Comienza el tetris de los universitarios de Santiago para volver a casa los fines de semana: «Cojo dos trenes, un bus y, a mayores, hago una hora de coche»
VIVIR SANTIAGO
Estudiantes de las cuatro provincias intercambian sus peripecias a la hora de viajar desde la intermodal compostelana los viernes y los domingos a la tarde: los que van en tren han reservado billetes para lo que queda de cuatrimestre y los que cogen el bus esperan en la estación con una hora de antelación para no quedarse en tierra
22 sep 2024 . Actualizado a las 10:54 h.A primera hora de la tarde del viernes, la estación intermodal de Santiago se empieza a llenar. A medida que pasan las horas, la multitud crece. Son estudiantes que, nada más terminar las clases y con maletas y bolsas bien cargadas, se dirigen a sus casas a pasar el sábado y el domingo. La escena de barullo se repite cada semana, dejando imágenes de colas interminables y grupos de jóvenes que, a falta de más frecuencias, se quedan en tierra. Al margen de las obras en la vía que han obligado a cortar la conexión con A Coruña desde la noche del viernes, para algunos, viajar es relativamente sencillo. Para otros, una odisea que comprende la combinación de varios medios de transporte hasta llegar al destino final. Seis estudiantes de diferentes urbes cuentan a La Voz el trayecto que recorren, como mínimo, un par de veces al mes: «Si fuera más fácil, estoy segura de que iría a casa más fines de semana».
Para Manuela Hernández, estudiante de Medicina en la USC, los viernes y los domingos no se entienden sin dos trenes, un bus y, a mayores, una hora de coche. Explica que la distancia que separa Santiago de su parroquia, Seoane —perteneciente al municipio de A Veiga, en Ourense—, se podría recorrer en unas tres horas en un vehículo privado, pero, para ella, dependiente del transporte público, el tiempo se alarga: «Contando que todo se mantiene dentro de los horarios previstos, algo que no suele pasar, salgo a eso de las seis y media de la tarde y no llego a mi residencia hasta las diez y media de la noche», explica sobre el trayecto que le tocará hacer este mismo domingo para volver a la ciudad. El planteamiento es el siguiente: desde su casa hasta la estación más cercana, la de A Rúa, tarda una hora en coche. Allí, coge el tren que va hasta Ourense —solo pasa uno al día, a las siete y media de la tarde— y, cuando llega a Monforte, hace un primer transbordo en bus, ya que el tramo de vía que conecta ambas localidades lleva dos años cortado. Ya en la ciudad de las termas, le toca esperar quince minutos hasta que llega un segundo ferrocarril, que, ahora sí, va directo hasta Santiago.
«Sí, es bastante complicado», confiesa Manuela. Cuenta que, cuando tiene la posibilidad, ejecuta un plan B: «Un familiar que vive en Lugo viene hasta el pueblo muchos fines de semana. Al volver los domingos, subo con ella en coche —algo que le lleva entre hora y media y dos horas— y me deja en la estación. Desde allí, cojo el bus hasta Santiago, que tarda una hora si es directo y hora y media si va por la carretera», explica. Aunque el tiempo es más o menos similar, se ahorra dos transbordos. Explica que, por lo general, vuelve a casa un fin de semana sí y otro no. Piensa que, si las conexiones fueran mejores, visitaría su parroquia con más frecuencia.
El truco de Lugo también está en la mente de Gabriel Losada, que estudia segundo de Biología en la USC. Originario de Monforte de Lemos, lleva conviviendo con el corte en la vía con Ourense desde que llegó a la universidad, hace exactamente un año. De querer volver a casa en ferrocarril, debería de hacer transbordo a mitad del trayecto en uno de los buses que agenda la propia compañía. Aunque el enlace asuste, tardaría menos que yendo directamente en autocar desde la intermodal de Santiago. No obstante, él prefiere esta segunda opción: «Sea de la manera que sea, la conexión no es fácil», alega. «El tren con el enlace tarda, como mucho, una hora y media. Con el bus, que tiene ocho paradas antes de llegar a Monforte —Escairón, Chantada, Rodeiro, Silleda, Lalín…—, tardas dos horas y cuarto. Son 45 minutos de diferencia, pero prefiero que vaya directo», reflexiona el joven.
Para volver a la ciudad por carretera los domingos solo tiene una frecuencia, a las seis y media de la tarde. Para ir a casa los viernes, tiene dos opciones, una a las tres de la tarde y otra a las seis. «Yo me como mucho la cabeza. Si necesito unos horarios diferentes —porque no son compatibles con las clases, por ejemplo— tengo que ir hasta Lugo», continúa. Cuenta que, para encajar las piezas de su tetris y llegar a los buses, intenta cambiar siempre que puede las prácticas de laboratorio de los viernes para la tarde de los jueves. De marchar un sábado, lo tendría más complicado. En fin de semana, se reducen unas frecuencias que, ya de por sí, son escasas.
Desde Lugo viaja también Laura Rodríguez, estudiante del último año de Historia da Arte en la USC. Lo suyo, a diferencia de Manuela y de Gabriel, no es parte de un plan para lograr la combinación perfecta. Ella, lucense de nacimiento, suele desplazarse todos los fines de semana a una de las ciudades gallegas peor conectada por el ferrocarril. «Para nosotros, el tren no existe. Es cierto que hay bastante frecuencia de buses —aunque es una única compañía la que opera en el trayecto—, pero en días como los primeros viernes del curso, cuando vamos todos al mismo destino, se quedan cortos», dice la joven. «Me ha pasado de llegar a la estación, que el bus estuviera completo y no poder subirme. Si hay overbooking no duplican la frecuencia para que podamos viajar todos. A los que nos quedamos fuera no nos queda otra que esperar al siguiente horario. El problema llega cuando, en teoría, viajabas en el último del día, que tienes que dormir en Santiago y repetir el proceso el sábado», explica. Ella recomienda estar con una hora de antelación en la estación y bajar directamente a los andenes para coger sitio en la fila. Al autocar se sube por orden de llegada.
Cuenta que este año, al terminar las clases el jueves, puede irse el viernes por la mañana, cuando la multitud no es tan grande. De hecho, asegura no haber tenido problema ninguno para volver a Lugo la semana pasada, la primera del curso, algo que a la tarde habría sido impensable. Algo similar expone Guillermo Garrido, estudiante de Matemáticas, que viaja a su casa de Vigo todos los fines de semana: «Hubo veces en las que me salté las clases de la mañana para poder coger el tren el viernes antes de comer. A la tarde, a menos que reserves con un mes de antelación, es imposible conseguir sitio», explica. El año pasado, sin ir más lejos, cogía el tren el sábado a la mañana. El motivo, que los viernes a última hora de la tarde, cuando él acababa las clases, hacerse con una plaza era misión imposible. Volvía el lunes a primera hora, sobre las seis de la mañana, «porque los domingos a la tarde también es inviable viajar desde Vigo hasta Santiago».
Aunque Guillermo hable en pasado, la falta de frecuencias entre Vigo y Santiago es un problema que sigue latente. Más todavía, con el inicio del curso universitario. «Antes de que empezara, cogí los billetes para todo el cuatrimestre», dice Eva Carreira, viguesa que estudia Medicina en la USC. «Cuando salen, estamos todos como locos intentando pillarlos. Si no los coges a la primera, luego es muy difícil», continúa. Al planificar con tanta antelación, le tiene pasado de necesitar algún viaje que, en sus cálculos mentales, no tenía previsto. Cuando sucede, pasa los días anteriores recargando constantemente la aplicación móvil por si alguien anula su billete —con el abono recurrente se puede hacer hasta una hora antes de que salga el tren— y consigue hacerse con él. Si no, bus. «Ahí me ha pasado de que se completaran todas las frecuencias y que me tuviera que acercar mi padre en coche hasta Santiago», protesta la joven.
En el otro tramo del Eje Atlántico, el que enlaza Compostela con las localidades del norte, parece que la situación es más tranquila. Al margen de las obras en la vía que han obligado a cortar la conexión con A Coruña durante este fin de semana, los billetes más demandados más allá de los del viernes y el domingo a última hora de la tarde, son los de primera hora de la mañana en los días de semana. Muchos estudiantes van y viene todos los días, ocupando las frecuencias madrugadoras. Eso sí, el tramo no termina en A Coruña, si no que sigue hasta Ferrol, ciudad a la que la llegada se complica. Susana Bellón, que estudia un doctorado en Filosofía en la USC, asegura que prefiere los viajes en autocar. «Aunque en coche es una hora, el bus no baja de la hora y media. Para en Pontedeume y en Fene, lo que lo retrasa un poco», explica. El año pasado, cuando sus clases de máster terminaban a las nueve de la noche y la última frecuencia salía de la intermodal de Santiago a las 20.25 horas, no le quedaba otra que coger el ferrocarril, «que llega a las doce de la noche si le da por ser puntual». Ella hace el recorrido, como mínimo, dos veces a la semana. Todos concuerdan en que, si las conexiones fueran más sencillas, viajarían más.