La mayor experta en violencia de género: María Castellano “Hay que estudiar al maltratador. ¡Llevo años diciéndolo!”
El año pasado, 45 mujeres murieron a manos de sus exparejas. Ni los gobiernos de izquierdas ni los de derechas han logrado parar este reguero de crímenes. Sin embargo, la médica forense María Castellano tiene un plan. Asegura que estamos obviando la clave del problema. Lleva más de 30 años analizando a los verdugos.
Cuando María Castellano comenzó a interesarse por la violencia de género, esta ni siquiera era delito. Es más, nadie la llamaba así. Corría el año 1986 y, cuando un hombre asesinaba a su pareja, se lo acusaba de cometer un crimen pasional. «Y se culpaba a la mujer», subraya. Desde entonces, esta médica jienense, miembro de la Real Academia Nacional de Medicina, ha vivido en primera línea la evolución de la lucha contra la violencia de género en España y también la de su percepción social. Especialista en medicina legal y forense, Castellano -que fue la primera catedrática de Medicina de España- ha sido pionera en muchos aspectos. Poner el foco sobre los agresores, por ejemplo.
En su larga trayectoria, ha trabajado en casi 1500 casos de violencia de género, atendiendo, desde luego, a las víctimas, pero también a sus agresores porque, así lo cree ella, «estudiar al maltratador permite conocer su grado de peligrosidad y proteger mejor a las mujeres». Es un mensaje que lleva años repitiendo como quien predica en el desierto, ya que nunca fue consultada ni invitada a participar en la elaboración de las leyes o políticas sobre violencia contra las mujeres. Aun así, no desiste en su empeño de ser escuchada. Ya jubilada, Castellano se niega a retirarse del todo porque aún tiene mucho que decir sobre un tema que –lo dice un estudio del Instituto de la Mujer– es ya la principal preocupación de las mujeres en España.
'Cuando yo empecé, no se hablaba de violencia de pareja ni de género, sino de 'crimen pasional'. Se interpretaba que era por celos. Se culpaba a las mujeres'
XLSemanal. Cuando usted empezó, en los años ochenta, ¿cómo era la violencia contra las mujeres?
María Castellano. Golpes, patadas… Y, sobre todo, psíquica; de dominación. «No te pones eso», «ahí no vas», «no verás a tu familia»... Aún no mataban a las mujeres.
XL. ¿A qué se refiere?
M.C. Llegué a hacer dos o tres autopsias de mujeres a las que las había matado su marido y no se hablaba de violencia de pareja ni de género, sino de ‘crimen pasional’. Se interpretaba que era por celos. En este contexto, la pena del varón se reducía. Se culpaba a las mujeres.
XL. ¿Y por qué ahora hay muchos más asesinatos?
M.C. Al denunciar, la mujer ahora explica los motivos por los que no quiere estar con su pareja. Habla de sus defectos. Él la ha maltratado, la ha insultado, ha tratado de anularla… Al ser público, él se siente humillado y sufre ansiedad, angustia, no ve futuro. Y si su vida ya no le importa, mata a la mujer y luego se suicida o, dependiendo del perfil, la mata como parte de una conducta de venganza.
XL. Las mujeres que denuncian ¿corren un riesgo mayor?
M.C. Debería ser todo lo contrario. Si una mujer denuncia, tenemos el deber social de protegerla al cien por cien. A la que no denuncia es más difícil, aunque la gente a su alrededor, que sabe por lo que está pasando, debería intervenir.
“En los ochenta, los hombres aún no mataban a las mujeres. Comenzaron a hacerlo cuando ellas empezaron a denunciarlos: la violencia del hombre aumenta cuando pierde el dominio sobre quien considera de su propiedad”
XL. ¿Qué la hizo especializarse en violencia de género?
M.C. Empecé en 1986, cuando me puse a dirigir una tesis doctoral, como médica forense, sobre tipos de violencia contra la mujer. Un año más tarde se legisló por primera vez. «Quien ejerza violencia física sobre su cónyuge o persona que esté ligado por idéntica relación de afectividad será castigado», decía la ley. Y empezamos a estudiar a las víctimas y a los agresores.
XL. La ley no recogía la violencia psicológica…
M.C. No. La violencia psíquica no se denunciaba ni el maltrato sexual. Tampoco se castigaba a las exparejas. Empezamos a ver que la violencia del hombre aumenta ante una ruptura por la frustración que siente al perder el dominio sobre quien considera de su propiedad. En 1999 se modificó el Código Penal y se reconoció la violencia psíquica y la agresión del excónyuge.
XL. ¿Evaluar a los maltratadores es clave?
M.C. Sí, es fundamental para evitar que mueran mujeres que ya han puesto una denuncia. Sin embargo, muchas veces, el forense y el equipo de psicólogos del juzgado no intervienen para evaluarlo.
XL. ¿Por qué?
M.C. He escuchado frases como: «En el agresor no se debe gastar un céntimo. Todo debe ir a las víctimas». En violencia de género son necesarias muchas medidas, pero es muy importante estudiar al agresor y elaborar un informe sobre su peligrosidad. Llevo años diciéndolo.
XL. ¿Qué tienen en común los maltratadores de mujeres?
M.C. De fondo, una educación machista. No ven a la mujer en igualdad y no tienen incorporado el respeto hacia esa otra persona.
XL. Evaluar al maltratador, ¿cómo puede impedir esas muertes?
M.C. El juez toma medidas, como las órdenes de alejamiento, que dependen de la voluntad del agresor. Y se incumplen. El maltratador no suele acercarse con un cuchillo a la mujer con intención de matarla, solo quiere que vuelva con él, amedrentarla, pero la discusión se va enzarzando hasta que se desespera, ve que las cosas no van a ser como él quiere y la ataca. Si se hubiera realizado una valoración del hombre en el momento de la denuncia, buscando los rasgos de riesgo, se tomarían medidas más allá del alejamiento.
XL. ¿Se trata solo de evaluarlo o también de tratarlo?
M.C. Hay maltratadores que son susceptibles de un tratamiento psicológico. Pero se deben seleccionar muy bien y siempre en beneficio de las víctimas.
XL. ¿Qué perfiles de maltratadores son tratables?
M.C. El hombre inmaduro, por ejemplo, protegido por su madre y muy dependiente de la mujer. En cuanto digiera la ruptura, dejará de significar un riesgo para su ex. Si no, seguirá vinculado a la víctima, dándole vueltas al asunto, aumentando el rencor. Eso lo hace muy peligroso. Pero a estos la psicoterapia podría cambiarles la mentalidad.
XL. ¿Y a qué maltratador no?
M.C. A los que tienen mucho carácter y mucha seguridad en sí mismos, que creen tener siempre la razón.
“Si una mujer denuncia, tenemos el deber social de protegerla al cien por cien. A la que no denuncia es más difícil, aunque la gente a su alrededor, que sabe por lo que está pasando, debería intervenir”
XL. ¿Cómo se evalúan los riesgos que el maltratador representa para la mujer?
M.C. Hay que ver cómo digiere la denuncia y la ruptura. Si el estudio psicológico forense indica que es un hombre frío, orgulloso, resentido –«me ha quitado mi prestigio ante los demás, la sociedad me señala»–, podría representar un riesgo. Son hombres que, en general, seguirán amedrentándola. De esos que incumplen la orden de alejamiento y aparcan todas las mañanas en la calle de la víctima para que sepa que la está acechando.
XL. ¿Es una regla?
M.C. No. Por eso es necesario evaluar cada caso. Puede que el agresor diga que ya no quiere saber nada de ella, que sin él ella se va a convertir en una piltrafa. Entonces, él buscará a otra persona con la que, probablemente, repita una relación similar. Pero si es un hombre que dice que ella se las pagará por haberlo denunciado, el rencor y el deseo de venganza son indicadores de riesgo y su peligrosidad es mayor. Eso es lo que hay que valorar.
XL. Lo que dice un agresor durante una evaluación ¿lo sigue sintiendo semanas después?
M.C. Hay hombres, incluso con hijos, que directamente te dicen: «La casa es mía, la pagué yo. En cuanto meta a un hombre, le prendo fuego con todos dentro. Me la cargo». Es ese perfil de hombres muy orgullosos y muy seguros de sí mismos, con una estabilidad emocional tan grande que llega a la frialdad afectiva.
XL. La frialdad emocional es un riesgo, pero ¿y la inestabilidad?
M.C. Sin duda. Nosotros percibimos lo que ocurre a nuestro alrededor, lo valoramos y luego respondemos. Pero la persona inestable emocionalmente no sabe dar a los hechos la importancia real que tienen. Los maltratadores muy dependientes de la mujer suelen ser muy inestables.
XL. Cuando se produce una muerte, ¿siempre hay agresiones previas?
M.C. Siempre, aunque no haya denuncias. Por eso, les digo a los médicos de familia que deben prestar atención a las pacientes que acuden mucho a consulta por contracturas, cefaleas, insomnio, depresión. Deben preguntar si tienen problemas en casa, por su relación de pareja. Hay que dar a las mujeres confianza suficiente para que se lo cuenten. Las que mueren sin denunciar fueron antes al médico.
XL. ¿Las víctimas son conscientes de que conviven con el peligro?
M.C. No. Muchas mantienen la fantasía de que su situación mejorará.
XL. ¿Qué les hace darse cuenta de que deben poner fin a la relación?
M.C. Los hijos las ayudan al decirles: «Ya no podemos soportar eso, si vas a seguir aguantándolo, nosotros no». He visto muchos casos de hijos adolescentes que les piden que lo dejen o que, si no, se van de casa.
XL. ¿Los hombres que maltratan a sus parejas son violentos con otras personas?
M.C. En el caso del maltratador con un perfil de psicoticismo, es todo lo contrario. Buscan proyectar una buena imagen social, quieren ser percibidos como una familia perfecta. Hacia los demás son muy agradables, muy serviciales, siempre dispuestos a ayudar, pero al cerrar la puerta se transforman. Los agresores con un perfil de neuroticismo, sin embargo, son igualmente inestables fuera de casa. Son impredecibles y suelen tener conflictos en el trabajo.
XL. ¿Hay alguna historia que le haya impactado especialmente?
M.C. Un matrimonio joven. Ella se casó muy enamorada. Él, de treinta y tantos, tenía un carácter muy dominante. Ella hacía las cosas al gusto de él desde el noviazgo, pero una vez casada la aisló de su entorno, familia… Cuando su mejor amiga se iba a casar, ella rogó, suplicó e hizo todo lo que él le pidió para ir a la boda. Se compró su vestido, su tocado; preparó todo con muchísima ilusión. Llegó el día, se arregló y cuando él la vio le dijo: «Muy bien, ya estás preparada para la boda, ¿verdad?». La cogió del cuello, la llevó al baño, abrió la ducha y la metió bajo el agua. No era una paliza, era un ataque a su integridad moral, no dejarte ser tú misma, arrancarte tus sentimientos, tus emociones. Me impresionó. Hundirte moralmente puede doler más que un golpe.
“Las muertes en matrimonios con más de 70 años que se presentan como violencia de género, nunca lo son”
XL. ¿Ha notado cambios de patrón en los últimos años?
M.C. Ahora hay menos denuncias de mujeres de 60 o 70 años, como hubo en la década de 2000. Pero hay más denuncias entre jóvenes. También crecen los casos en parejas estables legalmente que, a los seis, siete u ocho años se separan por incompatibilidad de caracteres y utilizan a los hijos en contra del otro.
XL. ¿Las denuncias falsas por malos tratos son significativas?
M.C. No. Comparado con la realidad de la violencia que no se denuncia son pocas. Existen, pero no con la frecuencia que se dice. Se suelen dar durante los procesos de divorcio de parejas jóvenes, que llevan casadas entre cinco y ocho años y tienen hijos. La mujer dice que él la maltrataba para conseguir una situación de ventaja. Sin embargo, nunca hubo denuncias y las familias y amigos de ambas partes confirman que no había maltrato. Lo que había era un conflicto. La convivencia conflictiva es lo que lleva a la decisión de divorciarse y en este proceso hay discusiones, peleas, puede haber insultos, pero suelen ser conductas mutuas. En estos casos hace falta ayuda, por parte de equipos de apoyo familiar, para que no se llegue a una violencia grave.
XL. Hablando de hijos, desde 2013, en el contexto de la violencia de género, han sido asesinados 41 niños y 315 han quedado huérfanos…
M.C. Es muy triste. En la última década venimos viendo una instrumentalización máxima de los hijos. Los matan para hacer daño a la mujer: «Si no van a ser míos, tampoco tuyos».
XL. ¿Hay algún abordaje sobre violencia de género con el que no esté de acuerdo?
M.C. Sí. Además, siempre lo rebato. Cuando las muertes en matrimonios con más de 70, 75, 80 años son presentadas como violencia de género. Nunca lo son.
XL. ¿De qué se trata?
M.C. Son parejas abandonadas socialmente, uno de los dos está enfermo; en general, la mujer; el marido la cuida, pero llega un punto en que el hombre cae en la desesperanza, la mata y se suicida. También ocurre cuando él sufre demencia, no está bien atendido desde el punto de vista médico y los que están a su alrededor no se dan cuenta. Entonces empieza con los celos y la mata.
XL. ¿Sería asesinato por enfermedad?
M.C. Sí. No es violencia de género.
Cuatro perfiles de maltratador
La experta nos describe cuatro perfiles recurrentes de maltratadores aunque matiza: “No hay relación directa entre personalidad y conducta. Lo importante es ver en el agresor rasgos de venganza, orgullo, odio, revancha, depresión y pérdida de las ganas de vivir. Estos son los sentimientos que llevan a la decisión de matar y de matarse. se dan más en unas personalidades que en otras”.
El orgulloso
RASGOS:
Se trata de un hombre de carácter duro, preocupado por su imagen social y la de su familia. Muy rígido y exigente, impone cómo deben hacerse las cosas de cara al qué dirán.
Es dominante e impone sus normas. Estas relaciones pueden ser muy largas, matrimonios de años.
Si la mujer intenta recuperar su espacio, no lo acepta. Insulta, humilla, prohíbe y llega a la agresión física, generalmente ‘leve’: golpes, empujones, patadas.
→ Y cuando la mujer denuncia y la situación se hace pública. El rechazo social indigna al hombre.
Las medidas judiciales incrementan la hostilidad, el odio, el resentimiento y el deseo de venganza. Puede acabar con la vida de la mujer. No se agrede a sí mismo.
El dependiente
RASGOS:
Es un hombre que no controla bien sus emociones y sentimientos.
Necesita recibir mucha atención y satisfacciones. Puede dar mucha importancia a hechos intrascendentes.
Cuando inicia una relación, es muy exigente con esa mujer y quiere ser el centro de su vida. Al principio, ella se siente halagada, pero con el tiempo el control se hace sofocante. Cuando quiere romper la relación, él no lo acepta, se angustia, llora, la persigue, le hace regalos, la amenaza con que no puede vivir sin ella.
A veces se reconcilian porque promete cambiar, pero esto no se produce.
→ Y cuando la mujer denuncia, se vuelve un acosador. El juez suele poner la medida de alejamiento, pero es frecuente que no la respete.
En estos casos, el peor desenlace es que el hombre se deprima y sienta una gran ansiedad y angustia. Si llega un momento en que no le importa su vida, puede matar a la mujer y suicidarse a continuación.
El introvertido
RASGOS:
Es un hombre muy solitario que no comparte sus sentimientos con nadie y todo se lo guarda. Nadie lo ayuda a ver las cosas de otra manera y de ahí su peligro.
Suele minimizar la agresión. Dice cosas como: «Yo no hice nada. Solo la empujé y ella tropezó».
No reconoce sus sentimientos. Calla todo lo que le contraría. Cuando reacciona, lo hace sin control. Suele explotar por tonterías.
→ Y cuando la mujer denuncia, su reacción va a depender de su nivel de depresión.
Si predomina la depresión sobre la venganza, puede llegar a matar a la mujer y luego suicidarse e incluso matar a los hijos: «Si esto se acaba, se acaba la familia». Si predomina la venganza, no se matará.
El celoso
RASGOS:
Los celos son un rasgo que se presenta aislado de los otros.
Producen gran malestar psíquico y angustia y hacen perder el control.
Los celos en los hombres vienen relacionados con la pérdida de su virilidad, la capacidad de erección.
Al verse impotentes, derivan la culpa a la mujer: «Ella se satisface con otro y por eso ya no me necesita».
Es un mecanismo mental negativo más común entre personas alcohólicas, en el que se pierde el sentido de la realidad.
→ Y cuando la mujer denuncia, desea vengarse.
Puede matarla y, si ella tiene otro compañero, también a él. Su nivel de depresión no es importante. No suele suicidarse.