«La hostelería es la mejor universidad del mundo, aprendes de todo», aseguran
13 oct 2023 . Actualizado a las 16:14 h.Mantener un negocio más de un siglo es toda una hazaña, pero conseguir que 125 años después siga bajo la batuta de la misma estirpe es una heroicidad. Es lo que ha hecho la familia de Jesús Alonso Montes (al que todos conocen por Sito), y su mujer, Loli Fernández Iglesias quienes ya, de la mano de su hija Susana Alonso Fernández y su marido Mario Alonso Lameiro, representan la cuarta y quinta generación del restaurante Floriano de Mos. Lo puso en marcha, con el nombre de Casa Silvestre, el bisabuelo de Sito y ahora su nieto Asier, de 16 años, ya estudia Servicios de Restauración en Hostelería en el CIFP Manuel Antonio preparándose para el día que le toque recoger el testigo. Sito asumió la gerencia del negocio a los 19 aunque ya se crio entre fogones. «De niño ya echaba una mano a mis abuelos, porque nacía donde tenían el negocio, al que le dieron licencia en 1898 como Vila Silvestre, tienda de aceite y vinagre», que era la denominación oficial que se hacía entonces para el pago de impuestos a los comercios en los que se destinaba una parte a la venta de alimentos y otra a despachar las copas a los hombres.
Toda una vida y más de medio siglo después, «la filosofía del negocio es la misma». La fórmula del éxito negocio, dice es «la comida, el trato con la gente y crear un ambiente familiar». Sobre sus platos más demandados, no desvela recetas pero confiesa que conservan recetas como les llegaron ellos de sus abuelos o de sus bisabuelas. Al frente de la cocina está ahora Mario Alonso, que aún cuenta con la mano de su suegra Loli y ellos son los que atesoran ese legado. Lo que más les identifica son el jarrete estofado, las lentejas, el jamón asado, el cocido o los postres caseros, también aprendidos de generaciones anteriores como las natillas, el arroz con leche o la tarta de manzana.
«La hostelería es la mejor universidad del mundo, porque aprendes de todo y de quien menos te lo esperas», defiende Sito.
Fue el consejo que le dio un cliente aún de joven cuando se enfrentó a su padre porque prefirió dedicarse al negocio que continuar los estudios. A día de hoy, su restaurante se sigue llenando casi a diario. «La hostelería es un trabajo muy duro porque son muchas horas, pero nuestra familia es algo vocacional, con el plus de que nos gusta el trato cara al público», indica Susana. Al frente del hostal está una nieta de la fundadora y en la cocina Lucía Barbosa que no comparte apellido, pero está igualmente unida tras 27 años de trabajo.
«Nuestros clientes son también de la familia. Algunos vienen a diario desde hace 44 años, como Juani, que se jubiló en la empresa Copo la semana pasada», apuntan. En su cafetería y comedor, «hay tanto trabajadores del entorno como gente de paso o del tráfico del aeropuerto». Sito tenía 5 años cuando abrió. «Me llevó mi padre porque era todo una acontecimiento. Aquello cambió la vida de Tameiga para siempre, antes no había casas ni negocios y, de repente empezó a llegar gente y a abrirse polígonos», explica. La etapa más difícil fue la de la pandemia. «No habíamos cerrado ni en la Guerra Civil pero tuvimos que hacerlo entonces cinco meses», indica el bisnieto del fundador.
«Ahora hay que hacer más cuentas por la inflación, pero mantenemos el menú a 14 euros, con la misma calidad. Toca negociar mucho con proveedores y tirar del invernadero del que sacamos mucha de la materia prima de nuestros platos».
Para la fiesta de aniversario Uxía Senlle, que también es de la familia, explican, compuso un tema que interpretó con sus hermanas.