Luis Sampedro participó este año en un proyecto de investigación llevado a cabo en la Antártida
02 jul 2017 . Actualizado a las 05:05 h.Afirma el biólogo ribeirense Luis Sampedro Pérez (Madrid, 1969) después de su primera incursión científica en la Antártida, que es muy poco lo que se sabe del continente helado y que «entre todos os investigadores poñemos ladrillos para aportar coñecemento». Precisamente, ese afán por indagar en las pequeñas cosas que hacen del planeta Tierra ese gran mundo en el que la vida planta cara a la destrucción provocada por la acción humana convierten a este profesional en un obrero del conocimiento y la divulgación.
Vinculado al mar desde niño, el rumbo de sus vivencias lo llevó a licenciarse en Biología Marina, aunque ahora desarrolla su actividad en tierra, analizando el sistema inmunitario de las plantas como integrante de la Misión Biolóxica de Galicia del CSIC. Por eso, la oferta de participar en una expedición a la Antártida suponía el regreso a sus orígenes: «Ir a eses mares tan ao sur sendo mariñeiro de Aguiño é un orgullo». La realizada este año no será su última incursión, ya que, junto al resto del equipo, prepara un proyecto para regresar, en el 2018, a la isla Decepción del continente helado y proseguir con el trabajo emprendido.
A gran cantidade de vida que hai alí pese ao espolio do que foi obxecto durante anos»
De forma minuciosa y clara, a través de las precisas explicaciones de Luis Sampedro se comprende la repercusión que el calentamiento global está teniendo en la zona del mundo que concentra el 70 % del agua dulce. En la Antártida, su cometido ha sido analizar la tasa de descomposición de las algas en la orilla y como pueden afectar los cambios de temperatura: «A vida alí é fráxil porque o marxe de temperaturas é moi estreito e a variación nun par de graos ten unha importante repercusión».
Sin embargo, señala que una de las cosas que más le ha llamado la atención de su experiencia es «a gran cantidade de vida que hai alí pese ao espolio do que foi obxecto durante anos».
A esa pasión por el conocimiento, Luis Sampedro une su vocación divulgadora. No es de extrañar que antes de formar parque del equipo del CSIC, este doctorado en biología fuese profesor en las universidades de Vigo y Santiago. Ahora no da clases, pero imparte apasionantes charlas a los estudiantes en las que les explica cómo es la Antártida, un lugar en el que las pulgas de mar, acostumbradas moverse a temperaturas de dos grados bajo cero «cócense cando as colles coas mans». Uno de los centros educativos que tuvo la oportunidad de escuchar sus vivencias fue el Heroínas de Sálvora de Aguiño. Reconoce que le gusta la docencia, aunque decidió abandonarla para meterse de lleno en el Centro Superior de Investigaciones Científicas para llevar a cabo un trabajo de campo que también le proporciona una gran satisfacción.
Luis Sampedro, que en su día se adentró en los bosques canadienses para estudiar la descomposición de la materia orgánica y la microbiología de las plantas, se mueve entre el mar y la montaña. Sin embargo, en todos estos ámbitos hay un denominador común en su trabajo: las alteraciones provocadas por el aumento de la temperatura.
En Segovia
En febrero regresó de la Antártida y, hace solamente un par de semanas, Luis Sampedro se encontraba en la sierra segoviana, bajo un sol abrasador, analizando las estrategias defensivas y reproductivas de las plantas. Dos escenarios completamente distintos para construir un conocimiento que, sin duda, tendrá multitud de aplicaciones en los lugares más dispares del mundo.
La experiencia en el continente helado ha servido para reforzar en este biólogo la certeza de que «alí a evidencia do cambio climático é moi grande». Señala que el paisaje experimentaba cambios radicales en solo unas horas: «As veces, cando te desprazabas tres ou catro quilómetros, ao regresar o lugar era distinto. Mudara por completo».
La labor de transmisión que sobre esos efectos realiza en los centros educativos quizás pueda servir para que, por lo menos, los más jóvenes sean conscientes de la repercusión que pueden tener sus actos.
Mientras tanto, este ribeirense continuará a pie de tierra, analizando cómo se defienden las plantas de los animales y preparándose para afrontar, si todo sale bien el próximo año, una nueva aventura en el inabarcable continente helado.