A estas alturas de Google, las habilidades de ese programa informático llamado Photoshop son casi tan populares como las de la Cope para pasarse de listos con Evo Morales. Con una rapidez impensable antes del advenimiento de la informática, la aplicación de Adobe atiende con buenos resultados esa tentación en la que todos hemos caído alguna vez: la manipulación de la imagen. En el fondo, el Photoshop no es más que un recorta y pega cuyo resultado final tiene que ver con la pericia del que maneja el ratón, que con tino y cierta calma puede evitar que el montaje resultante sea una chapuza. Víctimas del Photoshop son cientos de famosas que abarrotan ese callejón atestado que es el porno en Internet, en el que sin esforzarte ni un pelo te topas con una Paula Vázquez en cueros que en realidad es la versión femenina y erotizada de Frankenstein, hecha de retales entre la ferrolana y otra señora mucho menos recatada. Deudoras del Photoshop son también cientos de famosas que aparecen en las revistas como diosas; ya saben, piernas interminables, cutis de terciopelo, nariz griega, proporciones áureas y bla, bla, bla. La gran sorpresa ha sido comprobar que en la Zarzuela también juguetean con el famoso programa de manipulación de imágenes y que el recorta y pega no es un entretenimiento exclusivo del espontáneo Froilán. Ahora que lo sabemos, asalta la duda: ¿hay más Photoshop en la familia?