades gallegas, como Vigo o A Coruña. «Solo trabajo la parte de peluquería en mi salón, nada de estética. Es unisex, aunque tengo muchos chicos entre mis clientes. Normalmente atiendo a personas que están ya trabajando o tienen una carrera, más allá de los estudiantes: hay profesionales del hospital Clínico, abogados, funcionarios... Es un perfil más bien clásico, en el que no se llevan mucho colores fantasía u otras técnicas un poco más arriesgadas, pero dentro de eso sí les gusta ir actuales y me permiten innovar sin pasarme de moderno», aclara entre risas Carlos. 

En su salón trabaja con cita previa. De hecho, desde que lo abrió utiliza una aplicación que permite hacer la reserva, aunque en los últimos años «intento tener una lista de espera», subraya un peluquero metódico y con un lado aventurero. Confiesa que, justo después de acudir al último certamen de belleza, recorrió media Andalucía, de Granada hasta Cádiz él solo, pernoctando en su propio coche (un Citroën C4 Cactus): «No quería coger un hotel, porque mi intención era recorrer muchos lugares en un espacio corto de tiempo, aprovechando la semana de vacaciones que me quedaba, a lo loco total. Fue una experiencia maravillosa y, al final, acabé conociendo a mucha gente muy agradable». Era la primera vez que usaba su vehículo como segunda casa y asegura que «lo repetiría, sin ninguna duda».