Transilvania se enamora de Vigo

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

m. moralejo

Una emprendedora rumana surte a sus compatriotas de los productos típicos de su país

16 ene 2017 . Actualizado a las 11:12 h.

Por detrás de la portuguesa, la rumana en Vigo es la segunda nacionalidad en número de personas empadronadas. Según los últimos datos oficiales, son cerca de 1.400, aunque la cifra se acerca a los 2.000 sumando los que residen en el área metropolitana. Es el caso de Alina Gradinaru, que vive en Budiño (O Porriño) aunque tiene en Vigo su puesto de trabajo.

Su tienda, Transilvania (calle Pizarro, 81), abastece a sus compatriotas con los productos característicos del país, acercando olores y sabores que no encuentran en la gastronomía española. Alina bautizó su tienda como la región que alberga el Castillo de Bran, famoso por su vínculo con el personaje ficticio del conde Drácula, ya que Bram Stoker se inspiró en el personaje histórico real que supuestamente lo habitaba, Vlad III Draculea.

Pero la tienda no fue ni mucho menos el primer empleo de Alina en Vigo, a donde llegó hace 13 años animada por una amiga que ya estaba en la ciudad. «Vine de vacaciones, me gustó, pude regularizar mi situación, encontré trabajo y a mí me gusta mucho trabajar, así que me quedé», recuerda. Pero había más motivos para cambiar de país. «Toda mi familia, mis hermanas y mis padres, emigraron a Canadá, donde viven hace cerca de 20 años. Solo quedaba mi hermana pequeña, pero se fue al cumplir los 21 años y me quedé sola. Yo no podía ir con ellos porque con mi edad no me daban el visado. Y me quedé sola», resume. Así que la invitación de su amiga de la infancia fue un salvavidas.

«Al principio encontré trabajos de limpieza en casas y un año después me contrataron en un restaurante en Cangas. En el sector de hostelería, como camarera, estuve cerca de seis años», recuerda.

La joven rumana nació en la localidad de Urziceni, a solo 60 kilómetros de la capital, Bucarest y en su nueva vida en Vigo ha podido retomar los estudios que nunca pudo realizar en Rumanía. «Empecé a trabajar a los 16 años en un matadero, en la sección de preparados. Había que ayudar en casa», cuenta. Al llegar a Vigo aprendió lo básico para comunicarse en un par de semanas «porque la vida me lo pedía». Con el tiempo, ya asentada, se matriculó en ESO y bachiller y terminó los estudios de secundaria.

El verano pasado, Alina se casó con un porriñés y su boda fue una ocasión emocionante para el reencuentro en Galicia con toda su familia, la canadiense y los tíos que le quedan en Rumanía. Alina cuenta que fue un momento muy especial, pero que ya no piensa en irse. «Solo de vacaciones. Ya he hecho mi vida aquí», argumenta.

Está tan acostumbrada que hasta la comida española le gusta más. «Aunque tengo una tienda rumana, yo como más comida española. Es que los chorizos ahumados me hacen daño», justifica. Lo cierto es que los rumanos se pirran por la carne, sobre todo la de cerdo, pero también otras, que cocinan en una gran variedad de recetas. Alina vio la oportunidad de ser su propia jefa cuando se enteró de que se traspasaba la tienda de alimentación, hace tres años. Desde entonces surte a sus paisanos de lo necesario para elaborar platos tan típicos como los sarmales, que se hacen con hojas de repollo fermentado y se rellenan de carne picada condimentada y se sirven con arroz.

O la nata y los preparados de cereales fermentados que le dan un sabor agrio a las sopas bors con carne, patata o cebolla, también son muy del gusto rumano; fiambres especiales como un salami de alta gama que se elabora con carne de caballo, típico de la ciudad de Sibiu, el queso ovino brânza de burduf, que se envuelve con tripa de cerdo, salchichas ahumadas o los mici, que son «una especie de chorizos condimentados que se preparan a la brasa y se comen mucho en verano, con mostaza y con cerveza», cuenta.

La bebida típica es el palinka, que es como aguardiente pero más fuerte. En cuanto a los dulces, los más populares son los cozonac, que son como brazos de gitano rellenos de diferentes ingredientes, como nueces y pasas, cacao o semillas de amapola...

Uno de los productos estrella que despacha sin parar es la harina de maíz para hacer pan. «¡Que no nos falte! No se mete al horno como aquí, se hierve», aclara. Alina dispone de artículos para todas las ocasiones, como las arpacas, que se vinculan a una ceremonia de la iglesia ortodoxa rumana. Son semillas de trigo que sirven de base para la receta de un pastel que se sirve entre los asistentes a un entierro.

Me gusta

El cocido y el churrasco me encantan.

No me gusta

El rape, no me gusta su sabor. Y el atún, porque me sienta mal.