Eva Millet: «La crianza con apego no te hace mejor madre, es otra forma de hipermaternidad»

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Ramón Leiro

TETA, COLECHO Y PACIENCIA... Es el trinomio de las «madres apegadas», según apunta la autora de «Hiperpaternidad». «En Hollywood todas las de clase alta crían con apego, porque pueden», dispara Millet

20 mar 2023 . Actualizado a las 17:49 h.

¿Competimos por tener el mejor hijo (el más sano, educado, formado, feliz y competente) o competimos por ser la madre que lo hace mejor?, procede preguntarse al leer Madres mamíferas, el nuevo ensayo de Eva Millet (Barcelona, 1968), autora de Hiperpaternidad e Hiperniños, ¿Niños perfectos o hipohijos?, que dio en el centro de la diana al distinguir a la «generación copo de nieve», nacida de la hiperexigencia de sus papás, entre otros factores y tendencias en el ámbito social y familiar. «Ambas cosas —responde a esa primera pregunta Millet—, competimos como madres y competimos por el mejor hijo. La crianza con apego es una forma alternativa de hipermaternidad. Porque lo que se quiere, al final, es el hijo mejor, el más apegado. Triunfa esa idea de que los niños criados así son especiales y van a cambiar el mundo. Somos una especie competitiva y ahora se compite por ahí».

Toda idea tiene un contexto, unos mimbres comunes y otros particulares. «Este libro lo escribí porque cuando tuve a mis hijos me encontré muchas madres que se autodenominaban de apego. Esto me llamó la atención. Las palabras son importantes, atrapan y lo sabe cualquier ideología que se precie: apego, crianza consciente, maternidad respetuosa, madres naturales... Uno se puede apropiar de estas palabras y conceptos porque hace una serie de cosas como son la lactancia a demanda, el colecho o el porteo. Entonces, si no doy el pecho por H o por B, ¿qué pasa, no crío con apego?».

Para lo que Millet tiene respuesta contundente desde hace ya tiempo es para los efectos de la sobreprotección de un hijo. «Sobreproteger a un niño es desprotegerlo», subraya. Y de este modo, a la larga, le desprotege ante la vida ponerle desde el principio siempre en el centro.

—La «buena madre» es la que intenta dar el pecho, cueste lo que cueste; ese es el mensaje imperante.

—... Y en un momento en que estás delicada, en que hay un baile hormonal, si no puedes cumplir esta serie de demandas [lactancia a demanda, colecho, porteo y no dejar llorar al niño] te llevas la culpa. Ahí es donde pongo yo la línea roja, y les digo a las madres que no, que se liberen, que pueden ser maravillosas dando a su hijo biberón, llevándolo en cochecito o poniéndolo en la cuna a dormir. Este es mi mensaje, que argumento con datos en el libro.

—¿Las mujeres están hoy renunciando a sí mismas durante los primeros años de sus hijos porque se impone esta forma crianza con apego?

—Creo que este estilo de crianza es un estilo intensivo que pone el eje en la voluntad del hijo. La voluntad del hijo es el referente y sí... las madres en este caso pasan a un segundo plano. Está muy bien ser madre, pero no tienes por qué pasar a un segundo plano ni tienes que anularte como persona. Es una crianza intensiva que, además, pone toda la responsabilidad en las mujeres.

—¿El papel del padre entonces se diluye?

—En la crianza con apego el padre tiene un papel más que discreto. Eso a mí, no a mí, al feminismo clásico (que es crítico con esta corriente), le parece una vuelta atrás en la lucha por la igualdad.

—¿La crianza con apego es lo contrario a la igualdad?

—Bueno... Si tienes que hacer una lactancia prolongada y a demanda, tienes que dormir cada noche con el niño, llevarlo encima todo el día... la responsabilidad es de las madres. Total.

—¿Es un problema la lactancia?

—La lactancia materna es magnífica. En este libro somos, sobre todo, autoras que hemos estudiado el fenómeno y en ningún momento se critica la lactancia materna.

—No se critica, pero se advierte, con voces como la del doctor José María González Cano, que la lactancia no es decisiva en el desarrollo del niño.

—Hay varias referencias. Insisto en que la lactancia materna es magnífica. La que no es magnífica es la práctica obligacionada a las madres, como no lo es que se sientan culpables porque no pueden dar el pecho. El niño de biberón no va a salir ni más gordo ni menos inteligente ni menos apegado. El niño crece sano y feliz con biberón, pero el biberón se ha demonizado.

—¿La crianza con apego es un negocio?

—Se define como anticapitalista, pero, como sabes, el capitalismo a cualquier cosa le saca rendimiento. Existe un mercado enorme alrededor de la crianza natural, desde las consultoras de lactancia hasta los fulares de porteo, pasando por las fundas para las bañeras de parto natural o las joyas hechas con leche materna solidificada.

—Hablas de «lactivismo» como «práctica de acciones vigorosas para lograr una cultura de la lactancia».

—En las recomendaciones de la OMS se recogen seis meses de lactancia exclusiva y a partir de ahí combinada con otros alimentos hasta los 2 años. La OMS se cura en salud porque son recomendaciones para todo el mundo, y no es lo mismo criar en Pontevedra que en el Chad. Hay madres que están encantadas y dan el pecho más de dos años, pero hay otras que no están tan encantadas, y que al querer dejar la lactancia se encuentran con problemas, con mucho juicio por parte de otras. Y ahí digo: relajémonos.

—Tendemos a los extremos, también hay quien mira mal a una madre que da el pecho en el parque. Pervive una mirada social que lo censura.

—Claro, y no tendría que pasar, como no tendría que pasar que una madre dé el biberón a escondidas por vergüenza...

—Hay madres que dan el pecho años, portean, pasan años sin dormir y te dicen que lo llevan bien. ¿Mienten, disimulan ese sobreesfuerzo?

—Hay gente que miente, claro, y las redes son un escaparate total. Las nuevas madres siguen a influencers, y en el mundo de los influencers hay un control editorial... Vete a saber después qué pasa en esas casas. Pero te dan esa mirada edulcorada, de que la lactancia y el parto son estupendos. Por eso el Club de Malasmadres funcionó, porque fueron de las primeras en decir que la maternidad no era tan fabulosa, en tratar de relajarnos. ¿Por qué tenemos que hacer A, B, C y D para que el niño salga maravilloso? ¿No son nuestros niños maravillosos, no eres una madre apegada si no sigues cuatro pasos? Es una falacia. La crianza con apego toma el término apego de la teoría desarrollada por John Bowlby, que lo distorsiona y lo convierte en algo que es dificilísimo de conseguir, que solo logras si has tenido un parto natural, si cargas al niño todo el día, si le das el pecho a demanda y duermes con él. El apego es algo natural, tú vas dando respuesta a las necesidades del niño de una manera sensata, apropiada y afectiva. Pero la idea del apego como algo difícil de conseguir persiste.

—¿La crianza natural no empodera?

—Yo creo que no. Choca con el feminismo clásico, que ve en esta corriente una regresión, una vuelta al hogar. Elisabeth Badinter, autora de La mujer y la madre, dice que este tipo de crianza es una nueva forma de esclavitud.

—La realidad laboral de España poco ampara a las madres. ¿Qué pasa con las exiguas bajas maternales?

—Las bajas deberían ser más largas, al menos de seis meses... Pero también estaría bien que hubiera una paridad, ¿no? Que la madre y el padre hicieran un 50, 50.

—¿Qué consecuencias tiene la crianza con apego?

—Datos sobre cómo saldrán estos hijos hay pocos. Pero lo que está claro, porque hay varios estudios, es que las presiones de esta crianza natural, intensiva, afectan a la salud mental de la madre. Puede provocar estrés, insatisfacción vital e incluso depresión. No es la crianza en sí, ojo, sino el estilo de crianza escogido. Por eso, desde mi primer libro, Hiperpaternidad, reivindico una crianza más relajada, con más confianza en ti, en tu pareja y en tus hijos, en vez de buscar referentes imposibles de seguir. Una cosa interesante de la crianza natural es que la practican las clases medias y altas, que son las que se lo pueden permitir. En Hollywood hoy todas crían con apego. Paren en la piscina y todas les aplauden. ¿Imaginas así a una mujer con pocos recursos?

—¿La crianza natural es un signo de estatus?

—Cuando los hábitos se democratizan, las élites aprovechan la crianza para diferenciarse, es un campo interesante para lograr esa distinción. Cuando empezaron los primeros métodos anestésicos, a ellos solo tenían acceso las ricas.

—Entre los hiperpadres, que definiste en el 2016, y estas madres 24/7 hay cambios. Antes, ellas se volcaban fueran de casa, hoy el esfuerzo está dentro, en lo doméstico, en lo íntimo.

—Esta es una hipermaternidad más alternativa, pero no deja de ser hipermaternidad. Y seguramente estos niños con apego se meterán en la rueda de la hiperactividad en cuanto alcancen la edad adecuada. Los niños de hoy de clase media-alta no tienen tiempo. Están en la rueda de la formación constante. Este estilo de crianza no es sano ni para la madre ni para el hijo ni para nadie. Y no te hace mejor madre.

—¿Es una nueva forma de religión?

—Casi... Esa exaltación de la naturaleza como lo que se debe seguir, el instinto mamífero, etcétera. A mí otra cosa que me llama la atención es que se escucha poco a las abuelas, ¿no? Las nuevas madres siguen a influencers. Y yo, sin querer repetir modelos de crianza que vivimos, reivindico a las abuelas como referente. No es que lo hayan hecho todo bien cien por cien, pero escúchalas. En el libro recuerdo la Teoría de la abuela, acuñada por el paleontólogo Juan Luis Arsuaga (que sostiene que, cuando la hembra deja de ser fértil, muerte, y si eso no ocurre en los humanos fue porque era bueno para el grupo que la abuela ayudara a criar).

—Pregunta del libro: ¿es normal pasar años sin dormir? Confieso que lo llevé verdaderamente mal.

—No es normal. Hablo de casos de madres que llevan cuatro años, o seis, sin dormir. ¡Por favor! Es un problema de salud pública. No dormir afecta a la salud, a la vida conyugal y familiar. Tener una madre o un padre que no duermen no es sano. Hemos pasado de regalar el libro de Estivill a demonizarlo. La propuesta naturalista es teta, colecho, paciencia... y que el niño decida. Los métodos conductuales para remediar el insomnio infantil no implican un maltrato al niño. Hay que tratar de buscar un equilibrio.

—¿No es entonces el apego un mérito que se consiga con un sacrificio de lactancia materna y años de noches sin dormir?

—Esa idea de que el apego es difícil de conseguir, es tremenda... Porque el apego es natural y es espontáneo. Ponerse en plan «has de hacer esto para conseguir el apego»... pues no. Tú has de dar una respuesta al bebé, al niño, de manera sana, afectiva y apropiada. 

—No sabemos cómo saldrán esa generación de niños y un niño tirano puede ser resultado de varios factores. Pero preocupa el agotamiento, la salud de las madres por esa hiperexigencia y estrés continuado en el tiempo...

—Es muy poco saludable. En ese momento, esos primeros meses y esos primeros años, eres muy vulnerable. Pienso que no hay que martirizarse con la lactancia. No te martirices, por favor. 

—Esta una respuesta al intervencionismo de los 70, los 80 y los 90. Ahora hay una atención emocional a la madre en centros hospitalarios, planes de parto, se escucha su voz, no es como antes... ¿Mejor en cualquier caso para un niño tener una madre feliz que una madre siempre disponible pero agotada?

—Me gusta ese concepto de Donald W. Winnicott de «la madre suficientemente buena». Que cada uno haga lo que quiera. El problema es cuando un estilo de vida se esgrime como la forma correcta de criar a los hijos, y se lleva a palabras tan importantes como apego, respeto, crianza consciente... Eso genera un sentimiento de culpa y de fracaso entre las madres que no pueden seguir ese estilo de crianza.  

—Adviertes que la etiqueta de «apego» funciona, que es muy poderosa. Y que el referente de este estilo para la mayoría de las «madres con apego» es Carlos González. Entre el 2000 y el 1015 hubo un vuelco, nos pasamos de Estivill a Carlos González en masa. Y son dos extremos...

—Sí, Carlos González despierta pasiones. Lo curioso es que el propio Carlos González me aseguró vía correo electrónico que él nunca había usado términos como crianza natural o con apego, que lode «crianza con apego no tiene mucho sentido» y que el apego no depende ni de la lactancia ni del porteo.