La grave situación con la casera que denuncian unas inquilinas en Santiago: «Trancamos la puerta con el sofá porque entraba al piso cuando quería»
VIVIR SANTIAGO
Salma Castro e Irune Fornos, las chicas alquiladas, denunciaron a la propietaria ante la Agencia Tributaria porque, según dicen, «no tenía ni la fianza del piso depositada en el Instituto Galego de Vivenda e Solo»
24 sep 2023 . Actualizado a las 22:09 h.Que el alquiler de los pisos en Santiago de Compostela está por las nubes no se le escapa a casi nadie. Que la mayoría de las viviendas no se encuentran en perfectas condiciones de habitabilidad, tampoco. Que los universitarios (y trabajadores) se dejan la piel durante todo el verano para conseguir un lugar donde vivir, menos todavía. Pero las situaciones dantescas, incluso denunciables, que tienen que vivir muchos jóvenes que vienen a formarse a Compostela con sus caseros, eso es, en muchas ocasiones, un tema tabú. Las coruñesas Salma Castro Calvo, de 22 años y estudiante de cuarto curso de Psicología, e Irune Fornos Fonte, de 19 y que está sacando segundo de Filología Hispánica, acaban de salir de su piso por los presuntos incumplimientos constantes del contrato de arrendamiento por parte de la propietaria, que van desde el acceso al domicilio sin avisar y hasta por la fuerza hasta las irregularidades en el registro del piso, según sus reivindicaciones, y como la casera acabó reconociendo a La Voz de Galicia.
Las jóvenes denuncian a su casera por no tener depositada la fianza del piso (en la rúa dos Pelamios, el primero del número 36) en el Instituto Galego de Vivenda e Solo (IGVS). Una protesta que han decidido hacer tras abandonar la vivienda, debido a las situaciones que llegaron a vivir en tan solo dos semanas de curso en la USC. Estas van, por lo que dicen, «desde cuadros de acoso hasta otros de violación de la intimidad». Ellas, que acaban de volver a Santiago para seguir cursando sus grados universitarios tras el verano, se han armado de valor dando un paso al frente ante los presuntos abusos de su casera.
«Antes que nada, conviene destacar que la casera, cuando nos alquiló en un principio a Irune y a mí, nos dijo que quizás buscaba una tercera compañera, al tener el piso tres habitaciones, algo que nos pareció lógico. Nuestra sorpresa llegó cuando nos dijo que no había encontrado a nadie más que a “una sudamericana”, a pesar de que prefería a “alguien de aquí”». Estas afirmaciones de la casera, relatadas por Salma Castro, hicieron saltar las primeras alarmas de que la convivencia sería muy complicada.
Según las inquilinas, «la casera viola el contrato entrando en el domicilio con excusas baratas» como que tiene que acompañar a un técnico de la caldera, a un pintor o a un fontanero que nadie había reclamado. «Ese era el pan nuestro de cada día desde que nos mudamos, en el último fin de semana antes del inicio de curso». La gota que colmó el vaso ocurrió el pasado viernes. «[La casera] articuló otra de sus artimañas para entrar en el piso pensando que no había nadie, algo que temíamos que ocurriese, teniendo en cuenta lo que veníamos atravesando durante los días anteriores, en los que teníamos que ir cerrando puertas para que ella no pudiese mirar lo que hacíamos o lo que traíamos y llevábamos, que al final es nuestra intimidad», relatan las inquilinas.
Irune y Salma se marcharon ese viernes, al ser ambas de A Coruña, pero su compañera se tuvo que quedar, ya que ir a Uruguay los fines de semana para volver a Santiago antes del lunes es, como poco, largo y complicado. «Lo que pasó fue que la casera llamó a nuestra compañera, porque las llamadas telefónicas cuando no estaba intentando entrar también eran constantes, para decirle que iba a ir a la vivienda porque se había dejado una palangana en la terraza». Eso, por lo que cuentan las inquilinas, hizo saltar sus alarmas, «puesto que quería decir que había estado en el piso con anterioridad precisamente para dejar la palangana ahí». La casera, por su parte, niega lo que ellas dicen, apuntando que simplemente quería devolver el recipiente que previamente había cogido del piso.
Cuando la compañera presente le recriminó el haber entrado sin permiso, diciéndole que no podía entrar al piso cuando quisiese, «la casera se sintió atacada», según el relato de Castro y Fornos. Luego, por la tarde, la muchacha que permanecería en el piso ese fin de semana se marchó a su facultad porque tenía clase, «pero no dejó de recibir llamadas de la casera durante toda la tarde». A eso de las nueve, según las alquiladas, la propietaria comenzó a «quemar el timbre» y a reclamar que le abriesen la puerta, pero la compañera, «que estaba sola», decidió no hacerlo porque se sintió «completamente acosada y violentada».
A pesar de esto, «la casera accedió con sus propias llaves» sin que la chica, que estaba en el interior de la vivienda, pudiese hacer nada, dado que, según dicen, la puerta no tiene agujero para meter la llave por dentro; tan solo un pestillo que puede abrirse desde fuera. «Es en ese momento cuando le dice que tiene que marcharse del piso como muy tarde en un par de días, argumentando la señora que tiene una nieta que ha de entrar a vivir en la habitación que nuestra compañera utiliza de manera inmediata».
Las jóvenes cuentan que la entrada en la casa es violenta, sin que la muchacha pueda hacer nada y entre gritos de la dueña que reclama el piso como suyo para hacer lo que quiera, sin tener en cuenta el contrato firmado «y reclamando que puede entrar, salir y hacer lo que quiera en el piso cuando quiera». La casera, Carmen, da fe de los hechos, pero indica que quien se puso «hecha una furia» cuando intentó entrar a la vivienda fue la arrendada y que ella siempre fue educada y respetuosa en sus intentos de contacto con la joven.
Cuando la joven uruguaya amenaza con llamar a la policía ese viernes que la propietaria entra por la fuerza en su vivienda, esta se marcha, y a partir del día siguiente, sábado, con Salma de vuelta en el piso por solidaridad, deciden trancar la puerta poniendo el sofá contra ella «para que no pudiera acceder, colocando además un atado de botellas de agua contra la pared de enfrente» para asegurarse de que, «aunque empujase el mueble, la puerta no se abriera más que unos centímetros». Tras ese incidente entran en juego también las madres de las jóvenes, avales del contrato «y a las únicas que la casera tenía relativamente en cuenta», ya que, según las inquilinas, a ellas las veía «como niñas».
En una tensa llamada con la madre de Salma, Ana, esta le expone los problemas que están teniendo las jóvenes. «La casera, en un tono a la defensiva, reconoce sus actos y echa la culpa a nuestra compañera, naturalizando sus llamadas y sus entradas al piso, además de sus razones para echar a la muchacha», narra Salma, «es en ese momento cuando mi madre le dice que si echa a esta chica, nosotras nos vamos también». Ella accede a devolver la fianza y también el mes de septiembre, que ya habían sido cobrados.
«La sorpresa llega cuando, pasados un par de días, ella cambia su postura y opta por no devolver la renta de septiembre, solamente la fianza, para acabar diciendo más tarde que no devolvería ni un euro a las que nos marchamos “voluntariamente”, solamente a la joven que ella echó», comentan, aunque finalmente sí lo consiguieron. «En la última reunión que tuvimos con ella nos devolvió todo, supongo que para evitar que la denunciásemos en la policía por allanamiento de morada constante», especulan. Del otro lado, la casera sostiene que siempre ha sido su idea devolver todo el dinero a todas ellas y de nuevo acusa a las jóvenes de mentir.
Ahora bien, la denuncia ante la Agencia Tributaria sí ha sido interpuesta, por supuestamente no tener la fianza depositada en el Instituto Galego de Vivenda e Solo y efectuar los pagos correspondientes a las rentas de cada mes sin registro de ningún tipo. «Al menos nuestro piso no nos consta que este en regla y sospechamos que el resto del edificio, que también es suyo, está en situación similar», exponen las jóvenes.
Este tipo de situaciones, de presunto abuso por parte de esta propietaria, fueron sufridas con anterioridad por gente que se definió como exinquilina suya, según se ha podido leer en redes sociales, así como por supuestos trabajadores de inmobiliarias. Estos últimos les contaron a Irune y Salma que, en primer lugar, hicieron pública su denuncia en redes sociales a través de la cuenta de Instagram de SalseoUSC, que la mujer «había tenido los mismos problemas de acceso al interior de la vivienda sin permiso durante años, además de que puso muchos problemas para devolver las fianzas».
También los que se presentaron como exinquilinos enumeraron situaciones similares, relatando que además de que el piso se encontraba en malas condiciones por humedad y carencias con sus electrodomésticos, los accesos a la casa mientras ellos no estaban eran cotidianos, «llegando a aparecer objetos extraños y desapareciendo otros, por ejemplo».
La versión de la casera
Carmen, la casera, niega los hechos relatados por las jóvenes, argumentando que están articulando una campaña contra ella. Indica que nunca le había ocurrido algo así y que si ella entró en el piso, fue para arreglar sus desperfectos, «como el baño, que tenía una fuga». Sobre el episodio que acabó con el sofá trancando la puerta, Carmen indica que ella le pidió a su inquilina que se marchase porque su nieta iba a entrar a vivir al piso, «pero en ningún caso de forma violenta», a pesar de que sí reconoce llamadas previas para que le abrieran la puerta y que estuvo ante ella durante un tiempo hasta que al final la inquilina que estaba dentro le abrió.
Sobre el depósito de la fianza en el IGVS, la casera señala que ella no tenía constancia de que fuese necesario hacerlo, algo que está recogido tanto en la Ley de Vivienda Galicia (Ley 18/2008) como en la Ley de acceso electrónico de los ciudadanos a los servicios públicos (Ley 11/2007).
Desde el conocimiento experto de quien tramita alquileres todos los días, Carlos Debasa, el presidente Asociación Galega de Inmobiliarias (Agalin) recuerda que con la mediación de estas los problemas se minimizan en las relaciones entre arrendador y arrendatario. «Las situaciones como las que relatan estas chicas son inviables con un profesional de por medio, pararía los pies al casero desde el primer momento. Es por ello que cada vez menos gente alquila por fuera de las inmobiliarias, dado el riesgo que se puede acabar generando tanto para una parte como para la otra».
La desesperación de los estudiantes, que pelean cada verano por encontrar una vivienda digna para alquilar, les hace enfrentarse a diario con caseros problemáticos sin que nadie los defienda, desprotegidos en la práctica ante sus exigencias, que comienzan mucho antes de que se firme el contrato de arrendamiento. En Santiago ya son habituales los cástings de inquilinos, la petición de nóminas para poder alquilar o los adelantos de fianzas y rentas mensuales.