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La dimisión del negociador para el «brexit» debilita más al malherido Johnson

Juan Francisco Alonso LONDRES / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Boris Johnson y David Frost.
Boris Johnson y David Frost. DYLAN MARTINEZ, JOHN SIBLEY / REUTERS

La salida de David Frost preocupa en Bruselas, donde temen que las discusiones sobre el Protocolo de Irlanda del Norte se compliquen aún más

20 dic 2021 . Actualizado a las 08:45 h.

Al maltratado liderazgo de Boris Johnson no le dan ni un respiro para lamerse las heridas. El primer ministro británico amaneció ayer con la dimisión de David Frost como ministro británico del brexit, cuando aún no había terminado de encajar los golpes que le supuso la rebelión de casi cien de sus diputados, la histórica derrota en el feudo tory de North Shropshire y los escándalos de las fiestas navideñas en el confinamiento. La renuncia de Frost por sus diferencias sobre la política del Gobierno de Johnson pone de manifiesto el alcance de la crisis en Downing Street y la fractura en el seno del Partido Conservador.

Hace unos días, Frost anunció a Johnson su deseo de abandonar su cargo de ministro para las Relaciones con la Unión Europea, pero el premier le convenció para que retrasara su marcha a finales de enero. La filtración a la prensa le obligó a adelantar sus planes. Así, en una carta remitida la noche del viernes al primer ministro, informaba de su decisión de apartarse del Ejecutivo con «efecto inmediato».

En su misiva, el ya exministro califica de «medidas coercitivas» la obligación de usar mascarillas en el transporte público y en lugares cerrados, así como la exigencia de certificados de vacunación o pruebas de detección del covid para acudir a eventos masivos.

Pero las medidas contra el coronavirus no serían las únicas razones de la salida de Frost del Gobierno. La prensa británica aseguró que el exministro no apoya el aumento de los impuestos para financiar la sanidad pública que Johnson anunció en septiembre. Tampoco ve con buenos ojos algunas medidas contra el cambio climático.

Sin embargo, la mayor brecha se produjo a cuenta del brexit. Boris Johnson habría tenido que pedirle a Frost que aceptara que la Justicia comunitaria jugara algún papel en la resolución de disputas por la aplicación del Protocolo de Irlanda del Norte, una de las líneas rojas que el jefe negociador marcó públicamente a Bruselas.

Pese a que Frost no lanzó una sola crítica contra Johnson y, por el contrario, lo describió como un «líder extraordinario», su renuncia ha sido aprovechada por los detractores del mandatario, tanto los que tiene fuera como dentro de su partido, para atacarlo. «Las ratas están huyendo del barco de Johnson que se hunde», soltó la liberal demócrata Layla Moran.

El tory Andrew Bridgen, un reconocido brexiteer, tachó la dimisión de «golpe devastador» para el premier y alertó que este se «estaba quedando sin tiempo ni amigos para cumplir sus promesas y para comenzar a gobernar como un auténtico conservador».

A la sensación de que Johnson no tiene el control de su Gobierno, se une que Frost deja sin resolver las disputas sobre el Protocolo de Irlanda del Norte. El diario The Guardian publicó el viernes que Frost iba a proponer a la Unión Europea llegar a un acuerdo «temporal» ante la imposibilidad de resolver las diferencias antes de que acabe el año.

La ministra de Exteriores asume las negociaciones

La noticia ha disparado las alarmas en Bruselas, donde se teme que las negociaciones se compliquen más debido a la incertidumbre en torno al rumbo que adoptará Londres.

Downing Street informó anoche que la ministra de Exteriores, Liz Truss, se hará cargo de las negociaciones con la UE. Truss añade a su equipo al diputado Chris Heaton-Harris, que será nombrado secretario de Estado para Europa.