Lunes, 29 de Julio 2024, 12:56h
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Durante miles de años, el 'Homo sapiens' se adaptó y sobrevivió a los paisajes africanos. Cazaba con jabalinas y lanzas, dominaba el fuego e intentaba expandirse hacia el norte. Pero no lograba asentarse en sus avances. Le frenaban sus encuentros con otra especie más fornida: el 'Homo neanderthalensis', mejor preparado a su vez para las temperaturas más bajas propias del norte.
Así se distribuía hace 300.000 años la población: en África habitaban los más gráciles Homo sapiens; en Asia, los robustos neandertales, «una especie bien consolidada en la mayor parte de Eurasia, bien adaptada a latitudes elevadas, con cuotas culturales sobresalientes e incluso con la posibilidad de tener una mente simbólica. Enterraban a sus muertos, se adornaban, mantenían hogueras encendidas durante años, se vestían con pieles de animales», ha explicado el paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro. Su fortaleza era una barrera para el 'emigrante' sapiens.
Además, había otro gran obstáculo. Imaginamos al Homo sapiens intentando subir hacia el norte africano topándose con los nueve millones de kilómetros cuadrados de arena y calor abrasador que hoy es el Sáhara y dando media vuelta.
Y, sin embargo, lo cruzó. Y antes de lo que creíamos. Lo demuestra un descubrimiento reciente. En la cueva de Misliya, a pocos kilómetros de Haifa, en Israel, se ha encontrado un fragmento de una mandíbula superior, un maxilar casi completo (falta el incisivo central), que revela que nuestro antepasado salió de África hace unos 220.000 años, 50.000 antes de lo que pensábamos.
Esa mandíbula dice muchas cosas. Que su dueño «dominaba elfuego y lo utilizaba para cocinar sus comidas», explica el antropólogo Gerhard Weber. Que «tiene al menos 177.000 años y perteneció a un ser humano moderno», añade el antropólogo Israel Hershkovitz.
¿Cómo llegó hasta Oriente Próximo? Atravesó el Sáhara, sí. Pero no el desierto actual. El Sáhara es un desierto joven. Hace 6000 años era una llanura gigante cubierta de hierba en la que pastaban antílopes y cazaban leones. Había también lagos y cocodrilos. Y habitaban allí humanos al acecho de aquella fauna abundante.
Cuesta creerlo. Pero todavía quedan en la meseta de Ennedi, en una de las esquinas del desierto, al nordeste del Chad, reductos de ese pasado húmedo. En algunos recodos de aquel paisaje impactante afloran las gueltas, unas charcas espontáneas que recuerdan que por allí discurrieron ríos.
En el macizo de Ennedi vivieron los últimos leones del Sáhara. Y allí resiste el cocodrilo del desierto, Crocodylus suchus, más pequeño que su pariente el cocodrilo del Nilo y probable coetáneo del ya extinto tigre de dientes de sable que habitó también en Ennedi.
Las impresionantes pinturas rupestres de Ennedi delatan la presencia de hombres montados a caballo (en Terkei Kassala), vacas coloreadas (en Mornou) o mujeres con cuerpos de pasarela, altísimas y muy delgadas, embellecidas con tatuajes. Así se las puede ver en Niola Doa, ya adornadas y acicaladas en el año 3000 a. de C. Son crónicas del paso del hombre por lo que fueron los pasillos verdes que permitieron la migración del Homo sapiens.
Las tierras saharianas han vivido periodos secos e inhóspitos alternados con épocas húmedas. Peter de Menocal –experto del Lamont-Doherty Earth Observatory, de la Universidad de Columbia– ha recopilado sedimentos procedentes del fondo marino del golfo de Adén que explican cómo eran estos cambios de clima. Los restos de algas y la composición química de las ceras que las plantas producen en tierra firme y luego acaban en el mar aportan mucha información sobre épocas húmedas y secas. Los estudios de De Menocal corroboran el pasado verde del Sáhara.
Pero si esta especie avanzada de homínidos hizo repetidos intentos de emigrar hacia el norte que no fructificaron, ¿por qué sí lo logró hace por lo menos 220.000 años? ¿Cómo consiguió establecerse deforma permanente en las tierras del norte y después expandirse a lo largo y ancho del planeta? ¿Cómo superó al robusto y mejor adaptado al frío neandertal?
El Homo sapiens de hace 300.000 años era anatómicamente moderno y con rasgos similares al del hombre actual. En el plano cognitivo, sin embargo, estaba atrasado y no alcanzó un nivel equiparable al del hombre de hoy hasta hace solo 35.000 años. Algo tuvo que evolucionar.
El investigador Jean Jacques Hublin –del Instituto Max Planck de Leipzig– asegura que la clave no reside en el tamaño del cerebro, sino en la forma: los primeros Homo sapiens tenían el cerebro alargado, igual que los neandertales. La forma esférica proviene de miles de años de evolución y ha supuesto una ventaja decisiva para su supervivencia.
La parte más afectada por la tendencia del cerebro a redondearse es el lóbulo parietal, donde se procesa la orientación espacial, el control de la atención y el uso de herramientas. Hublin cree que el Homo sapiens ha ido evolucionando hacia un cambio de naturaleza neuronal, hacia una reordenación de la materia gris. Está convencido de que esos cambios en el lóbulo parietal hicieron que el Homo sapiens estuviera en mejores condiciones para competir con el Homo neanderthalensis y el hombre de Denisova, que habitaban en Oriente Próximo cuando llegó allí.
Como ha explicado Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico Regional de Madrid, el Homo sapiens superó al neandertal en tecnología y organización social. Unos utilizaban proyectiles para cazar; los otros carecían de ellos, así que se exponían más al peligro y sufrían más fracturas y heridas durante la caza. Además, los sapiens cazaban en grupos más numerosos y se organizaban de una manera más jerarquizada y eficiente.
Los neandertales, más corpulentos, estaban mejor preparados para combatir el fío. pero el Homo sapiens dominaba mejor el fuego y sabía utilizar herramientas para protegerse del clima, como las agujas para 'coser' abrigos. Y corría más rápido.
Durante un tiempo, el Homo sapiens coincidió con neandertales, se mezcló con ellos y luego los superó. Las dos especies humanas convivieron en el Corredor levantino (la franja del territorio situada entre el mar mediterráneo y las zonas desérticas de Israel, Jordania y Siria) y «cruzaron sus caminos, sus genomas y su cultura. El dato de la cueva de Misliya incrementa de manera notable el tiempo en que las dos especies estuvieron en contacto», explica el paleontólogo José María Bermídez de Castro en su blog Reflexiones de un primate.
Al Homo sapiens el verdor del Sáhara le abrió un pasillo para salir de África, y la forma de su cerebro le proporcionó la astucia necesaria para pervivir y entenderse.