Una experta en medicina estética responde las dudas más frecuentes sobre las inyecciones de esta sustancia
16 dic 2022 . Actualizado a las 13:48 h.España es el segundo país europeo que más demanda servicios de medicina estética. De hecho, el 40 % de la población los ha probado en sus propias carnes en alguna ocasión. Del total, el 71,8 % son mujeres, mientras que el porcentaje restante (28,2 %), hombres. No solo esto, sino que la edad media de acceso ha bajado drásticamente. Pasamos de comenzar a los 35, a los 20 años de edad. Paralelamente, también ha crecido el número de facultativos y centros autorizados para ejercerlos. Estos son datos extraídos del «Estudio dimensionamiento e impacto socioeconómico de la Medicina Estética en España durante el 2021», elaborado por la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME). Petra Vega, especialista en este campo y miembro de la entidad, explicó en esta entrevista las razones de la escalada: «Si nos centramos en los aspectos que la gente suele relacionar más con medicina estética, como los rellenos y la toxina botulínica, es cierto que se están incorporando cada vez más temprano con el objetivo de modificar algunos rasgos, como pueden ser los labios».
¿Y qué es lo que mueve a la población más joven para hacerlo? Las redes sociales. Especialmente, dice la experta, «por la comparación con los influencers. Muchas veces transmiten información a un público muy receptivo, muy sensible y con inseguridades». No solo esto, sino que incluso llegan con ideas imposibles de realizar. «La gente que suele hacer publicidades de estos tratamientos en las redes suelen ser personas que ya de por sí tienen un aspecto agradable, por lo que los pacientes que llegan a consulta creen que van a quedarse como ellos», añade la doctora Vega.
Nada más lejos de la realidad. ¿Cuáles son los rasgos que más se quieren modificar los jóvenes? Labios, pómulos o nariz. De estos, el primero se lleva el trozo grande del pastel. Sin embargo, uno de los más demandados actualmente es el tratamiento de las ojeras con ácido hialurónico (AH), tanto en hombres como en mujeres, destaca el informe de la SEME.
¿Qué es el ácido hialurónico?
Al contrario de lo que se puede pensar, el ácido hialurónico es una sustancia natural y presente en muchos tejidos y órganos del cuerpo: epidermis, cartílagos u ojos, entre otros. Según la zona en la que se encuentre, se le atribuyen múltiples funciones que, de alguna forma, se entienden como beneficios. Por ejemplo, en las articulaciones evita las fricciones dolorosas; en los cartílagos actúa a modo de reconstituyente y sobre todo, contribuye a la hidratación de la piel.
Precisamente, entre sus propiedades más importantes destaca la de atraer y retener el agua, lo que permite que los tejidos estén en buenas condiciones. Sin embargo, a medida que envejecemos, la producción natural de ácido hialurónico disminuye, haciendo que la piel pierda hidratación, elasticidad y firmeza. Digamos, que esta esponja deja de absorber. De ahí, que sea el ingrediente principal de varios tratamientos. Tal es su efecto, que en las clínicas de medicina estética, ha conseguido adelantar al bótox, uno de los activos reyes.
¿Qué tipos existen?
Los médicos estéticos pueden utilizar un tipo de ácido hialurónico u otro en función de los tratamientos, y beneficios que se deseen obtener. La diferencia esencial radica entre el reticulado o el no reticulado.
- El ácido hialurónico reticulado está formado por moléculas de mayor consistencia. Su objetivo es voluminizar, por eso, los efectos que tiene son de relleno y aporta volumen. Se suele utilizar en aquellos casos en los que existen arrugas muy marcadas, rellenos de surcos nasogenianos o aumento de labios, por ejemplo.
- El ácido hialurónico no reticulado se emplea en tratamientos hidratantes, con microinyecciones, para captar agua e hidratar la piel. Así, este tratamiento no aporta volumen ni rellena arrugas, pero ayuda a mejorar la calidad y aspecto de la piel. De hecho, se suele acompañar de otras vitaminas o aminoácidos precursores de colágeno y elastina.
¿En qué se diferencia el ácido hialurónico y el bótox?
El bótox es el nombre comercial de la toxina botulínica, en terreno médico conocido como neuromodulador, una sustancia que, al inyectarse, bloquea la producción de acetilcolina de las terminaciones nerviosas. Así, consigue que los músculos se relajen, y como consecuencia, no se haga la contracción que dibuja las líneas de expresión. Se diferencia el ácido hialurónico por la indicación y el mecanismo de acción. La toxina botulínica no rellena, tan solo relaja, algo que afecta a las arrugas, hasta que llega un momento que, al no formarse, desaparecen o se minimizan.
¿Dónde se aplica el ácido hialurónico?
A medida que se cumplen años, la producción de colágeno se reduce, y aparecen la flacidez y arrugas. Se inyecta directamente en la dermis, lo que consigue atraer las moléculas de agua y potenciar la hidratación de la piel. Según el cometido deseado, podrá aplicarse en diferentes zonas.
- El surco nasogeniano: son arrugas que se extienden desde el final de la nariz hasta los extremos de la boca.
- Labios: El tratamiento de relleno de labios con ácido hialurónico permite dar volumen, corregir asimetrías, y aporta un efecto carnoso y natural. Se reabsorbe y tiene una vida determinada. Al cabo de un tiempo, será necesario retocarlo.
- Pómulos. Esta sustancia también permite aumentar o rellenar la zona de los pómulos. Se recomienda cuando lucen hundidos y descendidos.
- Ojeras: el relleno de ojeras con ácido hialurónico se realiza en profundidad para elevar el hueco, y pretende disminuir el aspecto cansado de la mirada.
- Arrugas en el labio superior: o cordialmente conocidas como código de barras, se produce con el paso del tiempo y la falta de hidratación. Por ejemplo, las personas que fuman suelen tenerlas con mayor intensidad.
¿Cuáles son las funciones?
Esta sustancia tiene distintas funciones según la especialidad que lo utilice. En la medicina estética están las más conocidas: «Nos sirve para aportar volumen, o para hidratar, ya que al utilizarlo sin reticular es un estimulante de colágeno, capta agua y contribuye a reposicionar los tejidos, es decir, a tratar la flacidez. También al utilizar la estructura facial y los ligamentos, y poniendo puntos en determinados lugares, conseguimos un efecto tensor. También podemos lograr redensificar los tejidos, de forma que se vean más jugosos y gruesos; para dar volumen a los labios o en estructuras que, al ir envejeciendo, se quedan hundidas como la barbilla», detalla Ruth García, vocal de la SEME.
Pero esto no es todo. «Se emplea en cirugía ocular, para hacer lágrimas artificiales; en traumatología, para mejorar el cartílago y disminuir el dolor o mejorar el movimiento articular; también en odontología, en la que se usa para regenerar las encías o cuando existen problemas de articulación temporomandibular», explica García.
¿Qué personas pueden no ser buenas candidatas para ponerse ácido hialurónico?
Pese a que los riesgos son mínimos, existen condiciones que no permiten continuar con el tratamiento. Hablamos sobre todo de personas que tienen enfermedades autoinmunes en brote o están pasando por un proceso infeccioso. «Patologías autoinmunes que estén en brote, como una colitis ulcerosa, o un crohn. Eso podría provocar reacciones a cuerpo extraño ante cualquier cosa que podamos inyectar. Además, si el paciente tiene una infección, tampoco se debería hacer un tratamiento. De igual forma, si está consumiendo ciertas medicaciones, porque podrían provocar un sangrado o tener alguna interacción», detalla la doctora Ruth García. De ahí, que el historial clínico previo al pinchazo sea fundamental.
Estos tratamientos tampoco son recomendables para aquellas personas con salud mental comprometida, o que padecen algún problema mental. «Hay veces en las que se ve que la cuestión no es física, y ahí nuestro trabajo es derivarlo a un profesional que pueda atenderles. Desde la pandemia, es una constante», destaca la experta.
¿Cómo es el procedimiento?
La intervención es ambulatoria, y en función de las zonas a tratar, oscilará entre 20 minutos y una hora de duración. El primer paso es un estudio facial en el que el profesional analiza la estructura del paciente, y los puntos a tratar. A continuación, se aplica anestesia tópica para evitar posibles molestias. Y ya después, el experto procede a la aplicación del ácido hialurónico mediante microinyecciones. No es habitual que se note dolor, aunque sí alguna ligera molestia.
¿Qué ocurre al inyectarlo?
Se provoca una reacción inflamatoria que se irá con el paso de los días. «También se produce una estimulación de los fibroblastos que hay alrededor, que son las células encargadas de fabricar colágeno y elastina», explica la doctora García. De hecho, el ácido hialurónico se considera un estimulante del colágeno, y por eso, aunque el objetivo no sea voluminizar, «sí captará mucha agua y por lo tanto, se engrosarán los tejidos», detalla.
¿Y después?
Una vez se finaliza el tratamiento, el paciente puede volver a su vida habitual. Es posible que aparezcan marcas, inflamación o se incremente la sensación del dolor con el paso de las horas. Todo desaparecerá en cuestión de días. De igual forma, existen una serie de recomendaciones a seguir:
- No realizar ejercicio en las primeras 24 horas.
- No acudir a saunas, baños turcos o piscinas, ni tomar el sol o rayos UVA durante las 24 o 48 horas siguientes.
- No masajear la zona inyectada durante las primeras 72 horas.
¿Los cambios son inmediatos?
Desde luego, aunque pueden no ser los deseados. Calma, porque tampoco serán los definitivos. El resultado final aparece a partir del quinto día, aproximadamente.
¿Cómo se reabsorbe en el cuerpo?
Al tratarse de una sustancia presente en el organismo de forma natural, existen unas enzimas que son capaces de degradarlo, las hialuronidasas. «Los laboratorios tratan el ácido hialurónico para que tenga unos enlaces más resistentes, más duros y de mayor duración, y así se dificulte el trabajo de estas enzimas. Pero al final, acabará desapareciendo», explica la doctora Ruth García.
¿Cuánto duran los resultados?
Todo depende del paciente, de la zona de aplicación y de si se ha sometido a anteriores tratamientos. Por regla general, las inyecciones pueden durar entre 6 y 18 meses, aunque irán desapareciendo de forma progresiva. La velocidad de reabsorción dependerá, en resumidas cuentas, de lo rápido que vaya el metabolismo: «En personas jóvenes, o deportistas, tiende a durar menos», señala García.