Un proyecto plantará hasta 100.000 árboles para mejorar el hábitat en O Courel y propiciar una convivencia pacífica entre los gallegos y el plantígrado
25 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.La historia del oso pardo y el ser humano es el relato milenario de una persecución sin tregua que estuvo a punto de provocar la extinción del animal terrestre más grande de toda la fauna ibérica. «En la Edad Media había por toda la Península. Llegaban incluso hasta Andalucía. Durante siglos se cazaba de manera indiscriminada, pero en los años 70 del pasado siglo se declaró especie protegida y a partir de los 90 la población cantábrica comenzó a recuperarse sola. Hay que destacar que no son especies reintroducidas como sí se hecho, por ejemplo, en los Pirineos», explica Fernando Ballesteros, presidente de la Fundación Oso Pardo.
Durante las últimas décadas el plantígrado ha superado la fase de recuperación y actualmente se encuentra en plena expansión, ampliando su territorio hasta zonas donde encuentra una buen hábitat, como el occidente leonés y las montañas de Lugo y Ourense. «O Courel ofrece a los osos pardo castaños y mucha tranquilidad. Por ello el número de ejemplares está creciendo. Vemos sobre todo machos jóvenes que cuando se independizan tienden a buscarse la vida lejos de donde nacieron. Los hemos ido detectando por los daños en las colmenas. Al principio no encontrábamos una explicación para lo que estaba pasando hasta que los apicultores pusieron cámaras y los vimos», confiesa Ballesteros.
La presencia del animal ya está consolidada en la montaña lucense y ahora hay que pensar en el siguiente paso, que no es otro que tratar de conseguir que los humanos y los osos pardo puedan convivir pacíficamente, como lo han hecho en muchas zonas de Europa desde el paleolítico. El reto reside en equilibrar el respeto al animal con la preservación de actividades como la ganadería y la apicultura.
Para tratar de evitar el conflicto entre especies, la Fundación Oso ha puesto en marcha una campaña de plantación de 55.000 árboles que servirán para enriquecer la producción de alimento. «En O Courel hay castaños y dehesas de robles que producen mucho alimento en una época fundamental como es el otoño, cuando los osos comen frutos secos, castañas y bellotas sobre todo. Pero lo que hemos querido hacer en este proyecto es ampliar la oferta con frutos carnosos», sostiene. La plantación cuenta principalmente con un tipo de cerezo (Prunus avium), arraclanes, abedules, manzanos silvestres y mostajos. «Nuestro modelo se basa en crear espacios dentro de la propia naturaleza y lo que hemos hecho ha sido plantar bosquetes pequeños que ejercen como supermercados para los osos», añade.
La idea es que el animal encuentre suficiente alimento como para dejar tranquilas a las colmenas. La apicultura supone también una fuente importante de ingresos en O Courel. El proyecto Life Oso financiado por la Unión Europea está siendo muy bien acogido entre los vecinos y es un impulso además para la economía local. «Estamos plantando estos bosquetes en zonas privadas tras haber llegado a acuerdos con los propietarios. Esto es algo que permite mejorar el estado de los montes. También son más resistentes a los incendios. Y todo se está desarrollando con empleo local. Esto permite que se asocie la presencia del oso pardo no solo como un valor relacionado con la naturaleza sino también como un motor de desarrollo rural», reconoce Ballesteros.
La crisis del coronavirus ha detenido los trabajos, ya que el objetivo es plantar 100.000 árboles, una cifra que se espera alcanzar durante el otoño. De esta forma se pretende sembrar la semilla de una relación entre osos y seres humanos que quiere brotar a partir de la confianza.