Chema Madoz El fotógrafo nos cuenta cómo creó la portada de nuestro número especial «Lo cotidiano tiene una poesía de la que no somos conscientes»
Viernes, 30 de Diciembre 2022
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Las metáforas visuales del madrileño Chema Madoz son hermosísimos juegos que invitan a reflexionar sobre las posibilidades que tiene todo lo que nos rodea y que no imaginábamos. Es su manera de pedir a gritos que prestemos atención a lo cotidiano, que para él «tiene unas cualidades poéticas de las que no somos conscientes».
Es precisamente lo que ha buscado con la imagen inédita que ha cedido en exclusiva a XLSemanal. La fotografía no tiene título. Ninguna suya lo tiene, pues piensa que «se tiene que defender por sí misma». El protagonista es un pájaro de decoración que encontró en una tienda en París y que cuelga en una grieta que hace las veces de rama. «Se trata de jugar con los elementos a ver qué surge. Combinar realidades diferentes», asegura. Una interrelación, siempre a la vista del espectador. «Si fueran metáforas demasiado complejas, perderían fuerza», matiza. Porque Madoz defiende que su técnica no tiene trucos especiales.
En su mundo no hay más misterio que lo que está a la vista. Sin embargo, el resultado hace desatar la sorpresa, la ilusión de que no todo es lo que parece.
No es la primera vez que recurre a las aves en sus fotografías. Al igual que a los libros, las partituras, los mapas o los barcos. «Pero no es algo premeditado. Por alguna razón me fijo más en ellos», cuenta.
Sin prisas
Le apasiona recolectar objetos que encuentra en la calle, contenedores de basura o mercadillos. ¿Cuánto tarda en crear esa magia que busca? «Una vez que doy con la idea, que es lo difícil, lo normal es conseguirlo con bastante rapidez», afirma. Su proceso creativo, sin embargo, va a contracorriente de las prisas. «Necesito calma y disfrutar del propio proceso», relata. Su estudio, en el madrileño barrio de Tetuán, era una antigua sastrería y lo llama un 'almacén de objetos'. Algunos ya han corrido la suerte de ser resueltos y otros están a la espera de que 'juegue' con ellos. Su librería es modulable para que pueda dar cabida a piezas de distintos tamaños; y el mobiliario, como un chibalete, perfectamente pensado para alojar ese gabinete de curiosidades infinito.
Para Madoz, la creatividad tiene que ver con la reflexión, con cambiar el estatus del pájaro, «elevarlo a una personalidad mucho más rica. En el momento en el que te paras a mirar, cambias el foco», explica. Esa vuelta de tuerca en sus personalísimas fotos es la que le hicieron dar el salto a este fotógrafo autodidacta, empleado de banca, hijo único, que «siempre tuve que inventarme mis propios juegos», cuyos inicios no fueron fáciles hasta que en 1999 lo consagró una primera exposición en el Reina Sofía. Ese punto de inflexión lo llevó un año más tarde a ganar el Premio Nacional de Fotografía y de ahí llegaron una retahíla de galardones. Desde entonces, sus fotos han protagonizado campañas de publicidad y ocupado las portadas de novelas de escritores como Borges o Rushdie.
«Cada imagen es un viaje al borde del abismo»
Le gusta definirse como fotógrafo y no artista, pues sería como «autodenominarme poeta». «En la infancia tenía tanta admiración por los artistas que me parece un título con el que me encuentro ridículo», asevera. Reconoce que en España hay mucho talento, «artistas de peso, pero hay algo que no hacemos bien: son contados con los dedos los que dan el salto internacional», prosigue.
Hay riesgo en el trabajo de Madoz porque cada foto es un viaje y que «siente al borde del abismo». Casi siempre con la luz natural como aliado y sin renunciar al blanco y negro.
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