La uña de gato llegó de Sudáfrica hace 123 años

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO

La presencia de la planta en las playas de las Rías Baixas fue desplazando a otras especies autóctonas

04 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la llegada de junio empieza formalmente la temporada de verano en las playas, aunque emergencia climática mediante esto de las temporadas es un concepto a revisar pues vamos camino de breves y suaves inviernos junto a largos y secos veranos sin apenas transición de otoño y primavera. El caso es que la playa empieza a llamarnos y acudimos masivamente a los arenales, en donde podemos encontrar en plena floración a nuestra protagonista de hoy, que no debería estar aquí.

Se llama uña de gato (herba do coitelo o Carpobrotus edulis) y es una especie exótica invasora originaria de Sudáfrica que hace más de un siglo que se asentó con fuerza en nuestro litoral, de echo las Rías Baixas fueron la primera cita de la especie hace justamente 123 años. Como suele suceder en estos casos su llegada tuvo que ver con su resistencia en zonas tan hostiles para las plantas como las playas y el litoral, lo que propició que despertase interés en jardinería o incluso para sujetar taludes debido a su capacidad de enraizar sobre suelos arenosos soportando la salinidad del borde del mar y los acantilados costeros. Poco a poco se fue naturalizando y cuando por fin nos dimos cuenta de su impacto ambiental ya se había apoderado de buena parte de nuestras costas.

Su nombre común de uña de gato hace referencia a la forma de sus hojas carnosas, aunque siendo rigurosos con la escala más bien podría denominarse como uña de tigre. Esas hojas y sus ramificaciones se van extendiendo formando un amplio tapiz, tan tupido que ahoga e impide el desarrollo del resto de la vegetación, desplazando a la flora autóctona. Sus flores son muy grandes y vistosas, de unos 8 cm de diámetro con muchos pétalos rosados o amarillos. Nuestra prima produce unos frutos carnosos que son consumidos por gaviotas y pequeños roedores que, con sus excrementos, contribuyen a su dispersión, aunque no le hace falta mucha ayuda pues sus abundantes semillas mantienen durante años su capacidad de germinación y sus tallos secundarios o estolones que enraízan con facilidad.

Además de conquistar terreno a la flora autóctona sus exigencias de nutrientes absorben buena parte de la escasa materia orgánica de playas y acantilados, además de concentrar la salinidad y cambiar el Ph de las zonas en las que se asienta. Pero nuestra amiga tiene en su lugar de origen algunos enemigos, entre ellos una pariente de nuestros conocidos bichos bola, que se encuentra en el grupo de las cochinillas algodonosas. Se llama Pulvinariella mesembryanthemi y se alimenta de la savia del Carpobrotus de forma que lo va debilitando y reduce su potencial invasor. Este simpático bichito es originario también de Sudáfrica y se está estudiando su uso como arma biológica para impedir la extensión de la uña de gato. De momento la cosa está en fase experimental, no vaya a ser que al bichito le guste, además del Carpobrotus, alguna especie autóctona y la liemos introduciendo sin control otra especie exótica y haciendo peor el remedio que la enfermedad, cosa que sucedió cuando se utilizó el herbicida glifosato para combatirla. Lo único que parece no soportar es el frío intenso (hay registros de su desaparición en zonas que mantuvieron heladas prolongadas) pero en esto tampoco nos va a ayudar la emergencia climática.

Haciendo honor a su característica de especie invasora, la podemos ver en mayor o menor medida por casi todo el litoral de las Rías Baixas (ha colonizado también archipiélagos del parque nacional) pero resulta especialmente llamativa en los acantilados de monte Lourido y la playa de Patos, en Nigrán, donde ya se ha previsto alguna campaña para su control.