Volver
';
«Pretendo morirme sin un duro»

Paco Arango

Filántropo

«Pretendo morirme sin un duro»

Fotografía: Antón Goiri.

Ha centrado su vida en «lo que de verdad importa». Filántropo y director de cine, este mexicano de nacimiento es el alma y corazón de la Fundación Aladina, entregada a los niños con cáncer. Tras sufrir la pérdida reciente de su padre, Arango habla con XLSemanal de sus niños, su vida y de las lecciones que nos deja la pandemia.

Domingo, 28 de Junio 2020

Tiempo de lectura: 11 min

Quiero mancharme las manos de verdad», le dijo a un amigo, tras realizar labores de voluntariado en el Hospital del Niño Jesús. Se había acercado a una durísima realidad de la que ya nunca volvió a separarse y decidió dedicar el resto de su vida a la atención de niños enfermos de cáncer y a sus familias. Así creó la Fundación Aladina, que hoy cumple 15 años de vida, atiende a más de 4000 niños cada año, presta ayuda en 16 hospitales de España y colabora con una decena de fundaciones dentro y fuera de nuestro país. Paco Arango (Ciudad de México, 1966), productor, director y guionista de cine, nos recibe en su casa de Madrid para hablar de cómo el coronavirus se lo ha puesto más difícil, si cabe, a estos pequeños.

alternative text
La tristeza tras la sonrisa. «Una madre que me vio entrar muy jovial en el cuarto de su hijo me escribió. ‘He visto en tus ojos una tristeza profunda’. ¡Y la hay! He perdido a demasiados niños queridos. A veces lloro desconsoladamente y pego un grito al cielo diciendo: ‘¡Ya! Dame un poco de tregua’».

XLSemanal. ¿Qué tal está? A la pérdida de su padre, en febrero, le siguió el confinamiento por la COVID-19…

Paco Arango. Ya estoy más tranquilo. La primera parte de este horror la pasé en el campo con la familia, y cuando vine a Madrid y vi lo que había, aunque lo imaginaba, fue un poco shock.

XL. Dice que la muerte de su padre fue inesperada, ¿no les había dicho que estaba enfermo?

P.A. No, no, no; también fue inesperada para él. Tenía cáncer y no lo sabía. Tres días antes fuimos al hospital simplemente porque no se encontraba bien, porque no podía ir al baño. Todo se desarrolló lamentablemente en tres días. Él entró en el hospital por algo que parecía que no le iba a causar la muerte.

«La muerte de mi padre fue algo inesperado. Todo se desarrolló en tres días. Como no imaginábamos nada, mi última conversación con él fue de risas. Fue un adiós muy bonito»

XL. ¿Usted lo acompañó aquel día?

P.A. Sí, y como no imaginábamos nada, mi última conversación con él fue de risas. Tuve un adiós con mi padre muy bonito.

XL. Mucha gente firmaría una muerte así a los 88 años.

P.A. Nosotros, en cambio, estamos mal acostumbrados porque en mi familia son muy longevos. Mi abuelo murió con cien años, su hermano tenía 94… Desde luego, esto no nos lo esperábamos nadie.

alternative text
Arango en su casa de Madrid con su perro, Batman. Su película Lo que de verdad importa se ha situado número 1 en Netflix Estados Unidos. Ahora, prepara su cuarto filme, que se titulará 11%. «Para mí, el más importante de todos», dice.

XL. Al menos pudieron despedirlo todos juntos.

P.A. Así fue. Lo que está ocurriendo ahora es tremendo. Gente muy allegada a mí ha perdido a personas queridas más jóvenes que mi padre y no se han podido despedir. Eso sí que es doloroso, eso es el terror. No hay palabras.

XL. Estoy hablando con un hombre que en estos últimos 15 años ha visto morir a más de 400 niños enfermos de cáncer a los que conocía y quería.

P.A. Sí, y esto no debería ocurrir. Los adultos, más o menos, ya hemos vivido; pero los niños… Un niño, primero, no debería enfermar gravemente; pero que nos deje es incomprensible.

texto alternativo

+ Quizá también te interese

Paco Arango, Premio XLSemanal 2024 a los Valores

«Me indigna la falta de sensibilidad hacia los niños con cáncer»


XL. Durante este aislamiento, ¿ha muerto alguno de ‘sus’ niños?

P.A. Sí. Y, lamentablemente, no hemos podido estar con él porque nos impidieron la entrada a los hospitales ya que podíamos ser transmisores del virus. El cáncer no conoce vacaciones ni virus ni épocas del año, sigue su curso; pero, gracias a Dios, se gana el 80 por ciento de las batallas.

XL. ¿Se ha relegado la atención y la solidaridad hacia los niños oncológicos estos meses?

P.A. Yo de esta pandemia he visto salir muchos actos de bondad. Los niños con cáncer ya están habituados a estar recluidos y no poder salir de su cuarto, a ver entrar a gente con máscaras… Son expertos en esto.

XL. Una vez le oí decir que un niño de ocho años con cáncer es como si tuviera 15.

P.A. Así es. ¡Es increíble! Se saben los nombres de las medicinas como si fuesen médicos y les oyes decir: «Mire doctor, la tetraciclina me la dio ayer y hoy no me toca» [se ríe]. Los niños se comen la vida para bien cada lunes, cada martes y cada día. Y con esa actitud tienen una madurez muy inusual.

XL. ¿Recuerda algún caso en particular?

P.A. Mira, te voy a contar una anécdota. Hay un chico que se llama Carlos, que es un gran músico, y cuando estaba en su estado máximo hablaba de medicinas y de otras cosas como un experto, porque él es un superdotado. Pues bien, cuando se curó, me lo topé al año y medio y pensé que se había vuelto tonto [se ríe], porque, en el fondo, lo que había pasado es que había vuelto a ser un niño.

XL. Cuando el miedo nos recluyó se decía que esta pandemia sacaba lo mejor de nosotros, ¿lo cree?

P.A. Es difícil valorar cómo nos ha afectado a cada uno. Esto ha producido una merma importante sobre el ser humano y habrá de todo. Pero yo sí que he visto, en primera persona, verdaderos actos de heroísmo y de generosidad y creo que de esta vamos a salir mucho mejor: vamos a valorar todo mucho más y vamos a respetar mucho más las cosas.

XL. ¿Siempre es tan optimista?

P.A. Soy superoptimista, porque lo peor que te puede pasar es caer en la decepción.

XL. ¿Nada ni nadie lo decepciona?

P.A. Lamentablemente, cuando ves que hay gente que no hace lo adecuado te vienes abajo, pero yo intento que eso no ocurra porque no me lo puedo permitir. Tengo una frase que siempre digo en el hospital: «Ocho segundos para llorar». No quiere decir que no puedas llorar más, pero, cuando estás lidiando con niños con cáncer, es lo máximo que te puedes permitir; hay que seguir en la lucha. Mira, una madre que me vio entrar muy jovial en el cuarto de su hijo luego me escribió: «Hoy he visto detrás de tus ojos una tristeza profunda». ¡Y la hay! Yo he perdido a demasiados niños queridos y, por supuesto, eso me pasa factura. Gracias a Dios tengo mucha fe, rezo mucho y eso me recompone, porque solo humanamente sería imposible.

XL. ¿Por qué reza especialmente?

P.A. Todos los meses, todas las semanas y todos los días estamos rezando, pidiendo e intentando que los niños y los adolescentes que están malos se queden aquí. Lo que más nos hace seguir en Aladina es, primero, que hemos visto cosas extraordinarias y, segundo, que no está en juego ni la vida ni la muerte, que lo que está en juego es el amor. Ya sé que esto suena muy cursi, pero es así. A estos pequeños guerreros no les tienes que medir por el tiempo, sino por lo que son y por lo que fueron. En Aladina tenemos siempre una butaca en primera fila al espectáculo más impresionante de la vida.

alternative text

XL. ¿Cómo prepara a un niño o a sus padres para aceptar lo inevitable?

P.A. En España, no solemos hablar de la muerte, lo evitamos, todo el mundo se hace un poco el tonto. De todos los niños que he perdido solo he podido hablar de la muerte con siete. Yo voy con zapatillas de bailarina cuando entro al tema, porque es delicado; pero, cuando dan pie a ello, es una maravilla porque puedo contarles muchas cosas. Lo más duro es cuando un adolescente sabe que uno de sus amigos o de sus conocidos ya no está. Pero me parece que estoy hablando mucho de la muerte y prefiero insistir en que el 80 por ciento de los niños se cura.

«Mi única excusa para no tener hijos es que, de haberlos tenido, no hubiera hecho todo esto. No adopto porque creo que puedo ayudar a mucha más gente»

XL. Aladina tiene 15 años y usted cumplirá 55, ¿ha pensado en delegar y supervisar?

P.A. No, porque esto es lo más importante en mi vida, se me da bien y en la primera línea de batalla soy muy efectivo. ¿Me agoto? Sí. ¿Estoy destrozado? Sí. Y hay veces que lloro desconsoladamente y pego un grito al cielo diciendo: «¡Ya!, ¿no? Dame un poco de tregua». Pero hay otro lado de la manzana en el que todo es alegría y carcajadas. El trabajo en el que más estoy involucrado y del que más orgulloso me siento es el de combatir ese 20 por ciento. Ver a otro niño curarse es lo máximo.

XL. ¿Hay alguna relación entre su trabajo y la decisión de no tener hijos ni adoptarlos?

P.A. Mi única excusa -que no lo es- es que de haber tenido hijos no hubiera hecho todo esto. No voy a adoptar porque creo que así puedo ayudar a mucha más gente. Lo que yo hago, sinceramente, es incompatible con una familia.

XL. Cuenta que los tres hermanos han heredado de su padre una especie de orgullo por triunfar y tener éxito en todo lo que emprenden.

P.A. ‘Tener éxito’ no es una expresión que me guste, porque el éxito es muy relativo. Lo que mi padre nos inculcó es que la suerte que hemos tenido en la vida hay que devolverla, haciendo lo mejor posible lo que te propongas. Los tres hermanos hemos mamado esto, tanto de mi padre como de mi madre y los tres, cada uno en su camino, estamos muy involucrados en esa causa.

XL. Se sabe que tan importante es cuidar al enfermo como a la persona que lo cuida.

P.A. Cuando un niño está diagnosticado yo le digo a los padres: «Mirad, me preocupáis más vosotros que vuestro hijo, que dentro de un par de semanas sé que lo va a llevar bien». Pero no solo son los padres los que más sufren, también los hermanos. Hay que tener mucho cuidado porque los padres, sin querer, no se percatan de que los hermanos sanos lo pasan muy muy mal.

La organización se llama así por ‘¡Ala… Dina!’, la serie que Arango creó para TVE hace 20 años y que protagonizaba Paz Padilla

XL. ¿Aladina se ocupa también de las enfermeras?

P.A. Las cuidamos todo lo que podemos, porque es verdad que nadie cuida de ellas. ¿Qué fundación cuida a las enfermeras? Para nosotros son clave: arreglamos sus habitaciones, les ponemos sofás cómodos, televisión, microondas… ¡Es tan fácil! Tenemos el mejor personal sanitario del mundo, pero ven tantas cosas, y sin apenas tiempo para descansar.

XL. Frente a la COVID-19 ha quedado patente que el personal sanitario ha trabajado sin la adecuada protección, lo que ha supuesto decenas de muertes por contagio.

P.A. Nosotros, las primeras semanas entregamos 100.000 mascarillas muy buenas por distintos hospitales de España, incluso en sitios donde no había niños con cáncer, porque había una necesidad brutal. Nos gastamos un buen dinero porque la situación en la que trabajaban era muy mala. Me peleé mucho por comprarles las mejores mascarillas porque las había malas, muy malas y regulares.

XL. ¿Aladina recibe dinero público?

P.A. Lamentablemente, no. ¡A ver si te enteras de cómo se consigue que te den algo! [se ríe].

XL. ¿Qué tal es su relación con los políticos?

P.A. Yo trato de ser apolítico e intento no acercarme demasiado.

XL. Cuando ve lo que está pasando en el Parlamento, ¿le entran ganas de llorar, aunque solo sea durante ocho segundos?

P.A. Me entran ganas de votar.

XL. ¿De votar con v o de botar con b?

P.A. ¡Jajaja! Te robo la frase: me dan ganas de votar y de botar. Me he sentido frustrado, como tantos españoles, porque ciertas cosas no se hayan hecho mejor.

«Yo soy fan de Amancio Ortega. Las máquinas que donó han salvado la vida de niños con tumores cerebrales. Yo lo sé. Si los políticos que lo critican pensaran en esos niños, no dirían nada»

XL. ¿Qué lo irrita más?

P.A. Sinceramente, me da mucha rabia cuando hay personas que hacen donaciones importantes y hay partidos que los critican. Yo soy fan de Amancio Ortega y te voy a dar una información que quizá la gente no sabe y yo sí sé: esas máquinas que donó Amancio han salvado la vida de niños con tumores cerebrales que, probablemente, no hubiesen llegado a tiempo ni en broma. Es perfectamente compatible la donación privada con la Seguridad Social. En este punto sí me mojo, porque, qué bendición lo que este hombre ha hecho y sigue haciendo contra el cáncer. Si esos políticos se pararan a pensar en los niños que podían estar muertos y que se han salvado por sus máquinas no deberían decir nada en contra.

XL. ¿A cuántos niños atiende Aladina?

P.A. No me atrevo a decirte una cifra exacta, pero en España tocamos cada año a más de 4000, sin duda. También, gracias a mis películas [Maktub, Lo que de verdad importa y Los Rodríguez y el más allá], he ayudado a muchísimas fundaciones por todo el mundo. Y esos niños para mí también cuentan.

XL. ¿Cree en los milagros?

P.A. Sí, porque los he visto. Que nadie piense que estoy loco ni flotando, pero yo he visto milagros —y no uno, sino muchos— que, por respeto a la intimidad y privacidad de las familias, no puedo contar. He visto cosas por las que sé que, sin lugar a duda, después de esta vida hay otra y sé que estos niños están allí bien, porque muchos de ellos que han fallecido me han hablado de las mismas cosas y todas han coincidido.

XL. ¿Qué reflexiones le gustaría que hiciera la gente tras leer esta entrevista?

P.A. Me gustaría decirle a la gente que se ha visto recluida estos meses, sin poder salir a la calle, que piense en lo que pasan los niños con cáncer durante su tratamiento, porque para un niño oncológico lo peor es su reclusión y su soledad. Ahora que toda España lo ha vivido en su piel sabrán mejor lo que estos niños pasan durante meses. Y los invito a hacerse de Aladina, porque los necesitamos.

XL. Que usted pida a los demás teniendo la vida muy bien resuelta, ¿cree que quita fuerza a su petición?

P.A. ¡Puf! No lo sé. Espero que no sea así porque hay tanto que hacer. Yo dono a Aladina todo lo que gano por mi trabajo, por mis películas: y pretendo morirme sin un duro. Gracias a Dios, la gente se da cuenta de que soy de verdad.