Hipertensión, un asesino silente: «Cuando se manifiesta clínicamente, suele estar muy evolucionada»
ENFERMEDADES
¿Qué valores debo tener?, ¿cuáles son los principales factores de riesgo?, ¿cómo prevenirla?
01 jul 2022 . Actualizado a las 12:57 h.Al tiempo que lee este reportaje, podría sufrir de hipertensión. Una enfermedad silente, que se presenta sin ánimo de causar molestia. No avisa de su hospedaje, hasta que su estadía es demasiado larga y llamativa. No es cuestión de alarmismo, sino de realidad. Los datos varían de una fuente a otra. Sin embargo, en todos ellos son preocupantes. La Revista Española de Cardiología publicaba que alrededor del 40 % de la población española mayor de 18 años es hipertensa. Casi 4 de cada 10. O lo que es lo mismo, 11 millones de personas. Y ojo, porque un 37,4 % de ellos no están diagnosticados.
Más cifras. La Encuesta Europea de Salud en España (EESE) 2020 muestra que, desde 1993, el porcentaje de individuos (de más de 15 años) afectados ha pasado del 11,2 % al 19,03 %. Así se convierte, según el informe, en el problema de salud que con mayor frecuencia referimos. Por detrás quedan la hipercolesterolemia (¿cuándo es preocupante el colesterol?) y la artrosis.
Se define como hipertensión a la elevación de los niveles de la presión arterial de forma continua o sostenida. Es decir, si tan solo ocurre un día, no cuenta. La tensión, esa variable de la que en ocasiones podemos acordarnos, es la fuerza que la sangre genera contra la pared de las arterias. Pensemos en un grifo y la potencia con la que sale el agua. Pues eso.
Con los datos en la mano, se puede decir que además de sigilosa, también es muy común. Es más, crece a medida que la población envejece. El punto de inflexión se alcanza, según la Fundación Española del Corazón, a partir de los 40 años, aunque los más jóvenes no queden indiferentes. Los hombres son más hipertensos (49,9 %) que las mujeres (37,1%), aunque ellas lo suelen tener más controlado.
¿Qué valores debe tener mi tensión arterial?
Hay dos tipos. La norma dice que la presión sistólica o máxima (presión que ejerce el corazón sobre las arterias con cada contracción) debe situarse entre 120-129 milímetros de mercurio (mmHG), mientras que la diastólica o mínima (entre latidos, cuando el corazón está en reposo) oscila entre los 80 y 84 mmHg. Sobre papel, es lo ideal. Para algunos, estas cifras pueden sonar a nuevo: «Las que hoy estamos manejando como normales, o anormales, han ido modificándose en los últimos tiempos en función de los datos estadísticos y epidemiológicos. Cuando terminé la carrera, una tensión de 14/9 era algo normal», destaca el doctor José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón (FEC).
Hoy en día no ocurre lo mismo. La entidad nacional hace referencia a los valores que definirían una presión arterial normal tirando a alta. Así, la máxima está entre los 130 y 139 mmHg, mientras que la mínima, entre 80 y 89.
Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de hipertensión? Los valores mantenidos han de estar por encima de 140 diastólica y 90, sistólica «en dos medidas separadas por un mes», precisa el doctor Palma.
Tensión arterial de manual
La tensión arterial perfecta existe. «Se sitúa en cifras de 110/70 milímetros de mercurio. Se basa en estudios epidemiológicos que hicieron las compañías de seguros de vida en Estados Unidos para saber qué tensión arterial se ligaba a menor siniestralidad en su cuenta de resultados. Con estos valores, los eventos cardiovasculares y cerebrovasculares, entre otros problemas, eran mínimos», explica el vicepresidente de la FEC.
En personas diabéticas, los niveles superiores a 140/85 mmHg también se consideran altos.
Infarto o ceguera, algunas de las consecuencias de la hipertensión
Con todo, que la hipertensión no avise no es sinónimo de que no esté. Es más, sus peligros son varios y variopintos: «Se sabe que implica unas afectaciones en los órganos diana que son el corazón, dónde la hipertensión es el primer factor causal para producir infarto de miocardio en el hombre, y de ictus en las mujeres. También afecta al riñón, produciendo insuficiencia renal, a los vasos de la retina provocando una retinopatía hipertensiva que, de no tratarse, podría conducir a la ceguera», destaca el doctor José Luis Palma. Permanece en silencio, durante años, hasta que cuando «se manifiesta clínicamente, suele estar muy evolucionada», precisa el cardiólogo. La doctora Carmen Sánchez, miembro del Grupo de Trabajo Cardiovascular de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), advierte: «La mayoría de personas no tienen clínica, incluso si las cifras alcanzan niveles muy elevados. Algunos pacientes pueden tener dolor de cabeza, dificultad para respirar o sangrado nasal. Pero no son síntomas específicos», precisa.
Uno de los grandes factores de riesgo cardiovasculares
No es de extrañar que todas sus consecuencias la conviertan en un factor de riesgo de manual. Así lo explican desde la FEC: «Supone una mayor resistencia para el corazón, que responde aumentando su masa muscular (hipertrofia ventricular izquierda) para hacer frente a ese sobreesfuerzo. Este incremento acaba siendo perjudicial porque no viene acompañado de un aumento equivalente del riesgo sanguíneo, lo que puede provocar una insuficiencia coronaria o una angina de pecho».
No solo esto. En los pacientes que sufren otro problema cardiovascular, la hipertensión puede intensificar el daño. Y además, propicia la aterosclerosis o los fenómenos de trombosis, lo que provoca, en su máxima expresión, un infarto de miocardio o cerebral.
Han sido varios los estudios que demostraron que existe una relación directa entre la hipertensión y el deterioro de la función cognitiva. El riesgo aumentó en un 70 %. Por ello, bajar estos valores podría retrasar el deterioro mental, la demencia y la aparición de patologías como el alzhéimer en edades avanzadas.
A partir de los 40, revisiones anuales
Para tenerla bajo control, la solución puede caer de cajón: una revisión periódica anual. «Suele debutar a los 40 años, por lo que si se tienen antecedentes familiares o algunos factores de riesgo, recomendamos controlarla cada cierto tiempo. Por ejemplo, a partir de los 40, una vez al año si todo está bien. Desde los 60, cada seis meses, y a partir de los 65, cada tres», recuerda el doctor Palmar.
Además, se deben evitar los malos hábitos de vida de los que suele venir acompañada: tabaquismo, mala alimentación basada en ultraprocesados con un exceso de sal, falta de ejercicio físico y consumo de alcohol. Para contrarrestar todos sus efectos, la FEC establece una serie de normas. «El mejor tratamiento es una buena prevención», alerta la fundación.
- En primer lugar, no fumes. «El tabaco aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca (experimentamos 24 horas viviendo con insuficiencia cardíaca)», apuntan. Así, si además de hipertenso, eres fumador, estás multiplicando el efecto perjudicial del tabaco. Tanto, que dejarlo «tiene consecuencias positivas superiores a cualquier medicación para esta condición», recuerdan desde la FEC.
- Mucho cuidado con el alcohol. Beber en exceso provoca el aumento de la presión arterial, además de otras afectaciones en el corazón y otros órganos. Malos efectos que solo se multiplican entre sí.
- El sobrepeso y la obesidad también juegan en su contra. Es más, son causa de la hipertensión. De ahí que reducirlo «rebaje la presión arterial, y disminuya el riesgo cardiovascular y de diabetes».
- Ejercicio moderado. Ponerse en marcha consigue regular las cifras, y reduce otros factores de riesgo que hagan padecerla: aumenta la masa muscular, la capacidad de esfuerzo, controla el peso y disminuye el riesgo cardiovascular. La recomendación es moverte, al menos, 30 minutos y cinco días semanales. Sirven muchas actividades: caminar, correr, montar en bicicleta o nadar. También hay que trabajar la resistencia de dos a tres sesiones.
- Practica una dieta mediterránea, que hasta el momento es la que se considera más cardiosaludable. Los hipertensos deben reducir su consumo en sal, y aumentar el de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales. El aceite de oliva virgen extra debe ser la grasa principal en los platos.
- Con todo, una persona hipertensa no puede quedarse únicamente con el abordaje rutinario de prácticas saludables. Hay más, y se basa en el tratamiento farmacológico. Desde diuréticos, a betabloqueantes, entre otros.
Factores de riesgo no modificables
Por otro lado, también existen factores de riesgo no modificables como los antecedentes familiares, la edad superior a 65 años y la concurrencia de patologías como la diabetes o nefropatías. Así como otros que se consideran emergentes, como el nivel de inflamación del individuo.
Y ojo, porque los factores de riesgo solo se multiplican entre sí de forma exponencial: «Si yo soy hipertenso, tengo tres veces más posibilidades de tener un evento cardiovascular o cerebrovascular que un normotenso. Si además, fumo, el riesgo sube a 9. Y si además, tengo el colesterol elevado, a 27», manifiesta el vicepresidente de la FEC.
Para la doctora Carmen Sánchez, de la SEMG, resulta imprescindible realizar un despistaje de hipertensión en personas que cumplan alguna de las siguientes características: «Pacientes con historia personal y familiar de hipertensión, enfermedad cardiovascular, ictus o enfermedad renal. También a los fumadores, así como a aquellos que tengan un consumo de alcohol o drogas, de toma crónica de corticoides o antinflamatorios, obesidad, diabetes, hipercolesterolemia, vida sedentaria, disfunción eréctil, alteraciones del sueño, apnea del sueño, antecedentes de hipertensión en el embarazo o antecedentes y síntomas de afectación cardiaca, cerebral, renal o de arterias periféricas», precisa la experta.
Se conoce como asesino silencioso porque no tiene signos de alerta. Aunque, de forma ocasional, pueden aparecer síntomas como cefaleas matutinas, hemorragias nasales, ritmo cardíaco irregular, alteraciones visuales y acúfenos. Es más, la hipertensión grave puede derivar, a su vez, en cansancio, náuseas, vómitos, confusión, ansiedad, dolor torácico y temblores musculares.
La OMS estima que en el mundo hay 1280 millones de adultos, con edades comprendidas entre los 30 y 79 años, que tienen hipertensión.
El poder de lo verde
Son muchos los millones de personas que no mantienen su presión arterial a raya. En el abordaje de esta condición, modificar los hábitos de vida (comiendo mejor y moviéndose más) están en la primera página del temario. «Los cambios en el estilo de vida constituyen la base de la prevención y del tratamiento. Se deben recomendar a todos los pacientes porque, además, pueden ser suficientes para retrasar el comienzo del consumo de fármacos», precisa la doctora Sánchez.
El primer paso, dejar la sal: «Se sabe que constriñe las arterias, retiene líquidos y todo ello eleva la presión arterial», sostiene el doctor Palmar. La recomendación para los pacientes hipertensos es no superar los 2000 miligramos diarios, «y con la sal que hay en muchos alimentos es más que suficiente», explica el doctor Giussepe Rossellini, presidente de la Academia Española de Nutrición y Dietética.
Pero esta sustancia blanca no solo es la pizca que se añade a cada comida, sino lo oculto en muchos ultraprocesados: «Está en alimentos que parecen inofensivos como los cereales de desayuno, los panes, las patatas fritas como snacks, los cacahuetes, frutos secos salados, en la carne, aceitunas, salsas comerciales, pescados ahumados, embutidos y quesos», precisa el dietista-nutricionista. A mayores, existen otras fuentes de sodio (presente en la sal): «Glutamato sódico, nitrito sódico o fosfato monosódico», explica el doctor Francisco Botella, coordinador del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Esta estrategia es una de las que más eficacia tiene: «Según la prestigiosa revista The Lancet, el consumo excesivo de sal es responsable (datos de 2017) de 3 millones de muertes al año y de la pérdida de 70 millones de años con buena calidad de vida, a causa de la enfermedad», indica Botella, que añade la importancia de controlar el peso: «Combatir la obesidad puede ayudar a mejorar el control de la tensión arterial».
Las grasas saturadas también deben desaparecer, y el patrón dietético tiene que volverse (sí o sí) mediterráneo. Por el momento, es la dieta que más efectos cardiosaludables tiene. Con todo, la atlántica no se queda atrás: «Tienen un alto consumo de pescado y de productos de la huerta. Lo que está genial. Pero también hay que hacer una llama de atención, porque los pescados viejos como el atún, el salmón o la familia de los tiburones son muy ricos en mercurio debido a la concentración en los mares», cuenta el vicepresidente de la FEC que añade: «Ya hace años, un equipo gallego de investigación detectó el exceso de mercurio en sangre, lo que se correlaciona con el infarto de miocardio», explica. De ahí, que recomiende un consumo más esporádico de estos.
El oro líquido de la cuenca mediterránea
Otro de los grandes protagonistas es el aceite de oliva virgen extra, de gran valor en la cuenca mediterránea. «Es un ácido graso omega-9, lo que lo vuelve un excelente producto por el contenido en ácidos grasos monoinsaturados, los cuales son muy beneficiosos para la salud cardiovascular. También tiene antioxidantes, vitaminas y sustancias antiinflamatorias, que tienen un poder más potente que el ibuprofeno», precisa el doctor Palmar.
Eso sí, con moderación: «Es muy calórico, por lo que la recomendación será tomar de dos a tres cucharadas soperas al día, como hacemos con las ensaladas o las tostadas», indica.
Así, la dieta final será rica en verduras, frutas, cereales integrales, frutos secos y aceite de oliva: «Para la hipertensión es muy bueno llevar una dieta rica en potasio, que precisamente se encontrará en este tipo de alimentos», explica Giuseppe Rossellini. Mantener una buena hidratación es igual de importante.
Sin embargo, dejar la sal no es pan comido. Lo mejor para que se convierta en un hábito, es hacerlo poco a poco: «Primero la quitamos de todas aquellas carnes y pescado porque de por sí son muy sabrosas. Después, de verduras y hortalizas. A continuación de ensaladas, y ya por último, de la pasta, del arroz y de la sopa», aconseja el presidente de la Academia Española de Nutrición. En cuestión de un año, «el proceso de desadicción se habrá completado y el paciente podrá añadir sal de vez en cuando. Por ejemplo, si un domingo tiene una comida especial», señala el doctor en Nutrición.
Para conseguirlo, cocinar en casa puede ser una de las mejores opciones: «La sal es un elemento escaso en los productos sin procesar, por lo tanto comprar los ingredientes y prepararlos en casa nos da un control casi absoluto sobre la cantidad de sal que consumimos», comenta el coordinador del área de Nutrición de la SEEN.
¿Por qué suben los números de hipertensión?
Vaya por delante que, en la mayoría de los pacientes, la hipertensión tiene un origen desconocido: «No sabemos lo que la causa en un 95 % de los casos. Por eso, le llamamos hipertensión esencial. Hay un 5 % restante en el que sí se conoce el origen, y al eliminarlo, la hipertensión desaparece», reconoce el vicepresidente de la FEC. Habla, por ejemplo, de una coartación congénita de la aorta, o de un tumor de cápsulas suprarrenales conocido como serocromositoma, «el cual produce una cantidad importante de catecolaminas que estrechan las arterias».
Se piensa que una dieta más rica en ultraprocesados, «que viene del mundo anglosajón, y es carente de frutas, verdura y aceite de olvia virgen extra con la mediterránea» puede tener su parte de culpa. También el sedentarismo. (Algunas píldoras para luchar contra la falta de movimiento)
Con todo, el cambio de referencias en los valores también ha hecho caer a más pacientes dentro del saco: «Cuando las cifras de tensión arterial normales se consideraban 14/9 o 9,5, había mucha gente que tenía la tensión en esos niveles. Hoy en día, conforme se rebajan las cifras de lo que se considera aceptable, el incremento o la prevalencia de este tipo de pacientes hipertensos sube», indica el doctor Palmar. Con todo, asegura que la medicina todavía tiene un largo camino por delante para tratar de paliar.
Desde la Fundación Española del Corazón realizan una campaña de concienciación conocida como Pactos por el corazón. «P de presión arterial, a de alimentación, c de colesterol, t de tabaco, o de obesidad y s de sedentarismo», explica el vicepresidente de la entidad, que añade: «Hay que actuar sobre todos los factores de riesgo. Basta que uno no se trate adecuadamente para que por ahí se cuele el problema», concluye.