Un paseo por las escasas fuentes de Santiago: del abrevadero original de Praterías a la que nunca cuajó en plena plaza de abastos
VIVIR SANTIAGO
Siete fuentes componen la red de agua pública del casco viejo compostelano, con mucha historia pero escasa utilidad
27 ago 2023 . Actualizado a las 20:29 h.Cualquiera que visite Santiago de Compostela estos días de verano (y de ola de calor) sabrá que la ciudad peca de tener pocas fuentes. Esto es algo que conoce el compostelano, que pisa cada día la piedra nueva del ensanche o la vieja del casco antiguo para ir al supermercado y comprar allí botellas o garrafas, quien no bebe del grifo, claro. Si bien a Compostela la pueblan muchos emigrados de aldeas, estos se encuentran sin fuentes, de las que beben cuando se escapan a la casa que los vio nacer durante las vacaciones o los fines de semana.
De la mano de Javier Raposo Martínez (Chan de Pena, Pedrafita do Cebreiro, 1984), historiador y guía oficial de Turismo de Galicia, recorremos Compostela para comprobar que los problemas del presente lo fueron también del pasado. «Santiago botou en falta a meirande parte da súa historia máis fontes, tanto dende o punto de vista decorativo como tamén funcional», señala Raposo, haciendo referencia al escaso número de puntos donde recolectar agua que había en la zona vieja. Destacan, desde la visión actual, seis localizaciones a tener en cuenta: la fuente de mármol de la Alameda, la de piedra que se encuentra ante el instituto Rosalía y también dentro del parque, la del Toural, la de la plaza de Fonseca, la de Praterías y la de Cervantes, además de un extra que da buena representación del problema que tenía (y tiene) Compostela.
Son potables, porque no está indicado lo contrario como manda la ley, pero no son fuentes accesibles para quien quiera beber de ellas, a no ser que, como hace siglos, nos acerquemos con una sella. Su monumentalidad no debe empañar su falta de funcionalidad, que obliga a cualquiera que camine por las calles históricas a comprarse una botella en un bar o en el único súper de la zona vieja si quiere refrescarse.
Fuente de mármol de la Alameda
El recorrido de Raposo comienza precisamente en la parte más al sur de lo que podría ser considerado a día de hoy como parte vieja de la ciudad. La fuente de mármol de la Alameda se encuentra muy cerca a la estatua de homenaje a Rosalía de Castro y a pocos metros de la escultura de la Lechera, pero aun así, y teniendo en cuenta su singularidad, pasa inadvertida entre los árboles que pueblan esta parte del paseo compostelano por excelencia. Como pasa con otras a lo largo de este recorrido, ya no es que su agua sea potable o no, es que no tiene, restando a la obra parte de su expresión además de todo su uso práctico.
Se trata de la única fuente de mármol que existe en Galicia, tanto en aquel momento de su construcción como a día de hoy. Data de los años setenta del siglo XIX, cuando también se estaba construyendo la primera plaza de abastos que tuvo Santiago de Compostela, compuesta en sus estructuras de hierro y vidrio. «A idea era que a fonte se instalase alí, e así foi, malia que, evidentemente, aquilo non pegase para nada». No duró demasiado la fuente en la plaza de abastos, ni tampoco el mercado en sí, pues tan solo cincuenta años después comenzaban los trabajos para sustituirlo por el actual, de inspiración románica.
Esta fuente la considera Raposo como «romántica» y esconde varios secretos. Su esbelta estructura, barroca pero francesa en lugar de compostelana, carga con cuatro escudos, uno por cada uno de sus costados, que en teoría representan las armas gallegas de la época en la que fue creada la obra. Esos escudos deberían tener siete estrellas, una por cada una de las provincias de Galicia que había en aquel momento. Ahora bien, si uno cuenta, salen diez «debido ao encargo do alcalde Luciano Puga, que quixo representar tamén as armas do seu apelido e mandou instalar dúas estrellas máis». Esta fuente ni hoy ni en aquel momento original están en un lugar que les favorece, «que debería ser un xardín», donde además recibiese también menos humedad que a la que está expuesta en la Alameda y que mancha mucho su superficie.
Fuente de San Clemente
Continuando el paseo por la Alameda, camino a Porta Faxeira para entrar a la ciudad, encontramos otra fuente, pero de características muy diferentes a la primera analizada. Se trata de una de estilo que resulta más familiar, con los frutos carnosos que de tantas fachadas cuelgan en Santiago y con la misma piedra que construye muchos de sus edificios.
Se le atribuye al maestro portugués Mateo López, quien es responsable también de la fachada del colegio de San Clemente de Pasantes, que hoy alberga al instituto Rosalía de Castro. Desde sus orígenes (finales del XVI) se pensó esta fuente como funcional, para que diese agua a los vecinos de la zona, pues era acuciante la poca agua a la que podían acceder antes de ella. De este modo, «segundo o seu documento fundacional, esta fonte ten que estar fóra dos muros do edificio». De inspiración portuguesa, tiene hermanas, que no gemelas, en ciudades como Ourense o Pontevedra.
Consta de cuatro caños, que emanan a través de las bocas de otros tantos mascarones. Estos pretenden representar los cuatro apellidos del arzobispo que manda hacer la fuente, Juan Clemente. Siglos después de su origen, ya en los primeros años del XX, la fuente se mueve a Porta Faxeira para colocar una escultura en su sitio del cardenal José María Martín de Herrera, muy monárquico como toda la ciudad, de la que era arzobispo. Poco duraría, pues con la llegada de la Segunda República la fuente regresa a su posición original.
Fuente de la plaza del Toural
Siguiendo la ruta hacia el interior de la ciudad vieja, tras cruzar la hoy imaginaria muralla por su Porta Faxeira, se entra a la plaza del Toural. De su fuente central, compuesta en 1820 por Agustín Trasmonte y que hoy poca agua expulsa, nadie quería beber en su día, pues el líquido que liberaba venía directo desde el Palacio de la Inquisición tras surgir en el cauce de la Fonte Sequelo. Sobre ella, a día de hoy, se coloca una especie de cántaro, un pichel «bastante anodino», pero hasta mediados del siglo pasado presidía la estructura una estatua de un guerrero, el dios Marte, en honor al general García Quiroga, que fue tantas veces agraviada por parte de reductos absolutistas que en 1948 el ayuntamiento franquista terminó por retirarla para poner el jarrón actual.
Era una estatua de un liberal en una ciudad tan monárquica como Santiago, por lo que los atentados contra ella no tardaron en llegar más que tres años desde que se instaló la fuente. En el año 1823 ya le habían cortado la cabeza, que fue reparada y reinstalada. La estatua, a día de hoy, se encuentra en paradero desconocido después de su retirada por parte de la administración franquista.
Desde el siglo XVI se tienen registros de que la sociedad compostelana pedía una fuente en este punto, llegando hasta el punto de que, en 1786, el propio marqués de Bendaña, que tiene su pazo en la propia plaza, dona dinero para que por favor la instalen. El problema era que no era posible conseguir riego porque la Inquisición, cuyo palacio estaba en la actual plaza de Galicia, no quería compartir la canalización con los vecinos.
Fuente de Fonseca
Aunque parezca que lleva en su plaza toda la vida, el siguiente destino de la ruta de Raposo llegó a donde está durante los años sesenta del siglo pasado, es decir, que muchos abuelos recordarán esta plaza de Fonseca, a la que vamos, sin fuente. Sus camelias son el otro gran punto distintivo, además del fotógrafo que dispara con su viejo equipo, de marcado rojo y que ofrece tan característico resultado.
Eso no quiere decir que la fuente de Fonseca sea de esa época. «Pouco sabemos da súa historia, pero o que podemos asegurar é que no seus primeiros anos estivo exposta no xardín de recreo do conde de Priegue, onde hoxe está o convento das Carmelitas. Son as monxas, en 1943 e xa co seu convento construido dende hai séculos, as que venden a fonte a un contratista, que do mesmo xeito lla vende ao concello por unhas 2.000 pesetas».
Existe otra fuente de muy similares características dentro del monasterio de San Paio de Antealtares, privada de la vista del público. En ambas predomina el estilo rococó y en ningún caso fueron concebidas como puntos donde beber o refrescarse, sino como puros objetos de decoración.
Fuente de Praterías
Nada más llegar a Praterías, tan concurrida como de costumbre en verano, Javier Raposo dice: «A que non sabiades que está e a cuarta fonte que hai nesta praza e que todo comezou cun pío onde bebían os cabalos e o gando?» En efecto, quizás la fuente más majestuosa de Santiago fue un abrevadero. Quizás por eso se llame «de los caballos», pues lo que está representado en la escultura actual, que data de 1827, no lo son.
«Trátase de catro hipocampos, que miran cada un a un punto cardinal». Estos animales mitológicos tienen cola de pez y parte superior de caballo, siendo una especie de sirenas. Si afinamos bien la vista podremos ver que sus colas también están representadas y que incluso tienen escamas. Un paso más abajo está el pilón, que se cree que pertenece a la tercera fuente que presidió la plaza y que se dice que es obra de Clemente Fernández Sarela, el autor de la casa del Cabildo, la fachada telón que luce Praterías por su parte sur. El autor de la fuente de los hipocampos es Fray Juan Conde y colaboraron más autores como el escultor Juan Pernas, el italiano Antonio Nartelli, José Silva y José Campos.
Los hipocampos de la base representan el inframundo, las bestias, mientras que el conjunto superior es cada vez más sacro según subimos. La mujer que está en la cima puede representar a la ciudad de Compostela o a la fe, siendo el punto de vista de Raposo más proclive a la segunda opción, aunque depende más bien de a que experto se le pregunte. Llama la atención que, durante el siglo XIX después de su finalización, esta escultura estuviese pintada de blanco, con albayalde, igual que muchos de los marcos de las puertas de todo el casco viejo y sus soportales. La vieira y la cruz eran granates.
Fuente de Cervantes
La última parada es la plaza del Pan, o de Cervantes, como se llama ahora. «Este era o lugar onde se facían todos os actos de denominado interese público, pois aquí estaba a casa do concello». Esto es, en Cervantes había desde ajusticiamientos de la Inquisición (asesinatos con público, vaya) hasta muestras de caridad, como la del concello durante las hambrunas, cuando repartía pan. De ahí el nombre de la plaza.
Como todo en la plaza, la fuente también era de servicio público. La fuente data de la década de los años cuarenta del XIX y no hay siquiera constancia de su autoría, «aínda que o arquitecto municipal daquela época era Xulián Pastor». Hoy es casi de leyenda, aunque no se use para beber, su utilización para «enseñarle los pies de Cervantes» a cuanto amigo visita Santiago sin ser picheleiro.
Bonus: Fuente de la puerta del Camino
De nuevo fuera de la muralla, en la llegada del Camino francés, solía funcionar una fuente. Muchos habrán ido a beber a ella al salir de Tarasca o de O Curruncho, o a rellenar cántaros para beber en casa, pero hoy ya no corre. Con la misma necesidad, la de beber, llegaron los soldados ingleses que defendían esa entrada de Santiago.
Era tanta la necesidad que su comandante mandó construir una fuente allí mismo, donde estaba su cuartel, como muestra de que cuando lo pide quien tiene galones, las cosas se hacen. Que se lo pregunten a los habitantes del Toural, que echaron siglos con sed.