El año 2019 fue especialmente macabro en la historia de la criminología española. Tres descuartizamientos, a cada cual más terrible. El año ya comenzó mal. La misma Nochevieja se cometió el primer crimen de violencia machista. Raúl Díaz asesinó a su esposa, Romina Celeste, en su casa de Lanzarote. No se supo hasta el día 5, cuando un pulmón de la víctima apareció en la costa.
Enero 2019
Raúl Díaz había denunciado 'inocentemente' la desaparición de su mujer, pero la Policía no tardó mucho en averiguar lo que había pasado. Tras matar a Romina (al principio, alegó que se la había encontrado muerta), Díaz se deshizo de ella poniendo su cadáver «sobre una barbacoa de gas, colocando la cabeza y el tronco encima de la parrilla, y al no tener espacio para las piernas, estas quedaron colgando en el exterior; encendió el gas, y prendió fuego al cuerpo», se explica en el documento judicial.
Posteriormente, «introdujo el cuerpo en el cuarto de la lavadora. Allí, durante los días 2 y 3 de enero, desmembró el cuerpo de Romina, utilizando para ello sus propias manos y la barbacoa, que empleó como instrumento de disección». Los restos los metió en bolsas y los arrojó al mar. Solo ha aparecido el pulmón, suficiente para que el ADN permitiera condenarlo a 15 años y 9 meses de prisión.
Febrero 2019
Descuartizar un cuerpo para intentar deshacerse de las pruebas del crimen es un terrible delito, pero hacerlo para comerse el cadáver es otro nivel de degradación. Eso es lo que hizo el conocido como 'parricida caníbal' de Ventas, barrio de Madrid donde estaba la 'casa de los horrores' que la Policía descubrió el 21 de febrero de 2019.
Alberto, de 26 años, mató, descuartizó y almacenó en táperes los restos de su madre, más de mil trozos, para cocinarlos y comérselos. En este caso, el parricida había estado ingresado en un psiquiátrico y tenía antecedentes por maltratar a su madre. Fue condenado en 2021 a 15 años de prisión, pero sin eximente. Cumple condena en un centro penitenciario y no en un psiquiátrico, como pedía su defensa, al no haberse apreciado eximente de alteración psíquica cuando tuvieron lugar los hechos. Y eso que los estos probaban que «se alimentó durante quince días» con los restos del cuerpo de su madre.
Octubre 2019
Leonardo, tatuador de profesión, se hacía llamar 'el carnicero'. La víctima, Emilce, de 18 años, ya lo conocía porque la había tatuado, pero también le pasaba medicamentos ilegales. La noche del 15 de octubre Emilce, fue a verlo para esto último. Leonardo sostendría después que, como parte de un juego sexual, le colocó una máscara y que, tras ausentarse para beber algo, la encontró ya muerta. En realidad, la torturó antes de matarla. En su casa de Valdemoro, Madrid, había numerosos objetos sadomasoquistas, armas y sospechosas fotografías de asesinos en serie famosos.
La Guardia Civil fue alertada por una llamada de una expareja del asesino que decía, muy nerviosa, que había ayudado a su exnovio a deshacerse de un cadáver. Lo que mostró a los agentes fue una foto en su móvil de un cráneo humano en el salón de un domicilio. Relató que entró en el baño y vio la bañera manchada de sangre y a su expareja limpiándose. Acababa de desmembrar y mutilar el cuerpo de Emilce, a quien previamente había matado por estrangulamiento, rematado con una puñalada en el tórax. Además, «ejecutó actos de menosprecio» en el cadáver de la víctima, según la sentencia que lo condenó a 25 años de prisión. Antes de conocer la condena, dijo que lo sentía mucho.
Julio 2021
A finales de 2022, un hombre de unos 40 años, de Barcelona, llega a un pequeño pueblo del Penedés, Pontons, y compra un trozo de bosque. Dice que se va a instalar allí con una caravana y quiere hacer una fosa séptica.
A los vecinos les llama la atención que haga un agujero tan profundo, de unos dos metros, que valle la zona y que plante lavanda encima del agujero. Pero pensaron que se trataba de algún delito medioambiental, como enterrar animales sin permiso. Por eso avisaron al Seprona. La sorpresa fue que no era un caso de maltrato animal; era el asesinato y descuartizamiento de una mujer.
Jorge Ferrandis ingresó en prisión el 3 de enero de 2023. Es un actor de teatro, también profesional de la esgrima, que, según se ha sabido después, mató a su novia en su casa de Travessera de Gràcia, Barcelona, en julio de 2021. Durante más de un año, escondió su cuerpo descuartizado en el congelador de la nevera, mientras pensaba cómo deshacerse del cadáver. A los Mossos d'Esquadra no les constaba ninguna denuncia por la desaparición de la chica, ni de la familia ni de allegados.
Noviembre 2022
Un chatarrero encontró el 29 de noviembre de 2o22 el torso de un hombre dentro de una maleta, en el interior de un contenedor en Barcelona. En la imagen que abre este reportaje, se ve a los agentes de los Mossos d'Esquadra retirando esos restos del contenedor de basura. La víctima era Álex, un alemán de unos 50 años que alquilaba dos habitaciones que tenía libres en un piso situado enfrente del contenedor. El asesino, un irlandés de 51 años a quien Álex había alquilado una de esas habitaciones, no se molestó en tirar lejos los miembros del cadáver descuartizado.
En el piso de la víctima, la Policía encontró sangre que probaba el descuartizamiento, pero no halló las extremidades ni la cabeza del alemán. Tampoco se han sabido las razones del crimen. El presunto asesino, a falta de juicio, era una persona singular, según los vecinos, dado a emborracharse. Lo único que se sabía de él es que «dijo que era el entrenador del 'Pablo Escobar europeo'», recuerda una vecina. «Lo tomamos a broma».
Agosto 2018
El 13 de agosto de 2018, los bomberos fueron reclamados en una nave industrial en el barrio madrileño de Usera. Se había iniciado un pequeño fuego. Sin embargo, para su sorpresa, a su llegada encontraron una maleta rodeada de un charco de sangre. Todo apuntaba a que alguien había intentado quemar el edificio para hacer desaparecer aquella maleta, que contenía un torso humano al que habían cortado la cabeza y las extremidades.
La policía identificó meses después a la víctima: Heidy Paz. La mujer, hondureña de 25 años, era la pareja de César Román, conocido como el 'rey del cachopo'. Fue detenido en noviembre de ese mismo año en un restaurante de Zaragoza donde trabajaba con identidad falsa. Había intentado cambiar su aspecto adelgazando, rapándose la cabeza y dejándose barba, pero los dueños del establecimiento lo reconocieron en un programa de televisión y avisaron a la Policía. El Supremo ha confirmado el año pasado su condena de 15 años de cárcel.
Octubre 2017
Daría tenía 22 años y era de origen ruso, adoptada por una familia española, con la que no tenía demasiado trato. En 2015 conoció a Manuel, un camarero 20 años mayor que ella, y comenzaron a vivir juntos. Un par de años más tarde ella decidió romper con él y él no quiso... La madrugada del 6 de octubre de 2017 discutieron en la habitación que compartían todavía en Alcalá de Henares, pese a que ella ya había expresado su intención de irse. Manuel agarró un cuchillo de cocina de 16 centímetros y la apuñaló dos veces por la espalda.
Los dos días siguientes los pasó descuartizando el cadáver en la ducha que había en la habitación para meterlo dentro de un arcón congelador. Su vida se desarrolló 'con normalidad' durante un año y cuatro meses. Durante ese tiempo convivió con su novia metida en el arcón hasta que la Policía registró la habitación el 7 de febrero de 2019, tras una denuncia de la familia de la chica. Pese a que él se hacía pasar por ella en redes sociales, sospecharon que algo iba mal. Manuel fue condenado a 25 años. En el juicio dijo: «No fue violencia de género; actué en defensa propia».
Agosto 2016
«Pensé que me daría asco. Pero me convencí de una cosa: soy un enfermo de verdad». El brasileño Patrick Nogueira, de 19 años, no se engaña a sí mismo. El 17 de agosto de 2016 asesinó a su tío Marcos, a su mujer Janaina y a los dos hijos de ambos, David y María, de uno y cuatro años, los descuartizó y los metió en varias bolsas de basura que abandonó en el salón de su chalé, en una urbanización de Guadalajara. El fuerte olor de los cadáveres provocó la llamada de los vecinos.
La Policía dio pronto con el autor de los hechos, que ahora cumple tres condenas a prisión permanente revisable y otra de 25 años de prisión por asesinato con alevosía. El crimen ocupó titulares y muchas horas de televisión porque, además de la atrocidad cometida, resultaba 'inexplicable' por qué un estudiante de una familia acomodada cometía tal salvajada. En realidad, había indicios: tres años antes de la matanza de Pioz, apuñaló a un profesor en plena clase. Todo quedó grabado por las cámaras de seguridad y el vídeo se hizo viral en Brasil. Pero no tuvo consecuencias para Patrick: solo lo sancionaron con 45 días de trabajos comunitarios.
Y había un hecho más para el asombro: el descuartizador iba relatando y fotografiando el minuto a minuto de aquella noche de terror a su mejor amigo por WhatsApp. Y este otro joven, que ha sido absuelto de complicidad, respondía con 'jajajas' y sugerencias para escapar... alegó que «por nerviosismo». Varios amigos más tuvieron acceso a esos mensajes en las horas siguientes, pero ninguno, salvo una chica de 17 años, avisó a la Policía.
Abril 2015
En el sótano de la vivienda de Majadahonda donde vivía Bruno Hernández había una picadora industrial. Allí trituró en 2010 el cadáver de su tía Liria y en 2015, el de su inquilina Adriana. Fue la desaparición de esta última, argentina de 54 años, la que llevó a la Guardia Civil a la casa en la que el asesino alquilaba habitaciones y en la que los perros detectaron restos humanos en las paredes del sótano, perceptibles pese a que habían sido pintadas, así como «muestras grandes como un charco de sangre o un arrastre».
Cuando lo condenaron a 27 años de cárcel, Hernández recurrió alegando que padece esquizofrenia y eso es un eximente. Su historial incluía varios episodios psiquiátricos alarmantes, ya desde la infancia. Vivió en varios países con su padre, que era cocinero, mientras su madre, que lo tuvo con 15 años, intentaba localizarlo recurriendo incluso al programa de Paco Lobatón. Pero el Supremo descartó que la esquizofrenia anulase sus facultades mentales cuando cometió los crímenes. De hecho, tras matar a su tía, cargó a su cuenta recibos por importe de 33 mil euros y simuló su firma en un contrato por el que la fallecida le cedía la casa de Majadahonda en la que acabó en la trituradora. La madre de Hernández insistió en el juicio que su hijo debería estar en un hospital y no en la cárcel y alego que dejó de tomar la medicación para tratar su enfermedad «por miedo a que lo dejara impotente».
Mayo 2013
Se hacía llamar Huan, pero en realidad se llamaba Juan. Se presentaba como «un representante de Buda en la Tierra» ante los clientes que frecuentaban su gimnasio en Bilbao para aprender las técnicas que, supuestamente, había estudiado en el Monasterio de Shaolín, en China. El negocio de Juan Carlos Aguilar iba bien en los 90. Hasta se casó y tuvo dos hijos, pero desde 2004 estaba divorciado.
El 25 de mayo de 2013 Aguilar quedó con Jenny Sofía Rebollo, su primera víctima, que se estaba prostituyendo, según sus amigos, tras una mala racha en la vida. Fueron al gimnasio para mantener relaciones sexuales y acabó matándola, diseccionando su cuerpo y escondiéndolo en distintas partes del gimnasio y de su casa. La Ertzaintza halló en distintas bolsas partes de la columna vertebral, dedos, el cuello o la mandíbula. Durante los días posteriores, el falso shaolín siguió dando clase a sus alumnos con el cuerpo descuartizado en el local.
Poco más de una semana después, el 2 de junio, Aguilar contactó con otra prostituta, Maureen Ada Otuya. Y practicó con ella el mismo ritual, pero la mujer llegó a pedir auxilio. Una vecina oyó los gritos y alertó a la Ertzaintza. Cuando los agentes llegaron, la encontraron en coma, rodeada de sierras, hachas, sables… Murió dos días después.
En una primera declaración tras su detención, Aguilar dijo que le había dado un «ataque de ira descontrolado» debido a «un tumor» cerebral que se estaba tratando. Fue condenado en 2015 a 38 años de cárcel por asesinato con alevosía.