Su madre y su padre recuerdan a la joven el día que tendría que estar de celebración; desapareció en agosto del 2016 en A Pobra y acabó asesinada por el Chicle
04 nov 2023 . Actualizado a las 16:01 h.Todo el mundo sabe qué le pasó a Diana Quer López-Pinel. Quién la mató, dónde la raptaron, dónde estuvo escondido su cuerpo durante casi 500 días. Pero lo que muy pocos conocen es quién era realmente Diana y cómo vivió durante los apenas 18 años que la dejaron estar en el mundo. En el día en el que soplaría las 25 velas, una cifra redonda que para muchos jóvenes marca el tránsito a las responsabilidades de la vida adulta, su madre y su padre, los que mejor la conocían, la recuerdan. El dolor por su pérdida es todavía intenso, imborrable, pero son capaces de echar la vista atrás y esbozar una sonrisa recordando a su niña.
Diana López Pinel, su madre, reconoce que está empezando a salir del pozo en el que se sumió tras la desaparición de su hija en A Pobra y está entrando en una etapa de tranquilidad, pero estos años han sido muy duros: «Era mi todo. Diani [la llama así] ha sido mi todo, lo sigue siendo a día de hoy, porque lo compartíamos todo, compartíamos la vida entera. Nos llamaban las siamesas. Por eso el día que pasó lo que pasó a mí se me partió el alma».
Podría pensarse que una joven de 18 años con una situación económica acomodada habría tenido una vida fácil. Pero nada más lejos de la realidad. Diana Quer fue una luchadora desde el momento mismo de su nacimiento. Fue muy prematura en un parto de mellizas. Su hermana Carolina falleció 24 horas después del nacimiento, pero Diana consiguió salir adelante a pesar de su bajo peso, de sufrir una meningitis bacteriana, de cuatro meses en la incubadora... Superó todos los obstáculos: «Era muy tranquila, no lloraba nunca, dormía a sus horas, y empezó a coger peso y se puso hermosa. La cuidábamos mucho, mucho, porque cuando nos la llevamos del hospital nos dijeron que si pasaba el año tenía muchas posibilidades de salir adelante. Nos fuimos a casa con un detector de bradicardias y así fue creciendo».
Ese aparato que le ponían en el pecho cuando era solo un bebé tenía que vigilar su corazón, un corazón que, como asegura su madre, no le cabía en el pecho: «Era dulce, leal, compañera, hermosa, era una niña todo corazón».
Era también una joven sensible, muy tímida y retraída. De niña jugaba al pádel, y era una apasionada del baile; acudía a clases de danza contemporánea. Sobresalía por su estatura, y aunque siempre fue delgada y menuda de cara, con la adolescencia llegaron los primeros problemas. Era el verano del 2008 cuado comenzó a perder peso y su familia, alarmada, la llevó al médico, y de ahí a un centro especializado. Comenzaba entonces otra dura batalla contra la anorexia nerviosa que duró cuatro largos años en los que se sucedieron los ingresos, tanto en el hospital como domiciliarios.
Pero logró superarlo y, con 18 años, le dieron el alta. Había vencido a los fantasmas que le provocó aquel episodio y comenzaba una nueva vida. Hasta que se la arrebató un hombre.
Ese mismo año, un aciago 22 de agosto, cuando volvía a casa después de disfrutar con sus amigos de las fiestas del Carme dos Pincheiros de A Pobra, José Enrique Abuín, el Chicle, se cruzó en su camino, acabó con su vida y truncó para siempre la de su familia: «Yo nunca volví a ser la misma después de eso, ni nunca lo volveré a ser», relata, emocionada, su madre. Para Diana López Pinel, la pérdida de su hija es absolutamente irreparable: «Diani era una chica tan buena, tan buena... Era noble, tremendamente cariñosa, era todo bondad y amor, y no lo digo yo porque sea su madre, cualquiera a quien se pregunte lo puede decir. Ella siempre estuvo a mi lado».
Aprovechando el día que Diana Quer cumpliría 25 años, la mujer que le dio la vida quiere poner luz sobre quién era su niña. En las semanas siguientes a su desaparición salieron a la luz muchas informaciones que arrojaban algunas sombras sobre la joven: «Ella jamás tuvo relación con amigos al borde de la ley como se dijo. Diani era muy transparente y era todo bondad. Era una niña muy madura para su edad, yo decía que parecía un alma vieja porque tenía actitudes como de ya haber vivido mucho. Aunque también era muy ingenua».
Al padre de Diana, Juan Carlos Quer, le bastan tres palabras para definir cómo era su hija mayor: «Amaba la vida por encima de todo». Como cualquier joven de su edad, tenía toda la vida por delante y todas las ganas de exprimirla al máximo, pero en su caso quizá más, porque luchó por ella desde muy pequeña: «Fue muy prematura, estuvo al borde de la muerte en varias ocasiones y salió adelante».
Hasta que el Chicle —condenado a prisión permanente revisable— se cruzó en su camino. Y su padre cree que es importante que se recuerde que la razón por la que su hija no puede seguir celebrando cumpleaños tiene nombre y apellidos. Reconoce que perderla a manos de un asesino es especialmente doloroso: «Va contra la ley natural. Es triste que fallezca una hija; Carolina, la melliza de Diana, murió, pero lo que le pasó a ella marca para siempre la vida de los que nos hemos quedado aquí».
Está muy agradecido por el cariño hacia Diana que le hacen llegar muchas personas todos los días, y recuerda que fue una joven luchadora: «Mi hija murió porque se enfrentó a ese individuo, luchó por su vida como había hecho de pequeña». No fue suficiente para salvarse, pero a Juan Carlos Quer le consuela que ella haya contribuido a cambiar las cosas: «Es muy importante el hecho de que Diana logró que no se derogase la prisión permanente revisable. Su aportación marcó un antes y un después y ese es mi orgullo y su legado».