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El CSIC y Armadora Pereira logran criar pulpo en cautividad sin una dieta de crustáceos

e. a. REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Una de las larvas que ha conseguido criar el grupo Ecobiomar
Una de las larvas que ha conseguido criar el grupo Ecobiomar Álvaro Roura / Alexandra Castro

Se trata de un asunto clave para hacer económicamente viable el cultivo de este cefalópodo

18 dic 2018 . Actualizado a las 14:28 h.

Coincidencia o no, lo cierto es que al mismo tiempo que el IEO en alianza con Pescanova conseguía avanzar en el cultivo de pulpo después de tres décadas de ensayos y errores, los investigadores del Instituto de Investigacións Mariñas de Vigo (del CSIC) y Armadora Pereira daban un paso similar a la hora de hacer viable la cría de paralarvas de cefalópodo en cautividad.

Lo ha hecho el grupo Ecobiomar, el mismo que hace unos años logró, por primera vez en el mundo, definir la composición de la dieta de esta especie en la naturaleza. Y dos años de tesis doctoral -firmada por Álvaro Roura- dedicada a analizar con técnicas moleculares el contenido estomacal de estas diminutas crías han permitido demostrar que es posible alimentar a las larvas de pulpo sin crustáceo, cuestión de importancia capital para hacer económicamente viable el cultivo de este cefalópodo. Así es que, empleando enriquecedores de artemia que simulan el regusto y cualidades nutricionales de lo que las crías comen en el caladero, los investigadores han conseguido supervivencias que superan a las obtenidas con dietas basadas en larvas de crustáceos a 60 días y con tasas de crecimiento más altas a las conocidas cuando se las alimentó de artemia convencional.

La clave de los avances está, a decir de Ángel González, científico jefe de Ecobiomar, en los conocimientos del grupo sobre el comportamiento de la especie en la naturaleza, pues la experiencia del CSIC en el cultivo de pulpo era ocasional. Hasta que suscribió un acuerdo con la viguesa Armadora Pereira para trasladar lo aprendido sobre la especie en su hábitat a la cría en cautividad y dar con una dieta natural que mejorase su supervivencia. Y sobre todo, «evitando depender de otros recursos explotados, como la centolla o la nécora», añadió González.  

Posible segunda fase

Ahora bien, el investigador jefe no se atreve a aventurar cuándo se podrá disponer en el mercado de pulpo de acuicultura: «Una cosa es lograr criarlo hasta su fase de asentamiento y otra es mantenerlo en el tiempo», admite González. Lo que sí sabe es que este importante avance ya da pie a pensar en una segunda fase del proyecto Aquopus con Pereira.

De tanto observar al pulpo en su medio, el equipo del CSIC ha logrado desentrañar otro misterio: el de dónde se esconden las larvas de pulpo después de que le hayan salido más de 3 ventosas en los brazos. En la ría se ven muchas de estas que apenas tienen diez días y ejemplares ya asentados en el fondo, pero no individuos con 22 o 23 ventosas. Pues bien, los investigadores han comprobado que, a diferencia de sus parientes, como la sepia o el calamar, que se quedan en la ría, los pulpos se van a mar abierto aprovechando la corriente del afloramiento costero para no consumir energía, se desarrollan en la columna de agua a profundidades de entre 5 y 500 metros y regresan más adelante ya para vivir asentados en el fondo.