Un guía lanza la voz de alarma: «Asistí a una pelea entre peregrinos y hasta ahora me parecía imposible mezclar puñetazos y Camino»

O.S. SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Cedida

El madrileño Raúl Vincenzo Giglio, tras recorrer la ruta a Santiago 44 veces y guiar a infinitos grupos, comparte su lamento: «Estamos en un momento crítico en el que o cambiamos algo todos nosotros nuestra forma de peregrinar y se regula el último tramo, o el Camino puede morir de éxito»

28 may 2024 . Actualizado a las 13:59 h.

Hace sobre diez días Raúl Vincenzo Giglio vivió una escena que nunca había visto y que, remarca, «despertó todas sus alarmas». «Yo guiaba a un grupo de peregrinos. Estábamos llegando a Portomarín, en una zona de camino más estrecho, en la que, con tantos peregrinos en ruta, cuesta en ocasiones pasar. No sé si influía esa mayor masificación o también el tiempo, lluvioso, pero lo cierto es que el ambiente era un poco tenso. Llegó un momento en que un peregrino de un grupo empujó, al adelantar, a la mujer de otro caminante que iba conmigo. El de mi grupo le dijo que tuviese cuidado. Rápidamente, el otro peregrino, también inglés, se dio la vuelta y, entre gritos indescifrables, empezaron a puñetazos. Pude calmar y separar al caminante que iba conmigo, pero temí que en Portomarín, una localidad donde se concentra en una plaza y calle muchos albergues y mesones, pudieran reencontrase de nuevo», apunta el madrileño, una voz autorizada en el Camino de Santiago al haberlo realizado hasta en 44 ocasiones -la primera vez que lo recorrió fue en 1991, con 20 años, tras la pérdida en accidente de moto de su mejor amigo- y haber guiado desde el 2009 por distintas rutas a muchos grupos de peregrinos hasta Compostela. Sin descanso, comparte una sentida reflexión: «Esa mezcla, de puñetazos y Camino, hasta ahora me parecía imposible».

«El episodio de esa pelea me ha hecho pensar en lo que está sucediendo en el Camino, con la perspectiva de haber sido testigo de su evolución desde antes del Xacobeo'93. Creo que estamos en un momento crítico en el que, o cambiamos algo todos nosotros tanto en nuestra forma de peregrinar como de organizar la peregrinación, o al Camino le puede pasar lo que ya sucedió en anteriores etapas históricas, morir de éxito», lamenta este enamorado de una ruta que, como recuerda, supuso un antes y un después en su trayectoria vital, incluso completando su 40 Camino en medio del duelo por su madre, a quien se lo dedicó.

«Ver esa escena de la pelea, tan alejada del espíritu de una ruta ligada a sentimientos como paz, camino interior, transformación vital… me empujó a compartir esta reflexión, que para mí es casi como un deber moral, de agradecimiento y cuidado del Camino. Creo que debemos leer las señales que la ruta nos está enviando», prosigue convencido, refiriéndose en concreto a los últimos 100 kilómetros del Camino Francés, donde se concentra el mayor número de caminantes.

«De todos los cientos y cientos de peregrinos que llegaban hace siglos a Santiago, en el año 1991, cuando lo recorrí por primera vez, alcanzábamos la Praza do Obradoiro tan solo 3, 4 o 5 al día. Era tan poca gente que hasta repetíamos comida durante días en el Hostal dos Reis Católicos», evoca de forma gráfica aludiendo a esa tradición, aún vigente, del conocido hotel compostelano de ofrecer comida gratis a los diez primeros peregrinos que lleguen cada día a la capital gallega. «No olvido cuando en Arca, en el concello de O Pino, teníamos que dormir en el suelo en una casa demolida porque no había infraestructuras ni profesionales que trabajasen por el Camino. En ese ya hoy hospedaje pueden dormir más de 1.000 personas, con múltiples sectores viviendo para el Camino», contrapone, queriendo aportar su visión.

«Creo que una de las formas para que la ruta jacobea siga siendo un disfrute y motivo de transformación, podría venir de la regulación de esa parte final del Camino Francés. Esas etapas, masificadas, desaniman a peregrinos extranjeros que no se las esperan. Ahora mismo, los caminantes que quieren lograr una plaza en los albergues públicos se levantan a las 05.30 horas para conseguir plaza. No se detienen en ningún sitio, ni en parques o ríos, pero tampoco en locales de hostelería, para no perder cinco minutos e intentar lograr plaza en los alojamientos. Esa idea de disfrutar del Camino se pierde… Muchos ni siquiera hablan con otros peregrinos, algo inherente a su espíritu. En los últimos tiempos tengo visto a caminantes indignados porque ni pueden ir al baño por las colas… No tiene pinta de que de forma natural se vaya a arreglar o a reconducir la situación», continúa exponiendo el guía, entre ideas comentadas entre los que transitan a diario la ruta.

«Creo que de alguna forma, en esa parte final del Camino Francés, habría que poner un límite a la capacidad de peregrinos por día, para que los que lo realizan puedan saber que vienen a hacerlo teniendo la posibilidad de dormir en algún sitio, de disfrutarlo, también del contacto con los demás. Mucha gente no se iría de viaje si sabe de antemano que le va a costar encontrar alojamiento», razona, admitiendo la dificultad del proceso. «Para poder contabilizar el número se podría echar mano de las empresas de transporte de equipaje o mochilas, que, desde Sarria, pueden usar hasta el 80 % de los peregrinos. Con sus datos se podría calcular cuánta gente cubre la ruta, de dónde a dónde, por días...», razona. «En esa regulación debería incluirse también a las agencias. En realidad a todos les interesa que los peregrinos lo hagan contentos, y repitan. Yo ahora conozco a muchos que, sin renegar de la ruta, ante su potencialidad, sí renuncian a hacerla en verano», continúa. «Incentivar los últimos kilómetros de otras rutas, como la Primitiva o la del Norte, o ofrecer facilidades de desplazamiento desde la francesa a otras de esas rutas, podrían ser otra opción», señala.

«Junto a la regulación, algo que veo necesario es trasladar a los caminantes lo que fue durante siglos, y aún es, el espíritu del Camino, sus valores, como con un folleto que explique lo que supone recorrerlo, sus antecedentes históricos o ahondando en que se transita por itinerarios recorridos durante siglos. Esto parece evidente, pero no lo es. Una pregunta no infrecuente es: ‘'¿Y por qué hizo Santiago el Camino?''. También veo aconsejable marcar in situ los hitos históricos, como el Monte do Gozo, del que muchos pasan de largo porque, o bien no lo conocen o porque requiere desviarse unos metros desde la capilla de San Marcos. En ese folleto sería aconsejable incidir en el respeto a la naturaleza y a los demás peregrinos. El Camino, en su peor huella, se llena de bolsas de plástico, latas…», comparte, admitiendo que muchos grupos que llegan a Santiago no se detienen ante los paneles en los que el Concello introduce un decálogo de buenas prácticas para evitar las actitudes incívicas. «Cuando al inicio del Camino se da la credencial, se podría ofrecer ese folleto, o un enlace a un vídeo con una introducción a los valores de la ruta, que podría estar disponible en varios idiomas», prosigue.

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Ya sobre el propio ambiente entre las etapas, Raúl Vincenzo defiende que sería «muy aconsejable prohibir la música en altavoces, igual que en el metro o los trenes, porque los demás peregrinos no tienen por qué andar escuchando la música que uno lleva a todo volumen… Por seguridad vial, sería ideal que el peregrino que transita a pie llevara solo un auricular cuando lleve música. Varios de los choques con ciclistas es porque llevan los dos cascos puestos y no escuchan los timbres o avisos de las bicis...», prosigue, sin obviar la picaresca que el auge del Camino también ha disparado. «Muchos pensamos que no estaría demás que se avisase a los peregrinos de los posibles timos y que se les aclarase que los sellos son gratuitos y que tan solo son necesarios dos al día, siendo innecesario pararse en todos los puntos. Cuando los caminantes cubren el Camino desde Sarria esto lo aprenden el segundo día. El primero hay unas colas enormes hasta para sellos que están instalados en mitad del bosque porque piensan que son necesarios y que no va a haber muchos más», defienden.

«En Santiago yo siempre animo a los grupos a visitar el Museo das Peregrinacións, en Praterías, en donde, por las paredes se ensalza esas palabras que tantas veces se dijeron ligadas al camino como crecimiento interior, paz o Buen Camino. Unos sentimientos que en ocasiones se están perdiendo. La pelea fue solo la gota que colmó el vaso. Si cambiamos un poco todos se podría recuperar una ruta sana y bella para todos», concluye.