El fenómeno no es nuevo, ni mucho menos. Lo novedoso es su implementación, su aceptación y su nomenclatura. Las relaciones 'pseudorománticas' entre hombres mayores y chicas y chicos jóvenes en las que media un intercambio de dinero o de bienes que se hacen pasar como 'regalos' y en el que la compañía se valora 'casi' tanto como el sexo existen desde que existe la prostitución. Y siempre ha habido eufemismos para aludir a ellas, como el término 'escort' o acompañante. Lo que las distingue de la prostitución son las formas, al menos, al principio. La fórmula light requiere un cierto tratamiento, un lenguaje menos soez y un acompañamiento en entornos sociales. Desde hace unos años, el término en boga para referirse a este tipo de tratos es la denominación de los clientes: sugar daddy ('papi dulce') y el caldo de cultivo, las redes sociales y las webs de citas.
España es el quinto país del mundo con más usuarios registrados en aplicaciones de sugar dating, con 400 mil inscritas a inscritos, según datos del proyecto Desactiva la Trata de la ong Diaconía. Ocho de cada diez usuarias de estas aplicaciones son menores de 31 años y el 63 por ciento, mujeres universitarias. Casi todas, de entre 18 y 25 años. Los daddies son hombres de entre 40 y 55 años, de media. Las asociaciones feministas lo definen como «prostitución encubierta». Las relaciones suelen consistir en que ellos les compran artículos de lujo, las llevan de viaje, les pagan la carrera... El sexo, solo si surge. Pero, claro, surge siempre, como ha explicado Natalia Colmenar, responsable del programa Desactiva la Trata, en Diaconía España.
La iniciativa de esta organización partió, precisamente, de la alarma de la propia Colmenar cuando, en las charlas que da habitualmente, observó que el tema de los sugar daddies era aceptado por muchas jóvenes como algo inocuo, sin riesgos. «Hay varias trampas: la primera es que se ha cambiado el lenguaje, ya no hablamos de 'prostitución', hablamos de 'intercambio de beneficio mutuo'; ya no hablamos de 'putero sino de sugar daddy, una estratagema que consigue que el mensaje llegue», explica Natalia. Hay, de hecho, un término extendido entre las sugar babies para hablar de este tipo de actividad: 'sexo transaccional', que suena más a una inversión en Bolsa que a una fornicación en la cama.
«Su maquinaria de marketing en Internet es brutal, la mayoría se encuentra en TikTok y tiene acceso a un montón de gente joven. Llegan campañas como la más impactante para mí, que fue ‘¿Necesitas un trabajo de verano? No, mejor ten un sugar daddy», contó Colmenar. Pero es que, además, el término está extendido como algo 'simpático'. Personajes como Gianluca Vacchi, empresario italiano de 56años, famoso por sus vídeos virales bailando a bordo de yates y en lugares exóticos, son definidos en redes como sugar daddy y suscitan envidia y admiración entre sus millones de seguidores. Un hombre maduro musculado, tatuado, con dinero... y con una esposa de 27 años, la venezolana Sharon Fonseca.
Muchas de las chicas que usan las redes de sugar daddies aspiran a encontrar a un Vacchi que las mantenga, lo que, por otro lado —alegan las interesadas en este universo— no es muy distinto a lo que respetables damas de la alta sociedad hicieron, siendo muy jóvenes, al casarse con hombres mayores y muy ricos, de los que muchas veces eran antes empleadas.
Pero la mayoría, según las expertas, solo aspiran a conseguir dinero para gastar en sus propias aficiones y gustos: bolsos caros, operaciones estéticas, viajes de lujo... O, sencillamente, poder mantenerse mientras se van buscando la vida en la profesión que realmente quieren ejercer. Estadísticamente, el fenómeno parece estar más vinculado al consumismo que a la pobreza.
Para esto, han sido determinantes las nuevas tecnologías. En España el sitio que tiene más suscriptores es Sugar Daddy España, creado hace cuatro años y donde el registro es sencillo, como en cualquier aplicación de citas. Su responsable defendía el año pasado que es una web en la que las mujeres son libres de elegir, que el hecho de que a las jóvenes les gusten los hombres 'maduros y solventes' es una opción lícita y que, en su site, hablar o negociar sexo explícito está totalmente prohibido.
El negocio de esta web, por cierto, está en que los sugar daddies pagan una suscripción de 29 euros al mes. Las jóvenes no pagan. Y es cierto que incluyen advertencias sobre los peligros del sugar dating, «una guía completa para evitar malas experiencias para ellas y ellos». Lo más 'gracioso' es lo que se supone, según la web, que buscan las sugar babies: «La tranquilidad de tener a alguien que puede darle apoyo vital, sin tener que preocuparse de ciertos gastos o caprichos. Conocer personas interesantes que pueden impulsar su carrera. Aprender de una persona de éxito a conseguir sus metas».
Lo que se supone que buscan los sugar daddies, según la web, es discreción, seguridad y valor añadido: «Muchos ocupan posiciones de alto nivel y necesitan mantener sus asuntos privados al margen de estas relaciones. Por norma general, las chicas que llevan una vida ordenada no dan problemas; esa seguridad es importante. Conversaciones interesantes, simpatía, saber estar. Ellos buscan chicas que aporten un valor añadido más que una cara guapa».
Y así empieza todo... un match con pasaporte potencial a la coacción y la explotación sexual, advierten las organizaciones contra la prostitución. El que paga, al final, exige y, progresivamente, sus exigencias pueden ser más degradantes. A eso hay que añadir lo maquiavélico de unas relaciones que, al ser de inicio voluntarias y consensuadas, convierten en muy difícil la posibilidad de demostrar una explotación, más aun en unas jóvenes que muchas veces, de tan avergonzadas que se sienten, se niegan a denunciar.
Todas estas plataformas —dicen sus críticos— tienen un sesgo heteropatriarcal, aunque hay algunas de ellas que incluyen también a las mummy sugar. Y el fenómeno, por supuesto, existe de igual modo en el entorno gay. El caso de Daniel Sancho ha devuelto el término sugar daddy a la actualidad, aunque todavía no se sabe apenas nada sobre su verdadera relación con su víctima, el colombiano Edwin Arrieta, asesinado y descuartizado en Tailandia. El hecho de que hubiera una considerable diferencia de edad entre ellos no implica, en absoluto, que hubiese una contraprestación económica en su relación. No obstante, la posibilidad de que mantuvieran una relación similar a la que se establece con un sugar daddy tampoco está descartada. La policía tailandesa confirmó en rueda de prensa su acusación de asesinato con premeditación sobre Sancho, pero no dijo nada respecto a los rumores de que habría registrados unos pagos mensuales del médico colombiano al joven español, con quien mantenía una relación sentimental.
La revista Vice entrevistó hace un par de años a varios sugar daddies. Algunos soltaban su discurso acerca de la 'mentoría' sobre los jóvenes, cómo ayudarlos, etc... pero varios reconocían la fascinación que les produce la dominación económica.
«Siento que tengo el control de la situación sin que parezca que he contratado a una prostituta o una acompañante», decía un sugar daddy de 60 años de Singapur. Para él, la naturaleza económica de la relación hacía que se sintiera más seguro en ella y también, especificaba, que le resultase más fácil alcanzar los orgasmos.
Para algunos, la perspectiva económica sirve para establecer límites más claros. «Cuando usas aplicaciones de citas tradicionales, la gente espera que la relación acabe en matrimonio o hijos. Pero como sugar daddy, las expectativas quedan establecidas desde el principio», explicaba un ingenieros. «He tenido sugar babies que venían de familias adineradas, pero les excitaba el intercambio de dinero», contaba otro. «Al final, es más seguro y hay un acuerdo más consensuado entre las partes beneficiadas, mientras que la prostitución beneficia o complace solo a una persona».
Y aparece también el perfil de quien realmente cree que el o la sugar baby está fascinado: «No tuve muchas citas antes de casarme y mi matrimonio no funcionó», explicaba uno de ellos. «Pienso que estar con una sugar baby más joven me ha ayudado a creer que puedo tener una segunda oportunidad, que alguien joven me admira».