Viernes, 13 de Diciembre 2024, 13:07h
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Calígula mandó levantar un circo en los jardines de Agripina la Mayor (su madre) y ordenó traer un obelisco desde Alejandría para adornarlo. Allí ejecutaron a San Pedro en tiempos de Nerón. Lo enterraron en una tumba modesta junto al circo. Con el tiempo, otras tumbas cristianas la rodearon. El circo decayó mientras crecían la necrópolis aledaña y los peregrinos que la visitaban.
Cuando el emperador Constantino se convierte al cristianismo, decide construir allí una basílica en honor de San Pedro. En el año 326 arrancan las obras. Es «una basílica sepulcral para que se entierre allí quien quiera», explican Néstor F. Marqués y Pablo Aparicio, autores de La Roma de Constantino (Desperta Ferro Ediciones).
Tenía forma de cruz griega y se celebraban allí banquetes de difuntos: el refrigerium era un banquete anual en honor de un fallecido. Para levantar la basílica, se allanó el terreno en una gran terraza de más de 10.000 metros cuadrados: el emperador quería algo espectacular. «Constantino ordenó la demolición de los monumentos funerarios que estuvieran por encima del nivel de la basílica y enterró los demás. Se permitió sacar del recinto las tumbas de quienes así lo quisieran», explican Marqués y Aparicio.
El gran templo se inauguró en el año 333. Se sabe, por una carta del senador romano Paulino de Nola, que la basílica estaba precedida por una gran fuente, que la fachada estaba pintada de azul y que contaba con un frontón triangular. Con los siglos, el templo se transformó.
Sabemos cómo por los dibujos de Cimabue (siglo XIII) y los planos del clérigo del siglo XVI Tiberio Alfarano. «Centenares de altares, capillas y espacios de culto fueron completando el crisol artístico de la basílica», cuentan Marqués y Aparicio. Hasta que en 1506 el papa Julio II decide levantar una basílica ex novo: argumenta el deterioro del templo y anhela gloria y propaganda. Esa es la basílica actual, la de Bramante, Rafael, Miguel Ángel o Bernini. Las obras se prolongaron hasta el siglo XVII.
Luego, en el XX, con las excavaciones de 1940, salió a la luz el impresionante pasado sepulcral de la basílica. Ahora, el Vaticano con la ayuda de la inteligencia artificial y de empresas como Microsoft, Iconem y la española 3D Stoa exhibe una deslumbrante recreación virtual de la basílica desde su origen. Y el obelisco que vio morir a San Pedro sigue allí.