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El mesón más antiguo y moderno de Narón se llama 7 Santiños: «Aquí por 25 euros cenas como un Quico»

Patricia Hermida Torrente
Patricia Hermida NARÓN / LA VOZ

NARÓN

Benito Boudón, nieto del primer impulsor de este local con nombre de canción de cuna.
Benito Boudón, nieto del primer impulsor de este local con nombre de canción de cuna. CESAR TOIMIL

Los cien años tras 7 Santiños con la nana del abuelo de Benito Boudón

02 dic 2024 . Actualizado a las 18:42 h.

Cuando Benito Boudón era muy pequeño y no quería dormir, su abuelo le cantaba la canción de los 7 Santiños para que llegase hasta los brazos de Morfeo. Aquella nana perdida en el tiempo sirvió para rebautizar el que puede considerarse mesón más antiguo y a la vez moderno de Narón: 7 Santiños en Xuvia, un local construido en 1866 pero con cien años dedicados a la gastronomía. Empezó en los años 30 como La Tienda de Benito, ultramarinos que regentaba el abuelo del actual propietario. Y pasó por diversos manos hasta volver a la cuna familiar, con Benito Boudón nieto al frente y una carta suculenta: «Aquí por 35 euros persona puedes cenar o comer como un Quico (término que la RAE atribuye a hartarse de comer), acompañado de un vino muy bueno».

El 7 Santiños tiene ya ocho años de vida, con los siguientes éxitos de ventas. «Lo que más vendemos son las zamburiñas a la plancha (una barbaridad), la tabla de mariscos (zamburiñas, navajas, berberechos y langostinos), el lagarto de cerdo ibérico (exitazo desde que lo puse en la pizarra), el pulpo á feira con patatas, y los langostinos crujientes con sala alioli de lima», enumera este hostelero. Aquí los clientes encuentran «platos ricos y un ambiente acogedor con historia».

Esa crónica relatada por Benito Boudón Losada se remonta al inicio de la casa en 1866, la reforma en 1932 y sus andanzas como ultramarinos en pleno 36 (en los duros tiempos de la Guerra Civil). El abuelo incorporó su experiencia como emigrante en EE. UU. a un ultramarinos que regentó hasta su jubilación. Después llegarían Pepe Bello (tío del que fue alcalde de Ferrol, Xaime Bello) con A Presa do Rei, Gonzalo Basoa (padre del dueño de La Flor de Mayo) con un bar hasta 1986, y la familia madrileña que montó el mítico mesón Os Estrobos. Hasta que Benito Boudón decidió retomar el local, primero con su hermana María José y después en solitario. «Lo bautizamos con el nombre de la canción que nos cantaba mi abuelo a mis dos hermanas y a mí, yo soy el pequeño y tengo 48 años, nacimos en A Coruña porque mi padre era profesor allí pero los mejores veranos de mi vida fueron en Xuvia».

No pertenecían al mundo de la hostelería, «pero probamos a ver si funcionaba y a mí me encantó, estoy feliz con este negocio». El teléfono de clientes pidiendo reservas suena sin parar en este pequeño establecimiento de 60 metros cuadrados, «los comienzos no fueron fáciles porque estuvimos un año cerrado por obras, pero se logró una consolidación a través del boca a boca, no te puedes relajar porque al cliente lo fidelizas y lo puedes perder rápido... pero aquí son fieles».

Catorce platos para disfrutar

Benito se encarga de la atención al público, con una cocinera que elabora una carta de 14 platos de «productos frescos como el marisco de las rías gallegas, siempre con buena materia prima y buena mano de obra». El local busca ser acogedor «y aquí entran mil factores como ya nos dijo el arquitecto, desde la música, a la comida, al servicio; lo que queremos es que la gente se encuentre como en casa, en un espacio tranquilo para venir con calma».

En el pequeño mesón se disponen siete mesas, «en un negocio que quiero llevar solo a través de ese toque personal, donde los clientes hablan todo directamente con el dueño y con una carta que toco poco salvo algunos productos de temporada los fines de semana». De vez en cuando se incorporan novedades que se convierten en éxitos como las gyozas o el reciente wok de tallarines con verduras a la plancha y langostinos.

El bum de las torrijas

En los postres caseros triunfa la torrija de pan de brioche con helado de vainilla, «que tenemos hasta en verano, la gente nos pregunta muchos veces antes de reservar si hay torrijas». Admite Benito que «mi abuelo estaría encantado con que llevásemos el negocio, ponemos en valor su historia en unos tiempos difíciles». Y celebra que «lo mejor de la hostelería son los clientes, son una maravilla».