Una exposición con causa
Una exposición con causa
Viernes, 17 de Enero 2025, 11:19h
Tiempo de lectura: 4 min
Si en su país alguien descubre que mandan sus fotos a la Galería Sura de Madrid a través de Telegram y que su exposición, titulada Hazara, está siendo un éxito, la vida de estas dos jóvenes afganas podría correr peligro. Mahnaz y su prima Somayeh (los nombres son falsos para proteger su identidad) pertenecen a los hazaras, una minoría chií especialmente castigada por los fundamentalistas. Vivían en Kabul, pero cuando los talibanes entraron en la ciudad en 2021 tuvieron que huir a otra región de Afganistán para ganarse la vida como campesinas. Tienen 23 y 25 años, son fotógrafas y posan la una para la otra.
Mahnaz se casó el año pasado, pero en la foto que abre este reportaje no lleva el vestido tradicional que le impusieron en su boda, sino el que le hubiera gustado llevar. Transparencias, gafas oscuras, el pelo suelto, joyas... Y una actitud de diva del pop. Ambas recibieron un móvil como parte de la dote al casarse, y ese objeto, que tanta controversia genera entre los jóvenes de medio mundo, es para ellas la única ventana a la esperanza.
Teléfonos y una conexión a Internet que, afortunadamente, todavía funciona. Eso sí, mejor por las noches, que es cuando Mahnaz y Somayeh envían sus fotos a Madrid. En realidad sus nombres son falsos y desde la Galería Sura recalcan que no ofrecen más datos sobre su identidad por miedo a represalias. Sin apoyo institucional ni de su familia, esta exposición les ha dado la fuerza que necesitaban para seguir arriesgándolo todo con tal de que el mundo sepa lo que ocurre en su país.
Alejadas de las ciudades y del espacio doméstico al que se las condena, Mahnaz y Somayeh crean en sus fotografías actos cargados de poesía en clave femenina, en su dignidad y en su violencia, desde el punto de vista expresivo de quien carece de plenos derechos.
Según explican en la galería, el título de esta exposición, Hazara: Autoficción y costumbrismo en Afganistán, «es un homenaje a uno de los grupos étnicos que componen el mapa sin fronteras reales que es Afganistán. Descendientes de los antiguos mongoles, los hazara han sido los olvidados de entre los olvidados, los oprimidos de entre los oprimidos. Practicantes de la rama chií del islam y especialmente protectores de su libertad en tiempos de estrategas políticos que ansiaban el control del territorio, han sido generalmente castigados por conquistadores extranjeros y dirigentes nativos a labrar el campo y a no poseerlo. No es este título, no obstante, un signo de exclusión de los demás grupos del país: verán reflejados en las imágenes expuestas muchos puntos de convergencia de toda la población afgana».
Toda su obra está autoficcionada. Como la serie No es justo, que incluye escenas preparadas con mujeres de su entorno (sus primas pequeñas, sus amigas...), pero que reflejan perfectamente lo que ellas mismas han visto desde la ocupación de Kabul. La imagen del cadáver de una niña cuya mano reposa sobre un cuaderno ensangrentado podría haber estado entre las que publicó la prensa durante la matanza de estudiantes en el atentado contra una escuela hazara en el área de Dasht-e-Barchi de Kabul en 2022. 46 niñas y mujeres jóvenes murieron en aquel ataque suicida. Tras prohibir la educación femenina a partir de sexto grado, es decir, a los 11 o 12 años, aquella masacre dejó claro que estudiar podría costarte la vida.
Sin acceso a la educación, excluidas del mercado laboral, obligadas a cumplir con un estricto código de vestimenta, relegadas a los espacios privados y sin libertad de expresión, las mujeres afganas sufren una represión brutal. Y, aún así, Mahnaz y Somayeh quieren dejar claro a través de sus fotografías que no todo es tristeza. A cielo abierto, bajo la protección de la naturaleza más indómita y entre ruinas abandonadas, las jóvenes fotógrafas nos cuentan que la vida sigue: con juegos infantiles, con bailes, a través del arte...