Lo primero que hay que decir de la Declaración de Bletchley es que se produce tras la Cumbre de Seguridad de la IA (AISS) y, por tanto, su perspectiva no es tanto reconocer «las enormes oportunidades globales que presenta la IA» (aunque empiece por ello), sino afirmar la necesidad de un desarrollo seguro de la IA ante los riesgos importantes («catastróficos», incluso) que su mal uso puede plantear.
La declaración dice que es necesario y urgente abordar el impacto potencial de la IA en cuestiones críticas como: 1) la protección de los derechos humanos, 2) la transparencia y la explicabilidad, 3) la equidad, 4) la rendición de cuentas, 5) la regulación, 6) la seguridad, 7) la adecuada supervisión humana, 8) la ética, 9) la mitigación de prejuicios, 10) la privacidad y la protección de datos.
Resalta especialmente los potenciales riesgos imprevisto de los sistemas de IA de vanguardia en ámbitos como la ciberseguridad y la biotecnología, así como la amplificación de la desinformación, por su capacidad de manipular contenido o generar contenido engañoso, que, como se ha visto últimamente, forma parte importante de la ciberseguridad internacional, en contextos de guerras híbridas.
Como es la declaración de una primera reunión, no se aportan soluciones, sino una voluntad de colaboración internacional, a la que hay que dar la bienvenida. Pero, al tiempo, habrá que estar muy vigilantes a la letra pequeña y a los avances que se produzcan, para que, en aras de la seguridad internacional y de la lucha contra la desinformación, no se limite la libertad de expresión e información a la que tenemos derecho todos los ciudadanos.