Posee el señor Alfonso Guerra un currículo interesante como machomén mayor del reino siempre presto a pronunciar una gracieta que desvele la idea exacta que tiene de las mujeres. La última se la dedicó a Yolanda Díaz, con la que parece tener una cierta obsesión, pues hace solo unos meses la consideraba un «Melenchon vestido de Christian Dior». Ahora vuelve con referencias a sus pelos y a su cabeza, y lo hace con esa comentada sentencia destinada desde ya a ser reproducida con pan de oro en la biblia de las frases más lamentables de la temporada: «Habrá tenido tiempo para estudiar entre una peluquería y otra». Resulta muy interesante la teima que les ha entrado a unos cuantos políticos con el aspecto de la vicepresidenta. Hace unas semanas era Feijoo el que entraba en el tocador de Díaz para comunicarnos que «de maquillaje sabe mucho, no hay duda», una sentencia con la que el ex de la Xunta parecía querer reivindicar un conocimiento diferencial de la ferrolana, una especie de currículo vital compartido que lo dotaba de una autoridad indiscutible sobre los polvos translúcidos que, según él, utiliza la líder de Sumar.
De la frase de Alfonso Guerra nos insultó lo que competía a Yolanda Díaz, pero también lo que concernía a las peluqueras, de manera que el siempre punzante a la par que agudo ex vicepresidente y su simpar gracejo resolvió el difícil desafío de ser el más machista y el más clasista de la jornada en apenas diez palabras. Tiene su mérito.
Guerra no nos ha contado cada cuánto visita a su peluquera ni la marca de los trajes que se embute mientras escucha a Mahler, pero desprecia algo muy importante si cada vez que recuesta su cabeza para que una peluquera le lave el pelo no entiende que ese es, casi casi, uno de los momentos estelares de la humanidad. Todo es placer, tranquilidad e intimidad cuando tu peluquera te mira a través del espejo y empieza a hacer magia con tu pelo, con tu cara y, a veces, incluso con tu vida. Un corte de pelo inesperado, un tinte echado en el momento justo, una buena cana entregada al aire pueden ser el hábito que una necesita para cambiar de vida y dejar en el suelo del estudio, junto a los trozos de pelo, porquerías de las que al fin has conseguido liberarte. Sin duda el señor Guerra debería ir más a la peluquería.