La plataforma revisa el uso que, según distintos estudios, hacemos de la red social y publica un artículo entonando el «mea culpa» y sugiriendo de qué manera se pueden revertir sus efectos negativos. ¿Qué hay detrás de acto de contrición?
18 dic 2017 . Actualizado a las 15:00 h.Por mi culpa, por mi culpa, pero... por tu gran culpa. Eso mismo es lo que Facebook acaba insinuando en un artículo, publicado en su página oficial, en el que tras analizar la conducta de sus usuarios en base a las conclusiones de varios y prestigiosos artículos admite que la plataforma puede llegar a resultar perjudicial para nuestra salud. Reconocen los de la red social más usada del mundo que desplazarnos pasivamente por ella -un «Me Gusta» lánguido aquí, otro allá- nos hace, en general, sentirnos mal. Que los que, adictos al scroll, pasan horas leyendo publicaciones de otros, consumiendo información sin comentar ni participar, acaban sintiéndose peor que quienes suben fotos, comparten experiencias y entran al trapo en cuanta conversación se encuentran en su camino.
Son David Ginsberg, director de investigaciones de Facebook, y su colaboradora Moira Burke quienes confiesan los pecados de la plataforma. Y lo hacen en un texto que ni es el primero de este tipo que publica la compañía ni, aunque autocrítico, puede apuntarse el tanto de ser todo azote en piel propia. Hay también cera, y un mensaje nada desinteresado. Sí, los chicos de Zuckerberg se plantean hasta qué punto es «bueno» desconectar del mundo real y pasar tiempo en las redes sociales, pero concluyen que, si de alguien es el problema, es sobre todo del usuario. De su manera de proceder, de comportarse en la red. De su pasividad.
Asistir a la vida de otros en Facebook puede llevar a una «comparación social negativa» Así, despachan su análisis presentándose como solución al problema. Apuntan que, según un trabajo de la Universidad de Míchigan, los usuarios que, sin implicarse, se dedican solo a asistir a lo que sucede en Facebook se muestran de peor humor que los que pinchan en los enlaces, responden con emociones, aportan opiniones o participan en los debates. Existen hipótesis que exponen que leer sobre la vida y gustos de otras personas en las redes -añade la plataforma californiana- puede llevar a una «comparación social negativa», quizá más que fuera de Internet, dado que las publicaciones de los usuarios de Facebook (y de otras redes, como Instagram) suelen estar más pensadas -más exageradas, maquilladas, idealizadas- y son más aplaudidas y halagadas por los demás que cualquier gesto, comentario o acción que sucede en la vida real. La receta de Facebook es, pues, sencilla -y casualmente muy beneficiosa para él-: interactuar para alcanzar niveles más altos de bienestar emocional. No quedarse quieto. Ampliar horizontes, brujulear por su telaraña.
La reflexión es la más reciente de una serie que Facebook ha bautizado como «Preguntas difíciles», un espacio de debate puesto en marcha con el objetivo de abordar cuestiones espinosas derivadas de este nuevo y desconocido escenario, el de las redes sociales; de su impacto en el mundo, en la manera en la que nos relacionamos: cómo evitar la difusión de propaganda terrorista, qué pasa con la identidad digital cuando alguien muere, de qué manera se aborda la publicación de textos e imágenes controvertidas, las noticias falsas, la protección de los usuarios más jóvenes o, en este caso, los efectos derivados del uso de estas plataformas. «Nos tomamos muy en serio nuestra responsabilidad en la influencia que tenemos», manifiesta la compañía en la presentación de esta sección.
«Está pudriendo la forma en la que nos relacionamos»
¿Es fortuita esta observación sobre el impacto de una red social como esta en la sociedad actual y en la salud mental de sus usuarios? No lo parece. Curiosamente, el mes pasado, durante una charla en la Escuela de Negocios de Standford, un exejecutivo de la compañía admitió públicamente sentirse profundamente culpable por haber contribuido a crear un monstruo como Facebook, una «herramienta que está destruyendo la forma en la que la sociedad interactúa». «Estas retroalimentaciones continuas fomentadas por la dopamina están destruyendo a la sociedad con mentiras, desinformación, falta de cooperación y desinterés. Es un problema global que está pudriendo la forma en la que nos relacionamos», criticó Chamath Palihapitiya, exvicepresidente en el área de crecimiento, para a continuación sugerir, como consejo, tomarse un descanso de las redes sociales. Pero es que además Palihapitiya no ha sido el único que ha recelado últimamente de la forma de proceder de la compañía.
«Solo Dios sabe lo que le están haciendo al cerebro de nuestros hijos»
Sean Parker, primer presidente de Facebook, uno de los responsables de que aquel proyecto estudiantil llegase a ser el actual negocio multimillonario que hoy es, confesó a principios de noviembre, en un evento de Axios, que los creadores de este tipo de plataformas explotaron conscientemente «una vulnerabilidad en la psicología humana» al diseñar a propósito herramientas que causan conductas similares a la adicción. «Lo sabíamos y lo hicimos de todas maneras». «Literalmente cambian tu relación con la sociedad. Probablemente interfieren de forma extraña en la productividad -añadió-. Solo Dios sabe lo que le están haciendo al cerebro de nuestros hijos». Escalofriante.