Dos jovenzuelos que suman 193 años: «Padezo dos nervios, se non chegaba aos 300»

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo RIBEIRA / LA VOZ

A POBRA DO CARAMIÑAL

María Teresa, con 90 años, y José, con 103, celebrarán el próximo año siete décadas de casados
María Teresa, con 90 años, y José, con 103, celebrarán el próximo año siete décadas de casados MARCOS CREO

José Pérez y María Teresa Domínguez llevan casi siete décadas juntos y lo que les queda, porque su secreto está en no parar

23 abr 2024 . Actualizado a las 20:18 h.

«María, moito che quero». Hace tiempo que José no desaprovecha ninguna ocasión para volver a declararse a su mujer. Y es que cruzar la meta de los 100 años no suele ser una carrera sencilla, y todavía menos si se han soplado las 103 velas y el cuerpo y la mente siguen respondiendo. Si además continúa teniendo al lado a la mujer de su vida y a su familia, cree que puede darse más que por satisfecho.

Su historia de amor comenzó por casualidad, «estaba o destino de ser así», recuerda la pobrense María Teresa Domínguez, que perdió a su madre cuando solo tenía tres meses de vida. Una tía de Marín se convirtió en el regazo que la cuidó hasta que cumplió los 3 años, cuando su padre se volvió a casar y se la trajo de nuevo para A Pobra.

Ella nunca desatendió la relación con esta «mamá de Marín que sempre suspirou por min», y unas Navidades que la fue a visitar, una pariente le presentó a José. Pero la cosa no empezó con buen pie. «Ese non pode ser primo meu, eu non teño primos tan feos», dijo nada más verlo, una frase que se le quedó grabada a los dos y que recuerdan perfectamente, como si la hubiese pronunciado ayer y eso que ya han pasado más de 70 años.

Comenzó entonces una tímida relación postal y después de un año intercambiándose cartas entre Cádiz —donde él estaba destinado en la Marina— y A Pobra, José se decidió a dar el paso y le pidió matrimonio. Pero había un inconveniente, María tenía aquí un novio y este se le había adelantado. Sin embargo, el destino jugó sus cartas y ella eligió a José, con el que se marchó a vivir a Marín, y a los 15 días de casarse ya se quedó embarazada de su primera hija, a la que luego seguiría otro niño.

Pasaron muchos años en la villa marinense donde él trabajaba en la escuela naval, pero siempre que podían regresaban a A Pobra, donde levantaron una casa, «porque non é o mesmo vivir nun piso que ter estas vistas á praia de Cabío», presume María, que con la ayuda de su marido fue dando forma a una amplia huerta que no han parado de ampliar y cultivar. Ese precisamente cree que es el secreto de haber llegado así de bien a su edad, «porque eu o que quero é traballar non pasear», confiesa esta pobrense de 90 años, que hace un mes resbaló y se rompió un brazo, lo que le impide hacer todas las tareas que le gustaría, «e aínda teño todos os tomates para plantar», lamenta.

 Cortar leña

Tampoco su marido se queda quieto, y hasta hace poco seguía cortando la leña, limpiando la finca con la desbrozadora y llegó a los 102 años conduciendo. «Levou un disgusto moi grande cando lle sacaron o carné, pero en toda a súa vida nunca tivo un accidente», presume María, que suele encargar a su esposo pequeñas tareas domésticas para que tenga unas rutinas diarias y no se descuide. De hecho, aunque la vista y el oído ya no son los de antes, él sigue manteniendo en forma su cuerpo y, sobre todo, su mente, y recita de memoria el número de su teléfono móvil, que maneja a la perfección.

¿Cuál es el secreto de llegar así a los 103 años? Puede que esté en un desayuno muy especial que se prepara cada mañana. La receta mezcla verdura, un poco de perejil, una cabeza de ajo, una naranja, una manzana, azúcar y chocolate negro que pasa por la batidora para luego tomarlo. Además, hace tiempo que dejó de comer carne, y prefiere el pescado, los guisos y la fruta, «que nunca pode faltar na nosa casa», apunta María. Sin embargo, a pesar que de ahora vive mejor que nunca, José reconoce que tiene una dolencia que le trae de cabeza y que hace que pase muchas noches en vela: «Padezo dos nervios, senón chegaba aos 300 anos», bromea.

Y es que, aunque se define como una persona seria, este jovenzuelo de 103 años confiesa que ha tenido una buena vida con la ayuda de una compañera de viaje que supo «aguantarme. Quéroa máis que antes, porque se agora me deixa, xa non encontro outra».