Basado en un programa genético, países como Irlanda, Noruega o Australia estudian usarlo en sus rebaños
03 dic 2019 . Actualizado a las 12:16 h.Son nuestras antípodas, pero todo lo que ocurra en sus campos repercute, y mucho, en la economía del sector primario en Galicia. Sobre todo cuando se habla de leche. Ahora Nueva Zelanda parece haber tomado la delantera en un tema de máxima actualidad como es el control de las emisiones de gases de efecto invernadero. ¿Cómo? Lanzando un programa genético para impulsar la cría de ovejas con una «baja emisión de metano», uno de los gases que contribuyen al calentamiento del planeta. «Este enfoque actualmente beneficiará a la industria ovina, que representa poco menos del 20 % de las emisiones contaminantes de Nueva Zelanda», comentó a Efe Mark Aspin, director general del Consorcio Pastoral de Investigación de Gases de Efecto Invernadero (PGGRC, siglas en inglés).
En Nueva Zelanda, un país de poco más de 4 millones de habitantes y casi 28 millones de ovejas, el 80 % de las emisiones totales de metano provienen del ganado vacuno y ovino. De ahí que para los habitantes de ese país se haya convertido en una prioridad reducirlas. La organización Beef + Lamb New Zealand (B+LNZ) y el PGGRC anunció la semana pasada que comenzaba a implementar un programa genético basado en las mediciones de «valores de crianza», que identifican las características que se persigue potenciar para mejorar los rebaños.
La implicación de los ganaderos es fundamental para medir el metano que emiten sus animales. Lo hacen con unas cámaras de acumulación adaptables al remolcador de un camión de un camión que se desplaza hasta las granjas. Las ovejas, como recoge Efe, pasan 50 minutos en estas cámaras aisladas en dos sesiones que se realizan en un período de 14 días para determinar cuánto metano emite cada una de ellas, sobretodo, cuando eructan o vomitan.
El programa se basa en una investigación que comenzó hace diez años para aprovechar que cada oveja genera una cantidad distinta de metano y que las diferencias pasan a la siguiente generación. «Hemos trabajado en esta investigación desde el 2008. Las mediciones han sido probadas durante unos seis años y ajustadas para medir los genotipos de los ejemplares reproductores», señaló Aspin.
Los resultados permitirán a los criadores seleccionar los carneros que tienen una menor nivel de emisiones y utilizarlos para la reproducción, en un proceso que dará resultados en unos dos años, los que tarda uno de estos animales en desarrollarse comercialmente. El proyecto ha sido recibido con interés por los ganaderos, según destacó el director ejecutivo de B+LNZ, Sam McIvor, que señaló que un sondeo situó la reducción de los gases de efecto invernadero como una de las cinco prioridades del sector.
Varios países, entre ellos Irlanda, Noruega o Australia, han mostrado interés por el programa, indicó Aspin que se mostró confiado en que su impacto aumente «a medida que los cambios genéticos se profundicen con cada generación». Nueva Zelanda aprobó en noviembre una ley para reducir a cero las emisiones de carbono en el 2050, que además pretende disminuir un 10 % las emisiones de metano biológico procedentes de la agricultura en el 2030.