Así fue la noche de San Fermín que la Manada convirtió en un infierno

Marta Otero Torres
marta otero LA VOZ/REDACCIÓN

SOCIEDAD

SERGIO PEREZ

La sentencia detalla los pasos que víctima y agresores dieron la madrugada en la que se produjeron los hechos

17 nov 2022 . Actualizado a las 12:25 h.

Así sucedió todo. La justicia ha dictado sentencia sobre el caso de la Manada de Pamplona, y en su redacción detalla lo que realmente pasó aquel 7 de julio del 2016, el día que una joven que hoy tiene 21 años desearía borrar de su memoria. Podría haber sido cualquiera. Entonces tenía solo 18, y acudió con un amigo en coche particular a disfrutar de las fiestas de San Fermín. Llegaron sobre las 18.30.

Por la noche decidieron ir a ver un concierto a la plaza de Castillo, momento a partir del cual la sentencia reconstruye los hechos. En esta plaza conocieron a un grupo de personas de Palencia y Castellón, con las que entablaron relación hasta que R., el amigo de la denunciante decidió irse al lugar donde había aparcado el coche. Eso fue sobre la 1:30 de la madrugada.

La víctima se quedó con la gente que habían conocido e intercambió el teléfono con un chico que venía de Palencia, A. Después se encontró con el novio de una chica de su Universidad y se acercó para saludarlo. Según la sentencia, «estuvieron bebiendo, bailando y cantando hasta ue le perdió de vista». Entonces intentó volver con sus nuevos amigos de Palencia y Castellón. Pero ya no los encontró.

Y se sentó en un banco. Allí estaba también José Ángel Prenda. Ambos comenzaron hablar y al poco tiempo se acercaron, primero Ángel Boza y después los otros tres acusados. A las 2.57 ella llamó al chico de Palencia para saber qué iban a hacer, y quedaron en hablarse después para ir a ver los encierros.

La joven dijo entonces que se iba al coche a descansar, y los miembros de la Manada se ofrecieron a acompañarle. Por el camino, dos de ellos se adelantaron y se acercaron al Hotel Europa para pedir «una habitación por horas ‘para follar’», sin que ella se enterara. Pero el encargado les dijo que no era posible.

Un poco más adelante, José Ángel Prenda vio cómo una mujer entraba en un portal y «después de mantener una breve conversación con ella simulando que estaba alojado, cogió uno de los ascensores y subió al segundo piso, bajando al portal por las escaleras».

Los otros cuatro y la chica estaban fuera. Ella y Ángel Boza se besaban, según la sentencia, cuando el Prenda abrió la puerta desde dentro y dijo «vamos, vamos». Entonces Boza, que la tenía de la mano, tiró de ella hacia él y Alfonso Jesús Cabezuelo le cogió de la otra para que entrara en el portal. Cuando estaban dentro, accedieron por un rellano a una pequeña zona sin salida, de unos tres metros cuadrados.

«Al encontrarse en esta situación -explica la sentencia- en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, conseguida conforme a lo pretendido y deseado por los procesados y querida por estos, la denunciante se sintió impresionada y sin capacidad de reacción».

Lo que viene después también está descrito. Le desabrocharon la riñonera, le quitaron el sujetador, el jersey que llevaba a la cintura, le bajaron los leggins y el tanga. «‘La denunciante’ sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados», afirma el texto.

Mientras todo pasaba, Antonio Manuel Guerrero grabó con su móvil seis vídeos y sacó dos fotos. Alfonso Cabezuelo también grabó uno. Después cogieron el móvil de la chica de la riñonera, le sacaron la sim y la tarjeta de memoria, y se fueron.

La joven se quedó sola y buscó su teléfono sin éxito. Entonces «comenzó a llorar, cogió su riñonera y salió del habitáculo a la calle llorando». Una pareja se la encontró sentada en un banco, llorando desconsoladamente, y llamó al 112.

La atendieron en el hospital a las 5.20 horas. A las 6.50, José Ángel Prenda envió desde su móvil un whatsapp al chat de la Manada: «Follándonos a una los cinco», «todo lo que cuente es poco», «puta pasada de viaje», «hay vídeo».