¿Sería factible, como dice la CE, prohibir el tabaco en las terrazas de los bares de Santiago? El debate está servido entre los vecinos
VIVIR SANTIAGO
La semana pasada, en un intento de desterrar el hábito, Bruselas recomendaba a los Estados miembros de la Unión Europea extender las zonas libres de humo a espacios recreativos al aire libre
26 sep 2024 . Actualizado a las 13:40 h.Una ruta a pie por Santiago a media mañana basta para darse cuenta de que el hábito de fumar mientras se toma el café de rigor en una terraza —al sol, por supuesto— sigue vigente. También después de comer, a media tarde o ya entrada la noche, apurando la última cerveza. «Habíamos quedado en la Praza Roxa, pero no había sitios libres en las terrazas. Nos vinimos andando hasta aquí y encontramos esta», dice Alba Fernández, que se sienta junto a dos amigos en torno a una mesa en la calle Santiago del Estero. Ninguno de los tres estaba dispuesto a sacrificar el estar al aire libre. Primero, para aprovechar los últimos resquicios del verano. Segundo, porque en el grupo hay dos fumadores. «No voy a defender esto, porque seguramente sea reprochable, pero a mí, por lo menos, me gusta venir y, mientras charlamos, poder hacerlo», dice.
Su punto de vista es el más repetido entre los clientes que se sientan en las terrazas de la zona. Fumadores o no, son conscientes tanto de la molestia que puede suponer el humo para la gente que pasa o se sienta a su lado como del riesgo al que puede llevar tener tan asimilado el tabaco en los espacios públicos. La semana pasada, en un intento de desterrar el hábito, Bruselas recomendaba a los Estados miembros de la Unión Europea extender las zonas libres de humo a espacios recreativos al aire libre «en los que es probable que se reúnan niños». Entre los establecimientos señalados, las terrazas de los bares, cafeterías y restaurantes. El objetivo, según explicaban en un comunicado, «proteger mejor a la población de la UE, en particular a los niños y los jóvenes», para formar una generación libre de humo. Pero, a día de hoy, ¿sería posible y realista implantar esta medida? En Santiago, el debate está servido.
«Por mí, que se prohíba ahora mismo», dice tajante Mila, sentada en una terraza de la Praza Roxa junto a su hija y a sus dos nietos. Ellos, de siete y cinco años, juegan mientras madre y abuela toman un café. Ambas apoyan una posible retirada del tabaco de los espacios públicos, pensando tanto en ellas mismas como en los niños pequeños. «Sí, pienso que, cuantas menos referencias al tabaco, mejor. Si no lo ven por la calle como algo tan normal, en un futuro no tendrán tan presente el reproducirlo. Te hablo de las terrazas por no hablarte de otros espacios, como zonas de juego», continúa la madre, que dice ver constantemente colillas por los suelos.
En la conversación, menciona otros espacios públicos, como parques. Hace exactamente un año, el de Galeras se convertía en el primer «parque sen fume» de Compostela, adhiriéndose así a la Rede Galega de Parques sen Fume que impulsa la Dirección Xeral de Saúde Pública, dependiente de la Consellería de Sanidade, para rebajar su consumo y concienciar sobre los efectos nocivos del tabaco. «El humo molesta, por supuesto, pero creo que es más importante todavía pensar en que hacer los espacios públicos libres de tabaco es para que una nueva generación no tenga tan asimilado su consumo», reflexiona.
«Es horrible estar sentado en una terraza respirando el humo del tabaco de los demás», dice Antonio, que toma un refresco en una de las terrazas de la Avenida de Rodrigo de Padrón. Originario de Santiago, recuerda cuando, en ese mismo lugar, se podía fumar hasta en los interiores: «Si ya pudimos dejar atrás eso, ¿por qué esto no?», reflexiona. Recuerda, cuando, en la pandemia, el tabaco quedó por un momento desterrado de las terrazas. «Y nos sentábamos igual», dice. En la mesa de al lado, Juan y Marcos, ambos fumadores, rebaten su punto de vista. «Yo creo que, igual, de no poder fumar no alargábamos tanto el tiempo. Ahora, que es mediodía, nos tomamos solo un café. Pero a la noche, igual tomar una cerveza más para poder quedarte en la mesa fumando», alega.
Según los últimos datos proporcionados por la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en la provincia de A Coruña fuman 171.216 personas habitualmente y 22.506 lo hacen de forma ocasional. Esto representa al 17 % de la población, un 3 % menos que hace diez años. El perfil que más se repite es el de un hombre de entre 35 y 44 años que fuma entre 10 y 20 cigarrillos, por lo que, según las cifras, es más complicado encontrar a jóvenes perpetuando el hábito. Eso sí, aunque no sean mayoría, existen. «A ver, sería un lío», opina Carla, que se sienta junto a tres compañeras en otra de las meses de enfrente del cuartel de la policía. Universitarias de segundo curso, piensan que la prohibición sí que influiría en el tiempo que pasan en las terrazas. «Igual, en vez de aquí, este café lo estaríamos tomando todas juntas en casa», piensa Elisa, una de su amigas. Ella es una de las llamadas fumadoras sociales, que solo consume cuando está en compañía.
«Si alguien me lo pide, me separo y me voy a fumar lejos de las mesas. No tengo problema. Pero aquí, que no tenemos a casi nadie alrededor, me parecería una tontería prohibirlo», añade Carla. El de Bruselas no ha sido el único intento reciente por erradicar esta costumbre de los espacios públicos. Es lo que proponía, por ejemplo, la ley antitabaco llevada a consulta pública el pasado mes de julio. Lo cierto es que, desde el 2006, punto de inflexión en el cual el Gobierno de Zapatero impulsó que centros de trabajo, bares y restaurantes fueran espacios libres de humo, la cosa parece estar cambiando o para los fumadores. En el 2020, cuando llegó el covid, Galicia ya se libró de las colillas en las terrazas. ¿Podría ahora esta medida implantarse para siempre?